Buñol es un pueblo que, como sabemos, cara al exterior damos una imagen (la pequeña Rusia, la Suiza valenciana, la tierra de la Música, la Aldea de irreductibles, y tantas otras tonterías que se suelen decir para edulcorar algo que, en principio, no es dulce), pero en nuestro interior rural somos un pueblo como cualquier otro y tenemos unas carencias que, pese a estar suplidas por otras cosas, existen.
Desde que existen dos sociedades musicales en la localidad la actividad artística y festera ha sido copada por ambas sociedades (ojo, que yo no digo que esto sea malo, no me gustaría una turba con palos y antorchas en la puerta de mi casa), y esto ha tenido consecuencias:
Por ejemplo, carecemos de un folklore festivo y callejero, como puedan ser Gigantes y Cabezudos, dolçaines i tabals (aunque bien es cierto que, en ocasiones, a alguna falla infantil sí que han acampañado), albaes, rondas, rondallas, auroras…
Sólo tenemos dos sociedades musicales que sueltan a sus agrupaciones a las calles en fiestas, a tornar a reproducir unos pasodobles que cuesta de renovar, habiéndose convertido ese sonido, esas notas concretas, en nuestro «folklore» prestado…
Cuando se hizo la Fonoteca de Materiales a través del Instituto Valenciano de la Música, los políticos de Buñol no estuvieron por la labor… eso de la etnomusicología les debió de sonar a moderno, o inútil… El caso es que a día de hoy el folklore de Buñol está por recuperar y cada vez más el poco que queda está en peligro de extinción. Buñol, «la tierra de la música» no aparece en ni un sólo cancionero provincial… pero bueno, ahora podemos entonar el «así es Buñol, herman@s», porque así es Buñol, herman@s.
Buñol, ese pueblo que tanto ama la cultura, no tiene Casa de la Cultura. A nuestro Excelentísimo Ayto. desde que el tiempo es tiempo y las bandas existen, le ha sido muy cómodo utilizar mediante convenio los teatros de las Sociedades (que son muy buenos teatros) y para complementar cara al verano realizó la construcción de nuestro auditorio, que a decir verdad, está muy guapo, eso es innegable.
Pero el caso es que no hay un espacio músico/teatral de invierno que sea del Pueblo, más allá de las sociedades. Siempre estará el listo o la lista que diga que están la Sala Raga y la Sala El Mercado, pero todos sabemos que no son lugares para hacer música o teatro en condiciones, aunque en un momento dado puedan albergar algún concierto, haciendo gala de una acústica, más que pésima…, horrísona.
Por otra parte, están los grupos de Rock, que los llamamos así, aunque a día de hoy no hagan todos exactamente Rock. Una tradición quasi oral que viene de los años 50 con La Orquesta Harlem, de 1964 con Los Radars, y un poco más tarde con Los Juglares y Los Mongols…
Y con ellos llegó la reacción, en el verano del 64 y en el San Juan del 68… pero estas historias las contaré en el próximo número… Hoy no me queda espacio.
Enrique Hernández Pérez
Postgrado Músicas Contemporáneas y Otras Músicas