El viaje a Estella. Capítulo 1: Estella-Lizarra.

Puente de la Carcel in Estella-Lizarra am Jakobsweg, Navarra, Spanien

Este artículo lo escribí en el año 2012 en la página de la Sociedad Musical La Artística, con motivo del 50 aniversario que ese año se conmemoraba de la primera visita de la Banda y de la Sociedad a la ciudad navarra de Estella. Quise poner de manifiesto por escrito unos días que para mí serían inolvidables, unos días alucinantes. Yo, como digo más adelante, no había pasado de Valencia, era un niño, tenía 12 años.

Cuando los medios de comunicación te recuerdan hechos que ocurrieron en un pasado más o menos reciente, te vienen a la memoria algunos que nunca estarían incluidos  en esa  lista  de efemérides,  que  por la  importancia  del hecho, o  por  la magnitud  del  personaje que lo  realizó, tienen  carácter  de históricos, pero que siendo de carácter personal, o bien porque ocurrieron en momentos de la infancia, o tal vez porque en esos momentos jamás podrías imaginar que te pudieran suceder, o todas esas cosas a la vez, se te quedan grabados como si hubiesen pasado  hace unos días.

Año 1962, un año como cualquier otro, que tiene la ventaja en el presente año del 2012, que todo lo que ocurrió entonces, hoy es el cincuenta aniversario, es lo que familiarmente se dice las «Bodas de Oro». Entre las más destacadas efemérides de aquel 1962 destacan entre otras:

· Para los políticos, en Munich se reúnen los del famoso Contubernio.

· Argelia se declara independiente de Francia.

· Estalla en Cuba la crisis de los misiles, que hacen peligrar la paz mundial. Empieza por parte de Estados Unidos el bloqueo comercial de la isla que todavía perdura.

· Para los derechos humanos, se crea en Reino Unido, Amnistía Internacional.

· Para los católicos, comienza el Concilio Vaticano II.

· El Papa (Juan XXIII) excomulga a Fidel Castro.

· La moda femenina se revoluciona cuando Mary Quant diseña la minifalfa, convirtiendo esos veinticinco o treinta centímetros de tela en un símbolo de la liberación de la mujer.

· En música, The Beatles lanzan su primer sencillo, «Love me Do». Aparecen los Rolling Stones. Vicinius de Moraes y Tom Jobim componen el bossa nova más famoso hasta ahora, La Garota (chica) de Ipanema. Mención especial es la versión que hace Frank Sinatra con este último compositor.

· En cine, fallece Marilyn Monroe. Es el año en el que nacen Tom Cruise y Jodie Foster. «007 contra el malvado Dr.NO» permite a James Bond meter su imagen en nuestras vidas por primera vez. 

· En diciembre, y por supuesto con miles de cosas importantes o menos importantes que en ese año de 1962 habían ocurrido y que difícilmente se pueden plasmar aquí, se toman por primera vez las doce uvas de Fin de Año, retransmitidas en directo por Televisión Española.

· Un poco antes, en el mes de noviembre, aquí en Buñol se inaugura la Biblioteca Municipal en los bajos del Ayuntamiento.  

Verano de 1962, principio del mes de agosto. 

El viernes día 3 teníamos que estar en la ciudad Navarra de Estella, yo tenía doce años. Un día antes, en las inmediaciones del «Cocherón», con el autobús ya con el motor en marcha, mi madre decía: 

–Paco, te confío a mi chico, ten cuidado de él. 

–No te preocupes Amelia, lo cuidaré como si fuera mi hijo. 

Y así fue durante todos los días que los Feos estuvimos por primera vez en las Fiestas de Estella. El tío Paco Pallás (Presidente de la Sociedad) me cuidó como si fuera uno de sus hijos, a mí y a todos los que como yo teníamos más o menos la misma edad.

Con ese diálogo entre mi madre y el presidente comenzaba para mí un viaje que jamás podré olvidar. Yo, como muchísima gente de mi edad en aquella época, no habíamos pasado de Valencia, y de buenas a primeras nos veíamos rumbo a lugares que no sabíamos ni colocar en el mapa. Los más veteranos habían salido con la Banda a Huesca, pero no era mi caso.

El autobús, conducido por Roberto Martínez, comenzó su andadura: Valencia, Sagunto, Teruel, descanso para estirar las piernas, vuelta por los jardines cercanos al ferrocarril, la estatua de los Amantes y la desilusión del Torico, pues creía (por su fama) que era algo grandioso y al verlo tan pequeño en una columna tan grande me quedé un poco despagao. Quiero manifestar que todos los recuerdos son de aquel momento, porque jamás he vuelto a hacer ese recorrido. Vuelta al autobús y más y más kilómetros: Torremocha, Calamocha, Daroca, Zaragoza; el autobús se detiene en la Plaza frente a la Basílica del Pilar, los más entran al Templo. Yo, desde siempre (aún ahora), estoy fascinado por los ríos, y en esos momentos el ver el río Ebro es lo más que puedo soñar, me quedo como hipnotizado viendo tanta agua, la fuerza de la corriente e incluso el temor de poder caerme en él. Allí estoy hasta que tenemos que subir de nuevo al autobús, Tudela, otra vez el río, Logroño, el río, siempre el río. En la ciudad, una calle estrecha, alguien dice, «Esta es la calle donde nació Pepe Blanco». «La Viuda de Solano, los mejores caramelos de café con leche de España», comenta otro. 

El viaje fue pesado, muy pesado para un crío pequeño como yo, que encima se mareaba, pero iba metiendo en mi memoria cada uno de los pasos que se estaban dando, no quería que nada se me pasara por alto, para luego contárselo a mis padres. 

Por fin Estella, el Montejurra al fondo, en escuela había oído hablar de él, las guerras carlistas, Zumalacárregui. Descendimos del autobús, creo recordar en la puerta del Ayuntamiento. Los mayores descargaron el instrumental pesado, timbales, tubas, bombos… nosotros nuestros instrumentos (yo el saxo soprano). Los atrileros, como siempre sin parar, partituras, cajas, no recuerdo si también atriles. En fin, un trabajo de aúpa. 

Nos vamos al lugar donde teníamos que alojarnos, nos meten en una especie de asilo, largos pasillos, oscuros, extraños, una gran sala con muchísimas camas, como si fuese un hospital de esos que salen en las películas de la Segunda Guerra Mundial. En fin, un lugar que más parecía una casa de locos que otra cosa y que a mí me daba sencillamente horror. Psicosis, la bautizó Fernando Vallés-Po, en recuerdo a la película de ese nombre dirigida por Alfred Hitchcock, tantos sobresaltos daba a los espectadores en el motel donde transcurre toda la secuencia. 

Comer, afortunadamente lo haríamos en un restaurante más acogedor, aunque todavía retengo en las pituitarias olfativas el rarísimo olor de una sopa que todos los días nos ponían como primer plato, que nunca probé.

De todas maneras, rendidos como estábamos del dichoso viaje, cuando nos acostamos la casa de Drácula aquella me parecía el Paraíso y sobre todo esa primera noche me quedé frito nada más dejarme caer en la cama.

Diana, todos a desfilar por las calles del pueblo, acto necesariamente obligatorio para todos los músicos, aunque bien es verdad que los últimos de los días de fiesta ya no eran tan multitudinarios, la diana, los conciertos en la Alameda junto al río, no recuerdo bien si alguno en la Plaza de los Fueros, debían estar en el contrato, pues se repetían día tras día, así como era de obligado cumplimiento el acompañar a la Corporación Municipal, en la Bajada del Puy (el primer acto de las fiestas), donde, aunque el recorrido de la Virgen del mismo nombre desde su Santuario no era muy largo, se me hizo interminable dado el carácter que tenía, una especie de romería a la que asistía creo que todo el pueblo (tipo Tomatina, pero con las calles mucho más estrechas), y en el que los empujones y el no dejar caminar eran de los motivos más tradicionales. 

La Banda, que marchaba acordonada por varias decenas de jóvenes que hacían de parapeto, lograba hacer sonar sus notas a duras penas. Recuerdo que los últimos doscientos o trescientos metros de la bajada podrían costar dos o tres horas. En fin, un palizón que te duraba tres o cuatro días. 

Como era la primera vez que la Banda estaba en Estella, lógicamente todos los actos que realizábamos eran la primera vez que lo hacíamos, así que los más pequeños también entramos en la dichosa «bajadita», pues los directivos de la Sociedad y Don Mariano (Mariano Puig Yago, director de la Banda), tampoco sabían de qué iba el asunto.

Yo, al tocar el soprano, estaba más o menos protegido al ir en la parte de atrás, pero Paco Badía, que tocaba los timbales en los conciertos pero la caja en los pasacalles, y por lo tanto iba delante, me comentaba más tarde «que la cosa no había sido tan divertida», debido a los zarandeos que había recibido. Fin del primer capítulo. 

Manuel Roca Vallés
Recordando otras cosas del 68

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