El trabajo de la mujer en las industrias papeleras

INTRODUCCIÓN

El crecimiento de la industria papelera en España se da en la segunda mitad del siglo XVIII. La expansión se debe al estímulo que supuso la intervención estatal, con la:

– Exención de impuestos para las industrias nacionales.

– Implantación de medidas arancelarias para proteger el papel autóctono.

– Prohibición de exportar trapos con el fin de garantizar la materia prima.

– Ventajas legales para la exportación a América.

Los fabricantes se fijan en Buñol por:

– Proximidad al importante núcleo urbano.

– Existencia de un mercado abastecedor de materias primas.

– La orografía y la abundancia de agua con numerosos manantiales, así como los ríos Buñol y Juanes.

– El aire era importante para secar el papel mojado.

– Existencia de mano de obra preparada para la actividad industrial.

– Muchas de las fábricas del papel aprovecharían la ubicación de molinos de harina que ya existían y se instalarían en el mismo lugar aprovechando la noria para abastecerse de agua y triturar el papel. Por eso antes las papeleras se llamaban “Molino”.  Molino de la Jarra; Molino La Milocha; Molino el Rincón o Anacleto Ferrer (el Fartera); Molino Máñez; Molino Vento; Molino Galán; Molino la Bajoca; Molino Cachorro; Molino de Enmedio o Ismael García; Molino de los Simones; Molino de la Estrella o la Trinidad. Molino de Corrons.

CRONOLOGÍA DE LA INDUSTRIA DE PAPEL EN BUÑOL.

Al terminar la Guerra Civil la industria papelera de Buñol entra en una nueva fase de expansión al beneficiarse de las dificultades que atravesaba la industria vasca para importar pasta de celulosa, resultado de la política autárquica de la dictadura.Cervera cifra en doce las fábricas de papel activas en los años 40-50, fábricas que elaboraban fundamentalmente papel de estraza dedicado al comercio y cartón para hacer muñecas y Fallas; en cada una se empleaban de 10 a 12 hombres y de 12 a 18 mujeres aproximadamente (1998,151).

La fabricación era controlada exclusivamente por hombres, la manipulación por mujeres y algún niño como aprendiz. El trabajo de los hombres consistiía en estar al cuidado de las máquinas controlando el proceso productivo, desde la elaboración de una pasta de papel con trapos y papel viejo, hasta que salía de las máquinas el papel mojado.

En 1950 funcionaban 17 molinos, que empleaban a 418 obreras y obreros, a los que se añadían otros 30 empleados y empleadas en dos empresas de manipulado (Verdet, 2003,174); de estos datos se deduce que eran empresas pequeñas y además poco capitalizadas.

En 1960 empiezan a instalarse máquinas que sacaban el papel, y ya en los años 1970, máquinas cortadoras, máquinas que sustituían el trabajo de las mujeres hasta hacer desaparecer por completo a las hasta entonces populares papeleras.

EVOLUCIÓN DEL NÚMERO DE FÁBRICAS DE PAPEL

En época de guerra, Corrons dejó de hacer papel y se convirtió en una empresa de armamento, donde   también trabajaron mujeres.

Ciertamente la Guerra Civil quebró el proceso, pese a que algunas fábricas siguieron funcionando, cambiando la mano de obra masculina por femenina. La papelera de Calatayud en los años 1956-1957 introduce una máquina donde el papel ya salía seco. Y hacían bolsas de papel de medio kilo, 1 kilo y 5 kilos.

EL TRABAJO DE LAS MUJERES

Según los testimonios que hemos recogido de trabajadoras en las fábricas de papel había una secuencia común en todas ellas que pasamos a detallar.

– Entraban a trabajar a partir de los 13-14 años.

– Dejaban de trabajar cuando se casaban. Por lo tanto, trabajaban de 10 a 15 años máximo.

– No siempre han estado aseguradas.

– Cuando se casaban les daban una dote y dejaban de trabajar.

– El horario era de: 9:00 a 13:00 y de 14:00 a 18:00h. Tenían 1 hora para comer. Cuando empezaba a hacer calor, a partir del mes de mayo, en las empresas que el tejado era chapa metálica, debido a las altas temperaturas, trabajaban de 6:00 h a 14:00h.

– Trabajaban de lunes a sábado.

– Su trabajo consistía en: cogían los pliegos de papel mojado (que pesaban de 12 a 15 kg) y cargados al hombro, subían dos o tres tramos de escalera para tenderlo en lo que se denominaban las «porchas». Las cuerdas donde debían tenderlos estaban a unos 4 metros del suelo. Para poder alcanzar las cuerdas se subían en grandes bancos de madera con el papel y desde allí lo tendían. Cuando el tiempo era bueno el papel se secaba en una semana, pero en invierno la humedad impedía que se secara, entonces los pliegos se tenían que recoger de las cuerdas y extenderlos sobre el suelo.

Una vez el papel estaba seco, las mujeres lo bajaban del tendedero, cogían los pliegos y los bajaban al martillo, una gran pieza de metal que subía y bajaba mediante un mecanismo de poleas. El papel se ponía debajo de ese martillo, lo iban moviendo para alisarlo y dejarlo perfectamente presentable para sacarlo al mercado.

La última fase consistía en contar los pliegos de papel. Los ponían en forma de abanico y contaban a mano y después en resmas. Por lo general cada mano constaba de 24-25 pliegos y cada 20 manos correspondían a una resma. En otras fábricas agrupaban en resmas, que podían ser planas o dobladas, y de 500 láminas o 250 láminas, con las medidas que el cliente pedía. En un principio el trabajo se hacía totalmente manual y más tarde salieron las resmadoras, que facilitaban el trabajo, porque cortaban y contaban. También seleccionaban y retiraban aquel papel que salía defectuoso. Alineaban los pliegos. Finalmente se embalaban y apilaban las balas

El procedimiento era idéntico para todos los tipos de papel, que se diferenciaban únicamente por el mayor o menor refinado de la pasta, su blanqueado mediante cloruros o el coloreado con anilina.

– Trabajaban a destajo. Entonces cobraban igual o más que los hombres. Las trabajadoras que empezaron en los años 40 cobraban de 2,5 a 3 pesetas al día, 15 a 18 pesetas semanales. A partir de los años 50 cobraban 35 pesetas semanales y algunas empezaron a cobrar 56 pesetas semanales cuando iban a destajo. El sueldo de los hombres era de 250 pesetas semanales.

– No tenían vacaciones. Soló descasaban los festivos.

– Algunas mujeres trabajan en casa contando papeles para el molino Layana, para las permanentes de las (peluquerías). Les pagaban 2 pesetas cada fajo de 1.000 papeles.

– La mayoría lo viven como una experiencia bonita de buenos recuerdos.  

– Las mujeres de Buñol comenzaron a trabajar en las fábricas de papel en 1940, incrementando su participación de forma importante en las décadas de los 50 y 60.

– Las mujeres dejaron de trabajar en el sector de papel en torno al año 1983. 

AGRADECIMIENTOS

– A todas las trabajadoras de la industria papelera, tanto a las que ya no están con nosotras, como las que están y han formado parte del desarrollo industrial de Buñol y abrieron el camino para otras mujeres.

– Al testimonio de trabajadoras de las fábricas del papel que nos han relatado sus vivencias: Amparín, Pepita, Pelegrina, Pepica Galarza, Mari Nieves, Conchín, Esmeralda…)

– Trabajadoras y familiares que nos han dejado fotografías para hacer este documento más testimonial.

BIBLIOGRAFÍA

– Molinos papeleros en la Hoya de Buñol (Antiguo Condado). Emilio Estellés Zanón, Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura Educació y Esport, Valencia, año 2006
– La industria Papelera de la Hoya de Buñol. Federico Verdet Gómez, Instituto de Estudios Comarcales de la Hoya de Buñol-Chiva, Valencia, año 2003.
– Historia papelera de la provincia de Valencia. Gonzalo Gayoso Carreira.
– Historia de Buñol. Universidat de Valencia. Facultad de Geografía e Historia.

Pegua Ruíz Corachán

Pilar y Begoña Delgado

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