Historias pequeñicas

En los años cuarenta, ¡qué bien lo recuerdo! Por la vieja senda, un día de aquellos. Subía un haz de leña, iba muy despacio, Caminaba muy bajo, casi tocando el suelo.

Bajo del haz caminaba muy lento, como no pudiendo por tanto peso, un niño pequeño… de ¡once años!, que estaba agotado por aquel esfuerzo.

A pesar de los años y el paso del tiempo, y por lo tozudos que son los recuerdos, conservo en mi mente cual si fuera ayer aquel trabajo que hacía… 

¡MI PRIMO, EL MÁS PEQUEÑO!

Arturo Sáez Perelló
De profesión persona mayor

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