Historias pequeñicas. La excursión.

Como quedamos mi pareja y yo y otra pareja de amigos de Valencia, a las nueve de la madrugada salimos para hacer una excursión a Buñol que promete ser estupenda. Como yo conozco la ruta, voy a hacer de cicerone, mejor dicho, de guía turístico, que queda más moderno.

A las diez estamos en el paseo de San Luis tomando unos bocadillos de jamón con el pan tostado, untado con tomate, que estaban para volver. Encargamos una paella para las dos.

Empezamos la excursión propiamente dicha en el mismo paseo, donde quedamos admirados por el precioso y magnifico conjunto que han conseguido, al pie de la roca, junto al famoso charco de San Luis.

Yo les explico que aquí había un antiguo y enorme graderío que hoy, al existir el auditorio, ya no tenía objeto para lo que se construyó, con lo que al eliminarlo se ha creado más espacio como ampliación del entorno de esa joya de la naturaleza que es el charco de San Luis.

Y, como veis, al tener más espacio se ha construido este magnífico y precioso lago, con el continente blanco, al más puro estilo Jorge Manrique, que con el fondo de la roca forma este magnífico conjunto que estamos admirando, que por la estética y el paisaje crea un entorno paradisiaco.

Luego de elogiar el buen gusto que han tenido para embellecer el paisaje, seguimos nuestra ruta hacia el charco de la canal, que está a cinco minutos.

Y haciendo un poco de historia, les explico a mis amigos por qué se llama el charco de la canal y es porque sobre el río existió un bonito arco con canal que lo derribó la riada del 57, al cual sustituyó una canal de hormigón, poco decorativo, si bien cumple el objeto de llevar el agua de la presa para uso industrial.

Pero al llegar y ver el conjunto tan maravilloso y decorativo que han creado para llegar a la presa para ver brotar el agua de la roca, han construido una plataforma de hormigón cuyos soportes quedan ocultos por la abundante vegetación, a la que se llega mediante un magnífico y bonito puente de madera (en principio pensaron hacer un puente colgante), pero que, aprovechando la canal existente como soporte, resultaba más económico de madera, cuyas bonitas barandillas se prolongan rodeando todo el perímetro de la plataforma elevada, que teniendo como fondo la roca crean la belleza que estamos admirando, que invita a hacerse las clásicas fotos como recuerdo.

Luego seguimos nuestra ruta prevista hacia la fuente de La Teja, en el monte de la Cruz. Y es digno de todo encomio y admiración el diseño tan bello que han creado, formando un conjunto tan bonito, con esa preciosa cascada de tres saltos, con el agua que nace a mucha altura, con lo que el proyectista se ha lucido al realizar una pequeña joya digna de figurar en los catálogos turísticos. Yo le pongo un diez. Y mis amigos elogian el perfecto aprovechamiento que han hecho con el agua.

Dejamos el coche aparcado y por unas rampas escalonadas bajamos al Puente Natural y al cañón de Carcalín, donde admiramos el capricho de la naturaleza al dar forma tan espectacular al paisaje. Como no se puede pasar bajo el puente como teníamos previsto, damos por terminada la visita.

Como es pronto para la comida, vamos a dar una vuelta por el río Juanes. A las dos estamos en San Luis para dar buena cuenta de la paella, la cual ha estado exquisita y bien lubricada con un buen Rioja, como corresponde a tal manjar. Al tiempo del carajillo de tres colores, nos pregunta el camarero que qué tal nos ha parecido la paella. Le felicitamos. Entonces el camarero aprovechó la ocasión para hacer patria, nos dijo que por historia está obligado a hacer buenas paellas, ya que según Hespen y Suarez, en el magazine del periódico El Mundo, con texto de Violeta G. Palencia, la primera paella está catalogada en la Hoya de Buñol en el siglo XVIII, con lo que quedamos admirados por lo bien documentado que está como historiador. 

Nos recomienda caminar un poco por un paseo que han hecho en el río, al que llaman Paseo Fluvial. Les pregunto a mis amigos que qué les ha parecido y me dicen que es un «passeig vora riu molt bonic».

Queríamos ver «el Molinico del Tío Cañete», que dicen que lo han remozado y acondicionado como visita turística cultural, pero no podemos acceder porque está cerrado. Mis amigos querían subir al Castillo, pero al saber que La Torre es inaccesible han desistido y lo dejamos para otra vez. 

Les propongo ir a comprar embutidos de Buñol, que son muy buenos, y magdalenas, que son las mejores del mundo. Y en ese momento… ¡Coño, va y me despierto! Y es como dijo el poeta: los sueños, sueños son.

Arturo Sáez Perelló
De profesión persona mayor

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