Vicente Hernández «Churrico» es uno de esos deportistas que marcan época. Su contrastada calidad como futbolista viene avalada por el prestigio de los clubes en los que militó.
Comienza –faltaría más– en el Buñol Sporting Club, donde es observado por ojeadores de otros equipos, que ven en Vicente algo especial en su forma de manejar el balón.
Corría el año 1922 cuando ingresa en las filas del Buñol S.C., donde se forjaría como jugador, alternando con su trabajo de pintor mural. Vicente jugaba en la línea media –centrocampista, que decimos ahora– y su estilo de juego era básicamente temperamental. Corto de estatura, pero largo de pundonor y coraje. Lo de la estatura no era óbice para que destacase por su juego de cabeza y, así, en la disputa de balones por alto, solía ganarles la partida a jugadores más altos que él. Esto le permitió marcar muchos goles de cabeza en saques de esquina. Su progresión en el toque de balón, colocación y visión de la jugada pronto le hacen destacar como jugador deseado. Así, en 1926 es fichado por el Gimnástico, equipo de la capital que posteriormente se fusionaría con el Levante. En 1927 lo ficha el Valencia, que tiene que pagar la «cuota» para librarlo del servicio militar (una práctica de la época para no truncar la carrera a deportistas profesionales). Pero Vicente es un jugador con mucho amor propio y, como quiera que en el Valencia no juega todos los partidos que él hubiera deseado, en 1928 fuerza su cesión a su club anterior, el Gimnástico, donde había sido titular habitual.
En 1936 contrae matrimonio con Marina Galarza «Senalag», su novia de toda la vida, que cuatro años antes había sido elegida Miss Buñol por aclamación popular, en San Luis. Fruto de este matrimonio son tres hijos, uno de los cuales, Vicente, el único varón, fue también jugador y entrenador del Buñol, al que ascendió por segunda vez a la tercera división en su etapa de entrenador.
Tras el Gimnástico, los últimos equipos de Vicente como profesional son el Elche y el Onteniente. Después, apura su última etapa deportiva regresando a sus orígenes, es decir, a su patria chica y al club de sus amores, en el que aprendió y creció como futbolista. Esto permite al C.D. Buñol y a los buñoleros disfrutar del buen futbol de un Vicente veterano que defiende los colores del club de su pueblo hasta la edad de cuarenta años. Obviamente ya no tiene la fuerza física ni la velocidad de sus comienzos, pero lo compensa, sobradamente, con la experiencia y clase adquiridos en el fútbol profesional.
Tras su retirada definitiva como jugador, todavía continúa vinculado al CD Buñol como entrenador.
El fútbol profesional de entonces no tenía nada que ver con el de hoy. Los profesionales tenían fichas y sueldos modestos, que solo daban para vivir y, si uno era ahorrador, podía guardar unas pesetas en previsión de futuro. Algunos lo suplementaban con algún negocio o trabajo a tiempo parcial. En ese sentido, Vicente no puede decirse que se enriqueciera con el fútbol, pero vivió de él durante casi dos décadas. Hombre emprendedor y previsor, montó una droguería en la calle Mendizábal, de Valencia –hoy calle Cura Femenía–. Al estallar la Guerra Civil Vicente es movilizado y marcha a Madrid, integrado en la Brigada de Ingenieros. Finalizada la contienda se encuentra con que su negocio ha sido requisado para dar cobijo a unos refugiados madrileños y todo el género ha desaparecido. Entonces desmonta todo lo utilizable y monta otra droguería en la Plaza del Pueblo, siendo la primera que se instala en Buñol. Este negocio y su trabajo de pintor mural son su medio de vida hasta su jubilación.
Al concluir su etapa dedicada al fútbol, el «Árbitro Supremo» le concede una generosa «prórroga» en el «partido» de la vida, que él sabe gestionar y disfrutar entregado al trabajo, la familia y los amigos. Tiene fama de guisandero y se junta con un grupo de amigos cazadores, como hatero, (encargado de la logística, víveres y guisos) sin escopeta, porque no es cazador. Hasta se inventa un guiso que llama «conejo al paraíso» cuya receta desconocemos.
En 1989 fallece Vicente a la edad de ochenta y dos años. Así termina el «partido» de su vida, con un triunfo holgado, como buen deportista, buena persona y buen ciudadano.
Fuente de imágenes y datos:
– Vicente Hernández Galarza (hijo del personaje).
Del libro «La Villa de Buñol en el tiempo». 2ª edición – 2022. Con permiso de su autor.
Juan Simón Lahuerta
Buñolerómano