Educación «con distancia»

Llega el mes de septiembre y con él solía venir “la vuelta al cole” en todas sus etapas y edades. Y digo “solía” porque mientras escribo estas líneas –a 27 de agosto– todavía no está del todo claro cuándo, cómo y de qué manera se va a realizar, al menos en la Educación Infantil y Primaria, y en la Educación Secundaria. 

Algunas Comunidades sí tienen algún plan –insuficiente– de contingencia y otras no tienen otro plan que enviar a l@s niñ@s a las aulas de cualquier manera porque si no están allí, su padres y madres no pueden seguir produciendo “y oye, eso no puede ser”. Sea como sea, en este momento, a sólo 11 días del supuesto inicio de curso en primaria, todavía están reunid@s l@s consejer@s de Educación de las 17 Comunidades Autónomas con la Ministra de Educación “para coordinar y homogeneizar los protocolos a seguir para el inicio de curso”. Parece que desde mayo que empezamos a salir del desconfinamiento y las cifras de contagios y muertes descendieron, no han tenido tiempo hasta hoy de trazar un plan conjunto para una vuelta segura a las clases. Supongo que andaban –y andan– más preocupados por “reactivar la economía”, y no tanto por la salud de l@s niñ@s. 

No parece pues, que la salud pública esté por encima de la economía, sino todo lo contrario. Baste decir que si la vuelta al cole no es segura para los peques, tampoco lo es para l@s maestr@s, las familias y, por ende, para toda la población. Yo mismo, como padre, sigo planteándome hoy si llevar a mi pequeño de 3 años al colegio. Sin embargo, con toda la importancia y la gravedad que esto tiene, no es este el debate que nos ocupa aquí. Dando por hecho que las clases de los más pequeños comenzarán –presuntamente– el próximo 7 de septiembre, reflexionaré en estas líneas acerca de un asunto que, unido a todo lo anterior, es bastante preocupante; y no es otro que el cómo conjugar una educación presencial de calidad en un entorno –dando por hecho que es seguro– social y colectivo de aprendizaje, con la –necesaria– distancia personal que debe haber entre l@s alumn@s. Y es que esa maldita “nueva normalidad” que van a tener que asumir nuestr@s hij@s distará enormemente de aquella que se encontraron hace solo un año. 

Si algo caracteriza –especialmente en las primeras etapas de desarrollo– a l@s niñ@s, es su enorme ansia de socializar con los que, a partir de ahora, serán sus primeros compañer@s en el cole, un espacio hasta ese momento desconocido para ell@s. 

En lo que respecta a la Educación Infantil, la Escuela es un espacio básicamente lúdico, donde es cierto que empiezan a aprender rutinas y a adquirir conocimientos básicos pero que, a mi entender debe ser un lugar para desarrollar capacidades sociales y afectivas desde actividades y juegos colectivos y el contacto personal. Y es aquí donde encontramos el problema que nos plantea esta extraña vuelta al cole en el contexto de una pandemia mundial, donde una de las directrices para evitar contagios es precisamente evitar aquello prácticamente inevitable en niñ@s de entre 3 y 5 años: que se toquen, se abracen, se besen o establezcan cualquier forma de contacto entre ell@s. De ahí mis primeras reticencias a lo que nos venden como “una vuelta segura al cole”. 

Pero el problema va mas allá, porque dando por hecho –que es dar mucho– que habrá ciertas medidas (enfermer@s en cada cole tomando temperatura, ratios MUCHO más bajas, más profes…) que ayudan a reducir las posibilidades de contagio –que NO a evitarlas–, nos encontramos con lo peligroso que puede ser para niñ@s tan pequeños obligarles –por mucho que se haga hincapié en el peligro “del bicho”– a no entrar en contacto físico con sus amiguit@s del cole. Desde un punto de vista diletante (no soy psicopedagogo) me parece que puede afectar mucho al desarrollo psicoafectivo de nuestros peques pasar, aunque solo sea un año (recordemos que ya llevamos 6 meses peleando porque “no toquen nada ni a nadie”), sin entrar en contacto –o evitándolo lo más posible– con sus primer@s amig@s, o con aquell@s que están deseando ver, tras 6 meses sin poder hacerlo debido al confinamiento. Desde luego, en el caso de la Educación Infantil, la cosa va a resultar casi como ponerle puertas al mar. Currazo que tienen por delante l@s maestr@s de l@s más peques. Toda la suerte del mundo para ell@s. 

El caso de l@s niñ@s del primer ciclo de Primaria será similar al de Infantil, con el “agravante” de que tendrán que usar mascarilla. No sé a vosotr@s, pero a mí me va a parecer muy marciano ver a una clase de niñ@s de 6 y 7 añicos, tod@s con mascarilla, por muy necesaria que sea esta. Va a ser muy extraño para ell@s, pero también para l@s maestr@s. No ver su expresión es un hándicap que tendrán que afrontar las profesionales de la enseñanza. Porque la expresión facial da muchas pistas, no sólo para lo pedagógico; también para los estados de ánimo. Y eso es algo de los que estamos en la docencia debemos tener en cuenta para ejercer nuestra profesión con garantías. 

La salida a los patios, teniendo en cuenta que se pueda hacer de forma ordenada y escalonada, va a ser también rarísima: mascarillas, poco alumnado, nulo contacto… Con sinceridad, no sé si es el mejor entorno para el aprendizaje. Algunos diréis: ”es el que tenemos”. Vale. Sí. De acuerdo, pero no es el que conviene a nuestros hij@s. 

Tampoco la educación a distancia –para el que pueda recibirla– es la solución. Hemos visto los problemas: brecha digital, conciliación laboral, saturación de pantalla, cansancio mental… y DISTANCIA. Más distancia. Aunque esta última es la más segura para evitar contagios, todo el mundo puede acceder a ella, ni se ha legislado en este sentido para que madres y padres puedan conciliar sus trabajos con la estancia de l@s niñ@s en casa recibiendo clases y haciendo sus tareas. Hemos visto una vez más, en los meses en que hemos estado con los peques en casa el curso pasado que, en la mayoría de los casos, han sido las mujeres quienes han tenido que acarrear con la tarea doble o triple de ejercer su profesión y/o labores de casa y ayudar a los niños con los deberes telemáticos. Y eso tampoco puede seguir así. 

No es este un texto para convenceros del peligro absoluto de la distancia física en la educación presencial de nuestr@s hij@s. Lo que intento poner encima de la mesa son las carencias que esa limitación puede acarrear en el desarrollo evolutivo de nuestros pequeños, los miedos y el desapego que pueden desarrollar hacia sus compañer@s y que puede que arrastren el resto de sus vidas. Sí. Suena muy exagerado, pero es que los más pequeños, especialmente, están desarrollando en esta etapa aspectos importantísimos de su personalidad y habilidades sociales para que en el futuro puedan seguir utilizando esa sociabilidad que nos caracteriza –quizá cada vez menos– a la especie humana. Las nuevas tecnologías de comunicación y las redes “sociales” nos lo están poniendo cada vez más difícil. Una educación sin contacto, sin sonrisas, sin abrazos y con barreras podría dar la estocada a una especie, la humana, que cada vez se siente más extraña entre sus iguales. Ya no digamos con el resto de especies. 

No tengo la solución para esto. Ojalá, pero no tengo nada claro que volver a las aulas de esta manera, con el agravante de que no van a ser seguras para nuestr@s niñ@s, sea buen@ para ell@s, ni para el resto de la población. Quizá ha llegado el momento de decidir qué queremos, si salvar por enésima vez un sistema económico en clara descomposición, o cuidar lo que queda de humanidad en nosotras para forjar un nuevo paradigma donde la salud y los afectos vuelvan a ser el hilo conductor de la humanidad antes de que “la economía de Mercado” nos los arrebatara. 

Y eso, ahora, no nos lo permite esta maldita pandemia. El gran pedagogo brasileño Paulo Freire decía “La educación no cambia el mundo. Cambia a a las personas que cambiarán el mundo”. Pensemos pues, si esta es la manera en que queremos educar a aquell@s, nuestros hij@s, que tienen el futuro en sus manos.

Jose Guerrero Moliner
Padre

 

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