Josefa Ibáñez Lambies, la panadera comunista

Hace unos días desde la dirección de la revista asíesbuñol magazine plantearon la oportunidad de escribir un artículo sobre el trabajo de las mujeres horneras y concretamente hacerlo focalizándolo en la vida de mi abuela Pepa, una mujer que, como tantas otras, fueron víctimas de una época, de unos años de penurias, guerra y dictadura.

Josefa Ibáñez Lambies nació en Buñol en el año 1900, en el seno de una familia trabajadora. Sus padres José y Margarita tuvieron cinco hijas: Pepa, Margarita, Mercedes, Constancia y Asunción.

Se casó con Joaquín Masmano Pardo, de profesión panadero y dirigente del Partido Comunista de España, asesinado en Talavera de la Reina el 13 de septiembre de 1936 de un disparo en la cabeza y arrojado al río Tajo junto a otros nueve dirigentes políticos, conocidos como «los del barco Dómine de Canarias» y cuyos cuerpos nunca fueron encontrados.

Tuvo dos hijas y dos hijos: Constancia, Margarita, Carlos y Chimo. Este último mi padre, que fue Alcalde de Buñol en las primeras elecciones democráticas de 1979.

Josefa era diabética y falleció a consecuencia de la enfermedad en 1953 a la edad de 53 años.

Desde los veinte años trabajó como panadera en el horno de la calle Gravina nº1, justo detrás de la Iglesia del Pueblo.

El horno era propiedad de la familia de los Silla (Rolo), estando arrendada durante muchos años, hasta ser adquirida en propiedad por la familia Masmano en los años sesenta.

La tía Pepa, como era conocida por todos, trabajó toda su vida en las tareas propias de la panadería, compartiendo primero con su marido y después con sus hijos el proceso de fabricación del pan, bollería, etc.

En los años veinte, mucho más también en los años de guerra y post guerra, la carencia de bienes y poder económico creó la figura de las olleras, que eran las mujeres que utilizaban las instalaciones del horno fuera de las horas nocturnas de la propia producción, es decir, por las mañanas o tardes, para hacerse su propio pan, bollería, pastas, etc.

Los hornos en aquellos años de escasez, también en esas horas de no producción, se aprovechaban para cocer arroces, boniatos, manzanas, calabazas, etc.; en general, los productos cosechados en las huertas locales.

La venta del pan, la elaboración de la bollería, los cocidos diurnos, eran efectuados por las horneras, que solían ser las mujeres o hijas del matrimonio. 

Eran las horneras, son las mujeres panaderas también hoy, trabajadoras de muchas horas diarias y de gran capacidad artesanal: rosquilletas, rollos de anís, mantecados, cruasanes, ensaimadas, empanadillas, panquemados, rollos careados, pasteles de boniato, tortas de caja, bizcochos, brazos de gitano… componen un conjunto de bollería de gran especialidad.

Y, volviendo a los años de mi abuela en el horno (1920-1953), las penurias y escaseces impregnaban la pobreza general y especialmente de auto supervivencia de las clases trabajadoras, por aquellos años con un bajísimo poder adquisitivo. Apenas los que tenían trabajo en fábricas eran capaces de resistir, ni que decir de los jornaleros y demás sectores, muchísimo menos protegidos.

En ese contexto social vivió mi abuela Pepa, viuda a los 36 años y con cuatro hijos pequeños. Posteriormente, entrados los años cuarenta, ya se incorporaron al horno sus dos hijos, Carlos y Chimo.

Ella pertenecía al PCE y era una dirigente política destacada, como así testimonia el hecho de que en 1936 fuera la primera mujer en ir en la candidatura del Partido Comunista de España para las elecciones Generales al Congreso de los Diputados y fue la primera concejala en el Ayuntamiento de Buñol durante los años 1936-39.

Desempeñó responsabilidades importantes en el Ayuntamiento para suministro y mantenimiento de las necesidades sociales de las familias más desprotegidas en los años de la guerra, y fue la delegada de  evacuación en la contienda civil. Ella misma con sus hijos estuvo en el puerto de Alicante para marchar al extranjero tras la finalización de la guerra ante la amenaza de represalias de cárcel o fusilamiento. El 27 de Junio de 1939 fue condenada a 30 años de cárcel. Posteriormente se le conmutó la pena por otra de veinte años y un día, y finalmente el 14 de Mayo de 1941, dos años más tarde, se solicitó la revisión de la pena. La sentencia de 30 años de cárcel fue sustentada por su pertenencia al PCE, sus responsabilidades como concejala del Ayuntamiento de Buñol y la lucha con las mujeres antifacistas. Tras los años de cárcel, apenas pudo vivir diez años más, siempre trabajando como panadera hasta su muerte en 1953 a los 53 años de edad.

Se creó una aureola en Buñol respecto a la figura de la Tía Pepa, según dicen las personas que convivieron con ella, por su bondad, capacidad de trabajo y sacrificio y por sus creencias comunistas.

Socorrió durante muchos años a las familias necesitadas con ayudas de pan y productos de cocción del horno, que juntó a su permanente constancia por lo social y apoyo a las familias represaliadas o encarceladas como fue ella.

El día 12 de noviembre del 2016 el Ayuntamiento inauguró la calle con su nombre, confluyente con la de  Rafael Alberti y el Instituto de Bachiller de Buñol. El Pleno municipal meses antes había acordado poner el nombre de Josefa Ibáñez Lambies a dicha calle como mérito a su labor personal y constante en los valores sociales, el compañerismo, el compromiso social y la lucha por las libertades, jugándose como otras tantas mujeres la vida, la cárcel y la represión del franquismo.

Chimo Masmano Palmer

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