La farola del Tío Dorau. A su memoria.

Hace algunos meses –esto fue en 2012– me encontré paseando con el tío Dorau, el tío Juan, en la plasa, hecho bastante habitual y genuino en Buñol. Después de comentarme que leía mis artículos –cosa que uno agradece en pro del ego– me contó una de sus preocupaciones: “Mante, hay una farola en el Puente Nuevo que no está en su lugar.

El hombre pacientemente me explicó de cual se trataba y qué fue lo que ocurrió para que la cambiaran de sitio. Se lo cuento brevemente: cuando se hizo la pasarela peatonal –gran idea, por cierto– para que los viandantes pasaran por ahí y los coches por su sitio, se colocó una de las farolas del puente en el lado que da al barranco cerca de la panadería. El tío Dorau me decía… “Hay que escribirlo, escríbelo y que la cambien a su sitio, ese no es su sitio”. Me temo que depositó demasiada confianza en lo que puede conseguir un escrito.

Cuando pasé la siguiente vez por el Puente Nuevo me fijé y comprobé que así era, exactamente como me había dicho. De inmediato, me puse a pensar en el porqué lo habían hecho; mi única conclusión fue que de esa forma daba luz desde los dos lados. Por otra parte me llamó la atención  lo singular de que al hombre le importara tanto ese detalle, probablemente casi nadie nos habíamos percatado de un cambio aparentemente tan insignificante. Sin embargo, a él le parecía fundamental que no se rompiera la simetría del puente al quitarle una farola. Me dio la impresión de que lo sentía como si a la fuente de Borrunes le quitaran la máscara (que por cierto así ha sido). Y creo que tiene razón desde un punto de vista emocional y arquitectónico.

Sentí su percepción del asunto como algo muy hermoso, quizá por ese amor que tenemos los buñoleros a nuestro pueblo, al conjunto complejo que configura armónicamente todas aquellas cosas que en nuestra historia personal quedan pegadas como un beso continuo. Probablemente crea esas señas de identidad comunes que nos distinguen, convirtiéndonos en un grupo humano absolutamente singular: Buñol y su cultura.

Recordé como conocí al tio Dorau más de cerca. Fue hace unos treinta y cinco años, quizá algo más, cuando comencé a estudiar música en los Feos
–eran otros tiempos– y los mayores después de un día duro y largo de trabajo con las manos llenas de callos se disponían a ensayar, a hacer música, el susodicho tocaba la trompa y yo el clarinete. Entonces muy pocos músicos eran profesionales y gracias a ellos hoy las bandas cuentan con un gran número de ellos repartidos por el mundo. Siempre digo que no somos conscientes –del todo– del enorme beneficio que le han dado a Buñol a lo largo de su historia sus dos bandas: Los Litros y  Los Feos. O al revés, como gusten.

La misión que me encomendó el tío Dorau queda escrita. Su acción ya ha dado sus frutos, al menos en mi persona, porque me hizo pensar en todas aquellas cosas que en Buñol no están en su sitio o, aún estando, no se miran con esos ojos y no se viven desde el disfrute diario. Esta anécdota y sus palabras me sirven como anillo al dedo para introducir lo que hay que debatir entre los habitantes de Buñol y sus representantes políticos, es fundamental que las personas, todos nosotros, que tratemos de mirar con esos mismos ojos vivos del tío Dorau lugares y aspectos de nuestro pueblo apagados por ese “no darnos cuenta” del valor que tienen las pequeñas cosas, intentando por todos los medios promover la defensa y la puesta en escena en primer plano de lugares emblemáticos en la historia de Buñol y en el presente, tratando de describirlos, cuidarlos, reconstruirlos, de ponerlos ante los ojos de los lectores, para que entre todos, consigamos reavivarlos y colocarlos en el lugar que se merecen. Una fotografía, unas palabras y la acción, sin ella todo queda carente de sentido. Por eso hay que tomarse muy en serio qué queremos que sea Buñol y ponernos a trabajar para conseguirlo.

Hablo del Castillo y todo su barrio, del Ciprés, de San Luis, de la Violeta, del Hortelano, de la Jarra, de Turche, del Roquillo, del Planell, de Borrunes, del barranco los Mudos, de nuestras Huertas, de todas nuestras fuentes, que son muchas, del Puente Natural, del Puente nuevo… de todos esos lugares que están en nuestro día a día y que muchos no visitan más que una vez al año; hablo del desarrollo y el emprendimiento… Propongamos ideas, acciones, programas, planificaciones  e ilusión para intentar que Buñol se Viva con mayúsculas. Para mí, la manera posible de hacerlo es alimentar de naturaleza y de personas todos esos lugares, hacerlos de nuevo nuestros, de cada uno de nosotros de una forma sencilla: cuidando, trabajando y luego disfrutándolo. Hay todavía muchas personas que creen que la vida de un pueblo se construye sola…

Alejandro Agustina Cárcel
Buscador y aprendiz de todo

 

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