Soy incapaz de digerir que desde hace ya un año y medio haya un genocidio retransmitido en directo en el que son masacradxs a los ojos del mundo entero decenas de miles de niñxs e inocentes palestinxs con los mismos o más altos niveles de crueldad y sadismo que la Alemania nazi de los años 40, y desde el Norte Global lo estemos dejando correr mientras seguimos con nuestras vidas.
Simplemente no puedo. Me está devorando por dentro esta sensación mezcla de rabia, impotencia y aunque no quiera, de culpabilidad inducida por quienes están en posición de hacer algo para intentar detenerlo, y sin embargo deciden no hacer nada, convirtiéndose y de paso convirtiéndonos en cómplices del horror perpetrado por Israel en la Palestina ocupada.
Si reducir un territorio entero a escombros bombardeando hospitales, parques, escuelas, y campos de refugiados asesinando, además de civiles inocentes, a periodistas, sanitarios, funcionarios de la ONU y todo el que se pone en su camino no nos escandaliza ni preocupa lo suficiente, debería acojonarnos que el nivel patológico de normalización global que ha alcanzado esta horrenda barbarie, es lo que permitirá que vuelva a suceder en cualquier otro lugar por cualquier otra razón en un mundo que se desmorona, sin que haya de nuevo ninguna reacción al respecto.
Estamos, por desgracia, viviendo la muerte definitiva de los principios morales –si es que alguna vez los tuvimos– de eso que llaman “Occidente”. Es el fin de una época y, quién sabe si de una civilización que, incapaz de resolver los grandes problemas de cariz existencial que el sistema criminal que implantó ha generado, ha decidido inmolarse en su propia indigencia moral renunciando por acción u omisión a todos aquellos valores intrínsecos (empatía, solidaridad, cooperación y compasión) que hasta hace no mucho, el simio averiado en que nos hemos convertido, nos caracterizaba como humanos.
Solo está por ver, si nuestra especie y las que nos acompañan en la Tierra, desaparecen achicharradas en el planeta horno-basurero obra del capitalismo, o si anticipamos nuestra extinción exterminándonos entre nosotros. En Palestina ya han/hemos empezado. Primero a los árabes, después a los migrantes, y cuando ya no queden los de tez oscura o no-blanca, vamos los demás sin excepción, hasta que la codicia de esos pocos canallas que lo acaparan todo, se agote irremisiblemente en un planeta silencioso ya carente de vida.
Tierra llamando al Espacio Exterior. Si hay alguien ahí, por favor, AYÚDENNOS.
José Guerrero Moliner
Blog La Pastilla Roja