Así se hace el jabón del Palo Jabón

Echando la vista atrás y con la documentación pertinente, el primer «Palo Jabón» que se realizó en nuestro pueblo (dentro de la Feria y Fiestas) fue el miércoles 26 de agosto de 1959. Aquel año, el CIM «La Armónica» no pudo celebrar su «Día del Litro» –años anteriores se realizaba miércoles de Ferias, luego pasó a viernes y, por último, a sábado, como en la actualidad–.

La tradición del «Palo Jabón» está muy arraigada en la localidad. La juventud de todas las épocas trata de subir por él –una vez se ha enjabonado– a recoger su recompensa. Recordamos en mis años más jóvenes que el premio por llegar hasta arriba era un pollo. Pero, claro, imaginaos cómo quedaba el pobre pollo después de varios intentos por cogerlo. Esto evolucionó y finalmente se optó por un jamón, que es la recompensa actual. 

En estas líneas os vamos a contar nuestra experiencia de cómo elaborar el jabón para esta cucaña previa a nuestra fiesta más internacional: «La Tomatina». Aquí le dejo paso a mi marido Pedro, él os cuenta cuál es el proceso de elaboración de ese jabón que hicimos durante muchos años en nuestra tienda: Droguería Perfumería Conchín.

En 1997, como sabéis, mi mujer se hizo cargo de la droguería. Cogió el traspaso de la tienda de Maruja Masmano (Zamora), situada en la Plaza del Pueblo número 13. Con ese traspaso iba incluida la elaboración del jabón del «Palo Jabón». La anterior dueña nos dijo su «secreto» y lo mantuvimos intacto, hasta que la droguería pasó a manos de Nuria Agustina. Hasta entonces, junto a mi amigo Vicente Matamales «Chani», lo fuimos elaborando año a año. Era como un ritual que levantaba la atención y la curiosidad de propios y extraños. Y, ¿sabéis lo mejor? Que era uno de los mejores momentos del año. En primer lugar, porque lo compartía con mi amigo –a veces teníamos alguna mano extra, como la de mi amigo Vicente Tarín «Pote»–. Y, por otro lado, porque de alguna manera contribuía a colaborar con la fiesta por la que tengo un especial cariño: «La Tomatina».

Y aquí va la receta –muy sencilla, por otro lado–: agua, escamas de jabón de la marca «Capricho» (que vendía mi mujer en la tienda) y un ingrediente secreto que no vamos a desvelar, pero que era clave para que ese jabón se quedase bien pegado al palo. Una vez teníamos la mezcla, debíamos ir moviendo con un palo de fregona o escoba –lo que hubiese en ese momento a mano por la droguería– hasta que la mezcla se volvía homogénea y era lo suficientemente compacta. Pero el «quid» de la cuestión estaba en ese ingrediente secreto, que hacía que año tras año se quedase el jamón en el palo y no lo cogiera nadie. Pasaron muchos años hasta que lo lograron atrapar y siempre me he preguntado por qué ningún año reclamé el jamón, ya que el mérito era todo nuestro. Lo podíamos haber disfrutado con mi cuadrilla en el tablero de la plaza, pero nunca lo pedí. Quizá porque era muy cumplidor y creía que mi trabajo y mi objetivo ya estaban cumplidos. Lo que sí echo de menos es ese momento del martes por la mañana en el que mi amigo «Chani» y yo compartíamos ese momento y nos convertíamos en una atracción más de nuestra querida Feria y Fiestas. No obstante, cuando me ponga nostálgico recordándolo, podré echar mano de la revista asíesbuñol magazine para verlo y sacar una sonrisa.

Conchín Cusí y Pedro Vallés

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