Eurovision y las divas «Mephisto»

Foto Quejaytee (www.quejaytee.com)

«Nuevos cantantes hacen el ridículo en viejos festivales como Eurovisión» decía Jorge Martínez (Ilegales) en su canción «Yo soy quien espía los juegos de los niños», genial canción que lanza imágenes deprimentes de la sociedad en 1983. Ha envejecido genial, ya que parece compuesta la semana pasada.

Mucho se ha hablado de la supuesta «diva» y su fracaso en Eurovisión, un festival de la canción, o lo que quiera que sea ese engendro burgués casposo enfocado a lo que Noam Chomski califica como «masa aborregada». La niña del entertainment patrio, hija de la industria del entretenimiento que desde bien pequeña torturó los oídos de melómanos de buen gusto con auténticos mierdones como «El baile de el Gorila» o la infecta «Dabadabadá». Volvió de entre los juguetes rotos del musical bussines para hacernos la vida peor con la canción «Esa Diva».

Desde su púlpito mediático nos machacaron con este tema y su intérprete para crear ese aborregamiento masivo cara a un festival donde la música no importa, sino que los parámetros son más sociopolíticos que otra cosa. Un canción de neofolklórica pasada de Redbull que, quitado la producción industrial (que no diré que está mal hecha, pero bueno, esto es el cascarón, la purpurina que envuelve una gran m…..), habla de su carrera como algo épico y de su valentía, habla de sus canciones anteriores, habla de ella, como si nos importara una biografía de niña de la industria venida a menos que trata de salir a flote tras años de ahogamiento de la mano del establishment que la creó, exprimió y destruyó. En definitiva, y usando una expresión sacada de una entrevista a tan ilustre literata: habla de su «ñoco».

Pasados los vergonzantes momentos eurovisivos, esta «diva» autodefinida por sí misma como valiente y poderosa, da una rueda de prensa para abochornar a toda persona que tenga más de dos neuronas y empieza a decir cosas sin base ni sentido. Y escribo este artículo sobre ella porque hay una cosa que se dice, desde hace siglos, siempre en boca de fachas, poderosos y artistas miserables: 

«Yo soy artista y no me meto en política» 

Esta frase siempre la dice alguien que se esconde, que no es valiente, porque la música ha sido, es y será política SIEMPRE, no solo por el constructo sonoro, sino también por el contexto.

Si tu vas a un festival que impide la participación de Rusia por estar en guerra con Ucrania, pero aplaude a Israel por perpetrar un genocidio, y cuando te preguntan te callas la boquita de diva valiente y poderosa, no es que no te metas en política, es que eres una cómplice y una cobarde. Si quedó de las últimas no creo que sea por la canción o por la «viejunidad» de su música, ya que lo que hizo esta chica está más visto que el tebeo y esa forma de cantar de épica edulcorada aburre desde hace mucho, menos a los y las mononeuronales citadas anteriormente. 

Yo veo a la gente cantar y echarse unas risas con el «Expresso Macchiatto» y no con otra cosa.

Pues dicho esto, adiós Melody, espero que para siempre. Cuando salgas de la cueva quizás puedas corregir tu pusilanimidad y ser una artista, no un producto pasajero. Volviendo al título del artículo, me gustaría recomendar una película llamada «Mephisto» de István Szabo, basada en la novela de Klaus Mann, donde un talentoso actor sacrifica su moral y sus principios para ascender en la Alemania nazi, autoengañándose de que lo que él hace es arte y no política. (el final no lo desvelo ya que hacer spoilers es de mal gusto).

Y para concluir, cuando oigáis a alguien decir que «la música es música y la política, política» tened cuidado, ya que estáis delante de un/a facha que os quiere timar. (Maldita sea, si hasta en los serventesios medievales había política, y los juglares que las interpretaban que, generalmente malvivían día a día, tenían más moral y valentía que esta cutre mangurriana).

Enrique Hernández Pérez
Postgrado en Músicas Populares y Otras Músicas

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