Fruta en una alimentación saludable

Acaba de comenzar el verano y la naturaleza nos ofrece uno de sus productos estrella: la fruta. En este artículo vamos a repasar cómo integrarla en nuestra alimentación saludable –cuando y de qué manera debemos tomarla– y qué efectos energéticos causa en nuestro organismo.

Quizás, a primera vista, el primer párrafo de este artículo no tiene mucho sentido hoy en día, ya que podemos encontrar fruta de todo tipo en cualquier estación del año, pero como veremos, consumir fruta todo el año no es lo que más nos conviene. Por ello siempre voy a recomendar el consumo de frutas (y también verduras) de la estación, aunque además sería preferible que también fueran frutas locales, algo complicado en un mundo global donde podemos encontrar productos tropicales en cualquier momento. 

Así, entre octubre y mayo apenas podemos encontrar fruta de forma natural en nuestra zona, quizás algunos cítricos como la naranja, que realmente tiene un origen subtropical y hemos adaptado a nuestra región a base de… muchas sustancias químicas. Se suele decir que «la naturaleza es sabia» y en esta ocasión se trata de una afirmación más que acertada. ¿Por qué la naturaleza no nos deleita con estos manjares durante las épocas frías? Porque la fruta nos enfría, y cuando hace frío nuestro objetivo debería ser mantener el calor en nuestro organismo. Así, en caso de tomar fruta en invierno (producto de otros lugares o cámaras de conservación), deberíamos adaptarla energéticamente, tomándola cocinada, en forma de compota, por ejemplo, o al horno. Así evitaríamos enfriar el organismo y además la haríamos más digestiva. No hay que obviar que para digerir la fruta es necesario tener una buena fuerza digestiva, en caso contrario puede producir problemas.

En este sentido también te aconsejaría no consumir fruta después de comer. Te aseguro que, si yo lo he conseguido, tú puedes hacerlo. Si tienes un buen fuego interno, quizás puedas tomarla sin perjuicios. Pero si no es así, algo común con la alimentación habitual hoy en día, lo más probable es que produzca fermentaciones. En caso de consumirla como postre, mejor que esté cocinada y condimentada con canela o jengibre. Ah, y una pizca de sal hará la fruta más dulce (sí, más dulce), además de combatir la acidez y de hacerla más fácil de digerir. Las frutas crudas que menos alteran la digestión son la fresa y la sandía (excepto si tienes gases o hinchazón de barriga).

Volviendo a la época veraniega, lo ideal, por tanto, sería tomar la fruta de temporada, local (o de otro clima semejante), ecológica (sin fertilizantes ni pesticidas químicos) y madurada en el árbol. ¡Casi «ná»! Y es que la naturaleza nos ofrece la fruta cuando llega el calor porque es muy útil en esta época, pues hidrata el organismo y lo mantiene más fresco. A partir de mayo ya podemos empezar a encontrar fresa, cereza y albaricoque; en junio se une la sandía y la frambuesa; en julio, el melocotón, la nectarina, la mora, la pera y el melón; a finales de agosto, los higos; en septiembre, las manzanas y las granadas. ¡Me encantan todas!

Podría pensarse que la fruta es muy saludable y debe estar siempre presente en nuestra dieta. Bueno, en parte es así, aunque no estoy muy de acuerdo con aquellos que recomiendan cuatro o cinco piezas de fruta cada día. Si entendemos que hay que tomar fruta cuando nos la ofrece la naturaleza, no tiene sentido consumirla cuando no hay de forma natural. Desde luego, yo no la situaría al nivel de la verdura, que sí habría que tomar cada día.

Y es que, con la fruta, hay que tener cierto cuidado. Energéticamente seda nuestra energía, es muy yin, por lo que disminuye el yang y tranquiliza (si me sigues en las redes y en YouTube entenderás de lo que hablo). Por ello, para personas con una constitución y un condición robusta, con exceso de energía, va bien, pero para personas depresivas, con falta de energía en general, no va a ser tan adecuada. En este sentido, hay que tener cuidado con hacer dietas a base de fruta exclusivamente. La fruta es importante, pero no conviene hacer una cura de frutas o abusar de su consumo. Las personas yang, que han abusado de carnes y grasas y no están débiles podrían hacer ayunas de dos o tres días a base de fruta en verano o primavera.

Y cuidado sobre todo con las frutas tropicales y subtropicales, ya que son extremadamente yin. Hablamos de piña, plátano, mango, chirimoya…

Tenemos opciones locales muy interesantes y durante gran parte del año. En invierno, manzanas, peras y castañas; en primavera, cerezas; en verano, sandías, peras, melocotones y ciruelas; y en otoño, manzanas, peras y granadas. Cuidado con el consumo de higo, que es muy abundante en Buñol pero que es demasiado yin, como las frutas tropicales, y consumido regularmente puede producir problemas de fermentación intestinal, favoreciendo además la aparición de herpes. Menos mal que si sigues mi consejo sólo lo consumirás de temporada y recién cogido del árbol (en nuestro pueblo no es complicado), pero aún así, no te pases.

Antes de terminar, y siguiendo con la energía que las frutas transmiten a nuestro organismo, me gustaría distinguir:

· Frutas de árbol o aire: melocotones, ciruelas, nísperos, albaricoques, granadas, manzanas, peras… La cereza y el albaricoque serían las más yang y la cirela y el higo las más yin. Como la fruta ya es yin de por sí, debemos buscar las más yang (la energía es relativa, todo es yin y yang), es decir, las más rojizas, compactas y en su punto. 

– Frutas de tierra: fresa, fresón, arándano… Son las que conocemos como bayas, y son más yang, tienen más minerales, son más digestivas y suelen ser más alcalinizantes que las de árbol. Entre estas la frambuesa es la más yin y la fresa la más yang. La fresa es una fruta excelente, tonificante renal y aconsejable para el cansancio crónico, cuando se duerme poco o en caso de estrés crónico. Si es ecológica podemos tomarla sin restricciones (si no, puede resultar alergénica, por los químicos utilizados). Yo he puesto un bancal entero en mi nueva huerta. La sandía y el melón también son de tierra pero no son bayas, evidentemente. La sandía es más fría y, aunque menos nutritiva, más fácil de digerir. Refresca el estómago y el intestino delgado, calma la agitación y combate el insomnio. El melón debería tomarse solo porque necesita más fuerza digestiva (por eso se dice que no hay que tomar por la noche). Lo bueno es que, al ser tan nutritivo, nutre e hidrata al mismo tiempo en verano.

En resumen, la fruta es maravillosa, una fuente natural de dulzor y de vitaminas que debería estar muy presente en nuestra alimentación saludable, pero con ciertos matices. Debería ser de calidad, es decir, ecológica y madurada de forma natural, por tanto, de temporada y local. No hay que olvidar que la parte de la fruta con mayor carga vitamínica es la piel, por ello hay que tomarla ecológica o pelarla y buscar las vitaminas en otros vegetales. Y en caso de que no tengas suficiente fuerza digestiva o en invierno, tomarla cocinada.

Y ya para terminar, una última recomendación. Deberías tomar la fruta entera, no en zumo, pues se adquieren minerales, fibra y componentes que compensan los ácidos de la fruta y además nos nutren. Y, aunque la masticación es muy importante porque es el inicio de la digestión, en caso de querer tomar la fruta de manera líquida por aquello de que nos da más sensación de frescor, es preferible consumirla licuada que en zumo, porque al menos consumimos toda la fruta, es como si la licuadora hubiera masticado por nosotros. Un zumo sólo sería aceptable para una persona muy activa o deportista. 

Pues eso, que ya es verano, a comer fruta.

Manolo Marzo Zanón
lacocinaquetehacefeliz.com

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