Lo que apenas sabemos

n1 Psicologia

Llegó febrero, el mes del amor por excelencia, de los corazones atravesados por una flecha, de los anuncios azucarados, de las cenas con velas y violines, de las flores y de los bombones. Para unos el día más romántico del año, para otros una excusa más para vaciar bolsillos. Pero, lo cierto es que esta tradición se viene celebrando desde el Imperio Romano y no ha hecho más que crecer hasta nuestros días. ¿Pero qué ha llevado a la consolidación de esta fiesta? Pues, aparte de la imposición de la industria empresarial,  que el amor es, entre todas las emociones, la más humana, primaria y universal, aunque también la más compleja, y por tanto, la que más nos cuesta comprender e interpretar.  Si cada uno de nosotros diésemos nuestra opinión acerca de qué es exactamente el amor, probablemente nos pasaríamos horas y horas debatiendo sin llegar a ninguna conclusión. Cada uno de nosotros tenemos unas vivencias y una perspectiva que van a determinar qué pensamos al respecto. Pues esto mismo es lo que les ha pasado a los psicólogos que se han dedicado las últimas décadas a investigar el amor, que lo han dejado por imposible. Existen tantas teorías como escuelas, lo cual quiere decir que no sabemos muy bien que es, ni cómo ni por qué se produce. Aun así, podemos concluir que son tres las teorías más aceptadas y más relevantes.

La primera de ellas nos ofrece un punto de vista biológico y genético. Esta corriente defiende que el sentimiento amoroso se debe a un compleja reacción biológica que se origina en nuestro sistema nervioso, en nuestro cerebro. El origen del amor reside solamente en la activación de neurotrasmisores  cerebrales, hormonas y genes. Pura bioquímica, pura magia.

Todo lo contrario a lo que piensan los defensores de la Teoría del Intercambio Social donde el amor es algo predeterminado y totalmente consciente. Aseguran que una persona sólo nos resultará atractiva y nos plantearemos comenzar una relación con ella si estimamos que los beneficios que obtendremos serán mayores que los costes en esta relación. Es cuando decimos: esa/ese es buen partido. En fin, somos egoístas por naturaleza.

Por último, la más famosa, la Teoría Triangular del Amor de Stenberg, que determina tres componentes fundamentales en el amor: la intimidad, la pasión y el compromiso.

La intimidad: pasar buenos momentos con la otra persona, contarle nuestras cosas, compartir experiencias,  o sea, lo que solemos hacer con un buen amigo.

La pasión: resultado de la atracción sexual que sentimos por el otro. Y el compromiso, la fase con más responsabilidad de la relación, convivir, la hipoteca, esas cosas. El amor completo se da cuando se unen los tres factores, que es lo que vemos en las películas, igual de bonito que difícil de vivir. O sea, que si lo has encontrado, desde aquí darte la enhorabuena, porque lo más probable es que sólo se unan dos factores. Si unimos intimidad y pasión encontramos el amor romántico, que es lo que sucede cuando uno está enamorado, pero apenas conoce a la otra persona porque la relación no ha hecho más que empezar. Intimidad más compromiso, nos da un amor compañero, propio de parejas de larga duración, que se llevan bien y son más amigos que amantes. Y por último, si tenemos pasión y compromiso, obtenemos amor fatuo, que se llama así porque no suele funcionar, fugaz en su unión y en su separación. También se puede dar el caso de que en la relación solo se dé un eje del triángulo. Sólo intimidad, es gustar, aún no hay relación de pareja. Sólo pasión, es un encaprichamiento, y sólo compromiso, es un amor vacío, es decir, es una pareja de conveniencia, unida sólo por las circunstancias.

El amor: una incógnita. Diferentes explicaciones, para todos los gustos. Juzgad vosotros mismos. A partir de ellas se ha seguido estudiando otros elementos del amor como la elección de pareja, las fases de la relación y sobre todo el desamor. Pero eso mejor lo dejamos para otro momento. Feliz San Valentín a quien tenga pareja y al que no, no desesperes, en cualquier momento se produce un chispazo en nuestro cerebro y caemos rendidos.

Mari Fuertes Miguel.
Psicóloga.

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