Vuelta arriba, vuelta abajo. De risa, pero así era. Todos los sábados y domingos por la tarde, a partir de las siete, la gente de Buñol salía a pasear; desde «el Puente Nuevo» hasta «las Cuatro Esquinas» y al revés. Era multitud: chiquillos, parejicas, matrimonios, reunión de amigas… ¡Ah! y estas últimas dejaban los extremos para las que querían que se les acercara algún chico… el chiri. A tope la calle del Cid, el gentío vuelta arriba, vuelta abajo.
Las formas de vida y actividades cotidianas han cambiado considerablemente en cualquier sociedad y en todos los lugares; el desarrollo tecnológico, la movilidad y las nuevas conexiones interculturales han modificado cómo nos relacionamos en la actualidad, pero cualquiera de los que hoy vivimos en Buñol mayor de 60 años recordamos esta forma de paseo con simpatía, cierta nostalgia y risa.
La calle del Cid era el centro vital de Buñol. Además de fiestas y celebraciones, casi o todos los bajos, como tipo de vivienda productiva, albergaba algún comercio u oficio; establecimientos dispares concentrados en una sola vía. Además de los casinos de las Sociedades Musicales, la central de teléfonos o el Banco de Valencia, había zapatero, correcher, relojero, talachero, practicante, ordinarios, ferretería, pollería, pescadería, horchatería, lampistería, fonda, papelería, droguería, paquetería, mercería, sastrería, tejidos, farmacias, radio, electrodomésticos, carnicerías, licores, bares, estancos, quioscos, peluquerías, zapaterías, hornos, ultramarinos, etc. Y es, precisamente arriba de los ultramarinos Los Claveles, junto al ayuntamiento, hoy en día «carnicería del Tito», donde se encontraba «Muebles El Cid», ocupando toda la planta central de las tres que había anteriormente a la nueva construcción del edificio de viviendas. Unas grandes letras en la parte frontal del formidable balcón anunciaban «Muebles El Cid». La parte superior del inmueble de la calle del Cid 20 fue la «Fonda del Toisón de Oro», en donde las pulimentadoras de muebles llegadas desde Valencia y otros pernoctaban.
En 1943 Ricardo Ferrando, fabricante y dibujante de muebles en Valencia, decide abrir tienda en Buñol ante la demanda y escasez de los mismos y pone el negocio a nombre de su novia, Librada Cusí, natural de Buñol, encomendando al marido de su prima hermana Concha Cusí, Eduardo «Motril», la representación del comercio, ya que Librada y Ricardo vivieron siempre en Valencia.
Al cabo de unos años Eduardo deja su labor y es entonces cuando Ricardo contacta con Mario Ortiz y le propone hacer una sociedad. Como ambos tenían sus respectivos trabajos, Mario su negocio de seguros y Ricardo fábrica de muebles en Valencia, le ofrecen a Wagner que lleve la tienda. Ricardo Wagner –tal cual– era, además de un excelente trompetista, un magnífico rotulista y letrista. Hay que tener en cuenta que hasta la aparición de los sistemas informáticos las letras se pintaban a mano en cualquier tipo de superficie y para fines diversos. Casi a la vez, Wagner se ocupaba de las ventas y la rotulación de la publicidad. Así, parte de la fachada de la tienda y la persiana de la puerta de acceso anunciaban con bonitos y coloridos letreros algunos de los productos que allí se vendían. Mario Ortiz, además, como agente de seguros, tenía su despacho en la tienda y sobre su mesa una calavera a modo de vanitas –simple anécdota–.
Todavía conservamos varios objetos publicitarios que mi padre encargaba para regalar a los clientes y amigos. Mostramos aquí, como ejemplo, un gracioso display movible en cartón de los años 40 del siglo pasado de un niño abriendo los ojos y sacando la lengua.
Pero la generosidad de Ricardo, «el de muebles El Cid», iba más allá de todo esto y vale la pena mencionar el camión con más de 500 sillas de enea blancas llegadas desde La Ollería y que regaló al club deportivo Buñol cuando el campo pasó a llamarse Beltrán Báguena.
Como no podía ser de otra forma, el contenido de la tienda y la exposición fue cambiando y adaptándose a las modas, vendiéndose televisores Invicta, o exhibiendo sus cuadros Rafael Raga y añadiendo también nuevos productos decorativos que interpretaban la evolución del estilo de vida contemporáneo. Será a principios de los años 70 cuando por motivo del derribo y distinto uso del antiguo edificio, «Muebles El Cid» se traslade a un nuevo espacio en la calle Cervantes.
Marisa Ferrando Cusí
Licenciada en Bellas Artes
Instituto de Estudios
Comarcales de La Hoya de Buñol-Chiva