Recuerdo poco de mi infancia en mi querido pueblo, pero lo que nunca se me olvidará es la amistad que tuve con el mejor amigo que he tenido en mi vida. Soliamos hacer novillos y recorriamos barrancos, íbamos por el río, subíamos al monte e íbamos a las huertas de Buñol, hacíamos travesuras como todos los niños de nuestra edad, comíamos alguna fruta de las huertas, como por ejemplo “albercoques” verdes, que estaban más agrios que un limón.
Estando por esos paraderos, él pintaba a veces paisajes y yo admiraba con la facilidad que con esas pinceladas conseguía plasmar esas bellezas de nuestro pueblo. Los dos teniamos un sueño, él ser pintor y yo inventor. Él realizó su sueño y es un pintor reconocido en muchas partes. Yo no conseguí ese ideal y terminé siendo electricista. Ya me imagino que sabéis a quien me refiero, Andrés Ortiz, más conocido como Patrón.
Y, por desgracia o mala suerte, en 1956 decidieron mis padres marcharse a Castellón, al haber allí más trabajo. Tenía yo por aquel entonces 11 años y, aunque de vez en cuando volviamos al pueblo y yo me juntaba con nuestra cuadrilla, de la cual algunos nombres se me han olvidado –recuerdo entre ellos naturalmente a Patrón, tambien a Miguel Sierra, y, entre otros, a Ovidio, Enrique, Julián, Alejandro, de cuyos apellidos no recuerdo–, esa amistad que teniamos se fue apagando poco a poco.
En marzo de 1964, teniendo 18 años, se me presentó la ocasión de irme a Francia, y como a mí me gustaba conocer mundo, para allí me fuí. Después de unos meses me marché con destino a Holanda.Por motivos personales decidí quedarme en este país y en 1968 me casé con la mujer que conocí años atrás y con la cual espero celebrar este año el 50 aniversario de nuestra boda.
Teniendo en cuenta que por aquel entonces tenía buen trabajo, Holanda era y es un país muy estable, con una muy buena seguridad social, y decidí quedarme definitivamente.
Solemos todos los años pasar unos dias en Buñol, y cuando me encuentro con Patrón nos hacemos la misma pregunta.
– ¿Te acuerdas de lo que nos decian nuestras madres?
– ¡Claro que me acuerdo!
Y la respuesta era siempre la misma.
– ¡No vayas con ese “perdío”!
Y aquí termino, dando las gracias a Patrón por esa amistad tan intensa que tuvimos. ¡Gracias Andrés!
Salvador Galarza
Desde Rotterdam