¿Lo fueron? Rotundamente no. Para entrar en materia haremos un repaso de la historia de Buñol y su castillo durante el S. XIX.
Tras el largo juicio (40 años) entre los habitantes de la Hoya y los Condes de Buñol para que la propiedad del Señorío de Buñol retornara a la Corona, iniciado a finales del siglo XVIII y con veredicto favorable a los buñoleros y sus vecinos, a principios del siglo XIX el castillo pasa a estar bajo el control del ayuntamiento, al solicitarlo a la Corona para utilizarlo como cuartel de la Milicia Nacional (ejército de voluntarios creado durante las Guerras Carlistas).
En el siglo XIX, hasta la ocupación civil de la fortaleza a finales de siglo, el castillo es tomado y saqueado 4 veces. La primera en 1808, durante la Guerra del Francés, y se produce tras la batalla de las Cabrillas, un desastroso intento por parar al ejército napoleónico al mando del mariscal Moncey, que salió desde Madrid a tomar Valencia. La batalla se produce en el llano de la Cabrera. El mejor ejército europeo del momento se enfrenta a un ejercito nacional bisoño y organizado deprisa y corriendo. El resultado es el normal, los dragones imperiales arrasan a los defensores, causándoles hasta 500 bajas, mientras ellos sólo tienen 50. Tras su victoria, el ejército francés saquea Buñol y su castillo, sobre todo sus dos iglesias, a las que despoja de todos los objetos de valor.
Las tres siguientes se producirían durante las Guerras Carlistas (1833-1876). Buñol y su castillo son tomados sucesivamente por los generales sublevados Cabrera, Forcadell y Cucala.
En 1861, en la corriente de crear casas de Beneficiencia en todo el Estado para acoger a los más desfavorecidos, se redacta el proyecto de transformación del castillo en casa de Beneficiencia (la zona residencial más conocida, como la plaza del Oscurico o Facundo Tomás). Finalmente no se lleva a cabo. Menos mal porque, entre otras cosas, planteaba el derribo de La Torreta.
Y llega el momento de la «okupación», al menos a partir de 1876. El castillo es progresivamente okupado por los buñoleros más desfavorecidos, con el beneplácito del Ayuntamiento. Primero ocupan los edificios de la fortaleza (Iglesia, palacio, torres…), compartimentándolas en pequeñas viviendas y, posteriormente, construyendo en las plazas interiores del castillo (Armas y Oscurico). De esta forma, los antiguos espacios de poder de los privilegiados pasan a convertirse en hogar de los buñoleros más pobres.
Sobre esta colectivización aún hay mucho que investigar pues, aunque la opinión generalizada es que el Ayuntamiento cedió gratuitamente estos espacios, yo hace algunos años encontré por casualidad en el ¿Archivo Histórico municipal? (por cierto, aún sin catalogar y sin un espacio digno donde consultarlo e investigarlo), un contrato de arrendamiento entre el Ayuntamiento y un particular del Palacio para luego ser realquilado por este a otros particulares subdividiéndolo previamente.
La zona del castillo (y sus gentes) era considerada hasta no hace muchos años una zona marginal en el centro del pueblo. Esto se demuestra por el topónimo, en cierta forma despectivo, con el que se les nombra, «castillejos», aunque también está incluida la gente del casco antiguo. Esta forma de menosprecio la constatamos en las entrevistas de memoria oral (aún pendiente de completar) a vecinos del castillo y casco antiguo desde mediados del siglo XX. Así lo sienten los castillejos y, ¿cuál es su reacción? Hacer piña con sus vecinos.
Todos admiten la mala situación económica que sufrían y las malas condiciones o, al menos, que se cubría las necesidades básicas solamente. No había lujos durante gran parte del siglo XX, aunque fueran mejorando poco a poco. A pesar de eso todos destacan la solidaridad entre vecinos y recuerdan con cariño su infancia entre las murallas del castillo.
Esta época merecería un estudio en profundidad antes de que desaparezcan los últimos protagonistas de un proceso de ocupación por la sociedad civil de un castillo, uno de los mayores símbolos del poder de las clases privilegiadas de la sociedad. Esto es un hecho, si no único en el Estado Español (alguno más habrá, se me ocurre que quizás la ocupación civil de la Alhambra en Granada podría ser una cosa similar), sí es extremadamente raro, lo que más sorprende a los visitantes en mis rutas guiadas.
Tendríamos que pensar que esta ocupación civil, que algunos o algunas pretenden eliminar como algo ajeno al castillo, es precisamente lo que permitió evitar su ruina, como sucedió a lo largo y ancho de la vieja piel de toro, donde las fortalezas pierden su utilidad y su abandono y el reciclado de sus materiales (sillares, tejas, vigas…) por parte de la población de su entorno para levantar construcciones más útiles según su punto de vista, provocan su ruina. Sólo tenemos que levantar la vista y observar el castillo de nuestros vecinos macastreños.
Retomando el título del texto, «Castillejos, ¿okupas del siglo XIX?», ¿qué pensáis tras leer el articulico? ¿Habría que eliminar las casas de la okupación civil y con ellas los últimos restos de esta fase histórica? ¿O bien habría que rehabilitar las que estén en malas condiciones y dotarlas de una nueva utilidad (vivienda, turismo, comercio, cultura…) y mimar a los últimos castillejos del castillo y su barrio y conseguir así revitalizarlo? Ale, toca reflexionar y posicionarse.
Y, recordad el dicho, «La gente del castillo son gente cañón», y pelearán por su barrio, y AVACH los apoyará a muerte. Au.
Pepe Medard Ruiz
Buñoleroadicto