Érase un bancal

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Cada verano, desde hace siete años, en un día indeterminado, por las calles suena una pregunta: “¿Has ido al bancal?” A lo que in-mediatamente se responde: “¡No jodas que ya ha sido!”

Desde ese día empiezan a apare-cer fotos misteriosas en las redes sociales donde se contempla gran algarabía y felicidad. Los que fue-ron alardean de su suerte y los que no fueron lloran su desdicha. Esa información, al igual que este texto, sale a la luz a los pocos días de celebrarse tal evento, y quizás, o no, nunca se sabe, el verano siguiente vuelva a producirse, así. Por el boca a boca se entera uno, pero al haber pasado tanto tiempo muchas mentes abandonan tan preciada e imprecisa información para al año siguiente en un momento indeterminado exclamar: “¡No jodas que ya ha sido!”.

¿Qué es aquello? No se sabe a ciencia cierta. Cuentan antiguos archivos apócrifos sepultados en algún usb que se ha quedado vie-jo, que allí han tocado muchos grupos, por amor al arte, gente del calado de La 13/Katorze, The Clown, La Rekua, Haarp, Buya, entre otros y que en medio de este jaleo, Huevos García ofrece una locura de espectáculo plagado de invitados músicos locos de todas partes de la geografía musical buñolera. Se comenta que, antes de eso, muchas gentes inquietas, con juglaresca predisposición al rock and roll, y de manera casi espontánea, planea una serie de temas en formato acústico y le dan vida al Rustic Acustic Project, mutando cada año en componentes y sorpresas (hay quien afirma que un año pasó por allí uno con un violonchelo, gente con violines, pianos y otros artefactos de creación artística).

¿Cómo nace y se hace? Los más ancianos recuerdan que sus abuelos contaban que en Buñol había un tío y su amigo que tenían ganas y se dijeron: “Esto con ganas y algo de pasta se hace…” Tuvo un sueño, y se cumplió, por las horas que le echaron para que se realizase. Convencieron a dos incautos más y entre ellos hicieron un contubernio de esfuerzo y creatividad, pusieron algo de pelas… La cosa creció en misteriosos mecenas enmascarados y todo tipo de atribulados y esquivos colaboradores que aportan su esfuerzo e ilusión, cada uno a su nivel, sin presión, hasta que, ¡zas!, un fiestón impresionante, con la barra gratis (aunque como reza esa invitación personal que quizás un día veas, “botellica a botellica se hace botellón”, o sea, que si se acaba, se ha acabao), con gente implicada y con ganas de divertirse, aborreciendo la violencia, riendo y disfrutando con buena música de casa.

Hay más leyendas urbanas diluidas en el imaginario de los buñolenses, como que cualquiera puede ir si se entera a tiempo y no tiene intención de montarla, que han pasado por allí grandes espe-címenes del buñolerismo en todas sus facetas, que impera el buen rollo, que varias generaciones confluyen en una noche mágica y rockera, que incluso se han tocado un par de cumbias, que puede haber Jam hasta el amanecer… Lo más sorprendente es la leyenda del hombre que una tarde de bancal se llevó la bomba de agua para regar el suelo, y por la noche se estuvo de lujo.

Enrique Hernández Pérez
Músico multidisciplinar

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