La evolución del papel de la mujer en las fiestas tradicionales ha ido, históricamente, a un ritmo mucho más lento que su avance en otros ámbitos de la sociedad. Las celebraciones populares, escudadas en la etiqueta de lo «tradicional», han relegado durante décadas a la mujer a un rol ornamental, mientras la organización y toma de decisiones quedaban en manos de los hombres.
Buñol no ha sido una excepción, aunque con el tiempo hemos visto avances importantes. Uno de los primeros pasos significativos hacia la integración real de la mujer en la organización festiva fue la creación de las Comisiones de Mujeres en nuestras sociedades musicales. Estas iniciativas fueron abriendo camino a una mayor representatividad femenina en espacios de poder dentro de la Fiesta.
Cabe reconocer que en este aspecto, las Fallas han ido un paso por delante. La Falla Nuevo Buñol, por ejemplo, ya contó hace años con una mujer en la presidencia, un gesto pionero que marcó una senda a seguir. Hoy, nuestras sociedades –musicales, culturales o falleras– cuentan con varias mujeres al frente: en el Litro, San Cristóbal, Falla Buñol Pueblo o Falla Ventas, por nombrar algunas. Incluso las Comisiones se han unificado, superando esa división innecesaria por género que tanto tiempo marcó nuestras estructuras.
Otro cambio importante es la normalización de la figura del hombre en roles que históricamente han sido exclusivos de mujeres. En las Cortes de Honor, por ejemplo, ya participan hombres, e incluso hemos tenido la figura del Rey de las Fiestas. Y qué decir de las Reinas Moras –dos mujeres, madre e hija– que rompieron con la idea de que ese título debía estar reservado a la pareja tradicional compuesta por un hombre y una mujer. Y de la mujer en roles puramente masculinos como el de portar las andas y que en una de nuestras sociedades musicales ya hace años que ese rol es ocupado por mujeres que sacan su propia anda.
Las fiestas, como reflejo social que son, se van adaptando, aunque no sin resistencias. Pero todavía quedan asignaturas pendientes. Hay un ámbito más íntimo, más doméstico, en el que el peso sigue recayendo en la mujer. Durante la Fiesta, son las madres, abuelas y mujeres de la familia quienes se encargan de la intendencia: los trajes, la comida, la logística familiar. No solo de su casa, sino de la casa familiar, que durante esos días se convierte en punto de encuentro para todos. En ese espacio, seguimos fallando. La igualdad que se visibiliza en las calles no siempre se traslada al hogar.
No puedo terminar sin recordar a las mujeres, niños y niñas que están siendo masacrados en Gaza. Mientras nosotros hablamos de celebraciones, hay personas que mueren cada día solo por intentar sobrevivir. Las mujeres asesinadas solo por el hecho de serlo también merecen nuestra voz. Desde Buñol, que por un día se convierte en referente mundial, deberíamos aprovechar para mostrar nuestra disconformidad con estas barbaries y alzar la voz contra los actos del Estado de Israel sobre el pueblo palestino. Porque celebrar no puede significar olvidar.
MDM Buñol
Movimiento Democrático de Mujeres