Pocas noches cuentan con el aire mágico que irradia la noche de San Juan, una velada marcada por el ritual del fuego y que se aleja de la antigua celebración realizada con motivo del bautizo de Jesucristo. La llegada de las hogueras, de la mano del solsticio de verano, marcan un punto de inflexión en el calendario y anuncian definitivamente la llegada del calor y la temporada de playa.
Las raíces de la celebración de la noche de San Juan se diluyen en el tiempo. En la época pagana, anterior al cristianismo, se encendían hogueras para fortalecer el sol, el cual se creía que iba debilitándose con el paso de los días. Más tarde, con el cristianismo, la fecha transformó su celebración en un homenaje al bautizo de Jesucristo (además de obtener el nombre con la que ahora la conocemos).
El ritual más popular consiste en saltar por encima de una hoguera. Según la leyenda, el fuego protegerá a todo aquel que tenga el valor de atravesar las llamas. El número de veces que hay que saltar varía según la zona (suelen ser entre siete y nueve veces). El truco está en hacer un número impar de saltos. Hasta las cenizas tienen propiedades curativas para la piel.
El agua, símbolo de pureza y fertilidad, juega también un papel fundamental. Se dice que bañarse en el mar la noche de San Juan garantiza salud para todo el año. Hay que meterse desnudo y de espaldas mirando a la luna, y sumergirse 12 veces seguidas. Si se saltan nueve olas de espaldas, aumenta la fertilidad; y si son siete olas, las energías negativas se irán.
Otros ritos
Si lo que buscas es encontrar el amor de tu vida, enciende dos velas rojas en el dormitorio. En un papel, escribe tu nombre y el de la persona a la que quieres atraer a tus brazos. Después, pon en un cazo con agua tres partes de verbena, tres de lavanda, tres de milenrama, una parte de jengibre y 12 pétalos de rosa roja. Déjalo cocer hasta que entre en ebullición. Cuela la infusión y cuando esté fría, rocía con ella la habitación. Usa la cera de las velas para sellar el papel y guárdalo todo debajo de la almohada. Los entendidos dicen que verás en sueños tu futuro sentimental.
Poner algo de muérdago bajo la almohada antes de dormir podría ser otra forma de hacer de tus deseos realidad. Se dice que colocar hiedra común junto con un deseo escrito en papel, también bajo la almohada, y quemarlo al día siguiente usando una vela blanca puede hacer que se cumpla, siempre que enterremos la hiedra durante todo el año.
En Buñol (recupero este escrito)
Coincidiendo con el solsticio de verano, no sólo los pueblos costeros y sus playas se llenaban de gente celebrando la noche Mágica de San Juan, no sólo en el salto de las olas estaba la magia, sino más allá. Esa magia también llegaba hasta un recóndito pueblo del interior valenciano y más concretamente hasta uno de los parajes más bellos de esa localidad. El pueblo es Buñol y uno de sus rincones con más encanto, el Parque de Borrunes. Allí se celebraba la tradicional verbena de San Juan. Esta cita, además de estar rodeada de magia, la envolvía la tradición, la inocencia, la diversión y la picaresca.
Allá por los años 60 el paseo de acceso al parque se engalanaba con “farolicos” y guirnaldas. También a uno y otro lado del mismo, se disponían una serie de “paraetas” en las que se vendía peladillas y turrón de todas las clases –aunque los más demandados eran, el de guirlache y el de rosas (palomitas)–. Todo hecho de una manera tradicional y artesanal. Los y las jóvenes del lugar compraban estos dulces, que eran el preámbulo del baile. Un baile en el que los que tenían “chira” o “chiri” aprovechaban para bailar muy pegados y darlo todo en las lentas, y los que estaban en proceso de “enoviarse” lanzaban miradas furtivas e inocentes al chico o chica que les gustaba. Por el escenario de Borrunes pasaban infinidad de grupos y formaciones musicales de ambas sociedades de la localidad, aunque los más recordados eran “Los Juglares” y “The Mongols”, siempre con un repertorio adaptado a la actualidad musical del momento.
Años más tarde la tradición de los turrones y los “puestesicos” fue perdiendo auge, pero fue en el año 1.983 cuando los clavarios de aquella época quisieron dar un nuevo empuje a la verbena. En ese año los clavarios participaron en la Noche de San Juan elaborando ellos mismos los típicos dulces de esta velada y, como novedad, introdujeron una iniciativa que atrajo a mucho público, el sorteo de jamones –tradición que se retomó años más tarde-.
Fue posteriormente cuando el Ayuntamiento decidió contar con la colaboración en la organización de la Noche de San Juan de la Asociación de Empresarios y Autónomos de Buñol. Esto dio un nuevo empuje a la cita, que también servía para anunciar a los vecinos y vecinas del municipio, el nombre de la Reina de la Feria y Fiestas de Buñol y presentarla en sociedad, junto a su Corte de Honor. También se incluyó posteriormente el sorteo de jamones entre los asistentes a la verbena –y que todavía sigue haciéndose–, e incluso se ofrecía la posibilidad a quien quisiera de cenar “de sobaquillo” en Borrunes antes de que la música se pusiera en marcha. Bien es verdad que la tradición de los “puestesicos” a lo largo del paseo cayó en desuso, pero durante el baile se ofrecen dulces típicos de la localidad acompañados de una mistela “fresquica”.
Obviamente todo evoluciona y La Noche de San Juan lo ha hecho. Desde aquí reivindico que se retomen nuestras tradiciones, porque hablan de nosotros y dicen quiénes somos y quiénes fuimos. Comprendo que los tiempos cambian, pero esa magia de la que hablaba al principio no hemos de dejar que caiga en el olvido. Sin magia no hay ilusión y sin ilusión no hubiésemos llegado hasta donde lo hemos hecho. Viva la magia y viva la Noche de San Juan.
Luis Vallés Cusí
Periodista