Mucho se habla de la importancia de que los niños que viven en ciudades tengan acceso a zontas verdes, zonas con menos contaminación y donde puedan jugar y campar a sus anchas. Además de los obvios efectos físicos que produce tener acceso a zonas amplias donde poder realizar deportes, correr y subir a los arboles, lo que proporciona fuerza y vitalidad, no son menos los efectos sociales y anímicos o las mejoras en coordinación y destrezas. A todos estos efectos positivos tenemos que sumarles también efectos cognitivos y madurativos en los cerebros de los más pequeños.
Un equipo de investigación ha estudiado la relación que existe entre la exposición a los espacios verdes en la escuela y el desarrollo cognitivo en niños de primaria y concluyen que el contacto con la naturaleza desempeña un papel fundamental e insustituible en el desarrollo cerebral.
Veamos cómo han llegado a estas conclusiones. Se llevó a cabo un estudio en 36 escuelas de Barcelona que comprendía a 2.593 alumnos de primaria de 7-10 años. Estas escuelas estaban situadas en distintos entornos, algunas en barrios con más parques, otras con más zonas verdes en el patio, etc. Se supervisa cada tres meses los cambios en las medidas cognitivas de estos alumnos y la exposición a la naturaleza verde con datos vía satélite dentro de los colegios y en el entorno de los mismos. De esta manera se intenta comprobar la asociación entre la maduración cognitiva y la exposición a los espacios verdes en el hogar y la escuela.
Comprobaron que los niños de las escuelas que tienen mayor exposición a espacios verdes mostraban una mejor capacidad mental para manipular de forma continua y actualizar las facultades de información conocidas. Entre ellas destaca la memoria de trabajo y la de trabajo superior, y una reducción de la falta de atención, independientemente de la etnia, la educación de la madre y el empleo de los padres. Además, llegaron a cuantificar este efecto, puesto que incrementar un 25% el espacio verde podría suponer un 5% en la memoria de trabajo, un aumento del 6% en la memoria de trabajo superior y una reducción de 1% en la falta de atención.
Otro hallazgo de este estudio es que la contaminación del aire relacionada con el tráfico representaba el 20-65% de las asociaciones estimadas entre el verdor de la escuela y el desarrollo cognitivo, es decir que parte de la influencia de los beneficios de los espacios verdes en el desarrollo de los niños sería el efecto reductor de contaminación que los espacios verdes ejercen en el ambiente.
En la misma línea se manifiestan la mayoría de estudios sobre la contaminación y sus efectos cerebrales en el desarrollo cognitivo. Los niños que viven en ambientes más sucios y contaminados presentan también más dificultades de aprendizaje y memoria. Aunque todavía no se ha determinado los mecanismos de este efecto, parece ser que las partículas contaminantes podrían traspasar la barrea hemato-encefálica, llegar al cerebro y alterar el funcionamiento de los neurotransmisores afectando por tanto a las conexiones entre las neuronas que componen el cerebro y la estructura de las mismas, sobre todo en los cerebros en formación de nuestros niños.
Marian Lacruz López
Neuropsicóloga. CV-12698