No, el curso no se pierde

Estoy un poco cansada y porqué no decirlo también enfadada de escuchar en las últimas horas a “familias y expertos” que debemos volver cuanto antes a la normalidad en las escuelas y alargar el curso escolar de nuestro alumnado en julio para que no pierdan el curso.

¿Se nos va la cabeza?, ¿Qué normalidad?

Me gustaría saber quiénes son estos expertos y de qué son expertos porque dudo que lo sean de educación, y si lo son, hace mucho que no pisan un aula.

Yo soy muchas cosas laboralmente pero si tuviera que quedarme con una palabra sería maestra. Por cierto, se debería escuchar mucho más la voz de los maestros en esta situación. No me considero experta porque eso supondría que sé todo o casi todo de la educación y no es así. Soy docente y aprendiz a partes iguales Escuchar a los maestros cuya voz muchas veces se ha visto acallada por quiénes, en el mejor de los casos, su única formación pedagógica y psicopedagógica se reduce a un par de asignaturas de un máster y que son sin embargo, quiénes suelen ostentar los puestos de “responsabilidad” en la administración, ocupan despachos y dictan leyes sin tener ni idea de cómo funciona esto y que pese a rodearse de los mencionados “expertos” son incapaces de ponerse de acuerdo, tener amplitud de miras y ver más allá de su ombligo utilizando la normativa como arma política y partidista al servicio de ideales propios y que usan la burocracia para sobrecargarnos de tareas y funciones que no nos corresponden y tenernos calladitos. Que nos exigen a los maestros que cumplamos con aquello que ellos como dirigentes les resulta imposible de resolver, que generan desunión y enfrentamiento entre familias y docentes, entre pública y privada, olvidándose de que los niños son la base de nuestro futuro. Incompetentes que sin formación, y a veces sin ética, nos dicen cómo hemos de actuar y para los que somos meramente números.

Los maestros vivimos bombardeados por gurús de la enseñanza que viven en mundos ideales y nos llenan de anglicismos acabados en -ing sin los cuáles parece que no eres buen docente; teaching, flipping, thinking, coworking, coaching, e-learning, networking, brainstorming… o peor, de terminología salida del mundo empresarial y financiero; emprendedurismo, objetivos, competencias, marketing, resultados, rankings, estándares… donde docentes y alumnos somos tratados como producto y no como persona.

Yo prefiero ser maestra del re-, que además suena mejor que el -ing. Yo prefiero el repensar, reconsiderar, reflexionar, redistribuir, recomponer, reivindicar, recordar, redescubrir, recibir, recapacitar, recompensar, readaptar…

No perdemos el curso porque el 75% de los contenidos ya están impartidos. No perdemos el curso porque reducir la labor de un maestro a mandar ejercicios o explicar contenidos es desconocer la función docente en su totalidad. Ahora que tanto se habla del uso de las tecnologías y del teletrabajo estamos dándonos cuenta que el nuestro, mal que le pese a algunos, no lo suple una pantalla, del mismo modo que no suple una videollamada la atención médica directa o el Emoji del beso el roce de los labios de un ser querido en tu cara por muy mono que resulte. Las pantallas son un mero instrumento.

No perdemos el curso por dejar de dar determinados contenidos, que no son insalvables y que podremos dar reajustando nuestras programaciones el próximo curso porque ese también debe ser un curso excepcional y debemos prepararlo bien.

Volvemos a estar en manos de quiénes solo ven números. Aprobado general dicen algunos, personalmente no me parece justo ni para docentes ni para alumnado. Nosotros no tenemos números, tenemos personas con nombre y apellidos a las que conocemos y tan injusto sería dejar repetir o suspender a un alumno por no poder conectarse, como no premiar el trabajo y el esfuerzo de otros en el tiempo lectivo “normal” transcurrido. Tenemos elementos para evaluar y calificar que además son términos distintos. Escúchennos. Tengan en cuenta nuestro trabajo y el de nuestro alumnado.

No perdemos el curso si el alumnado, que no el profesorado, no puede volver a las aulas hasta septiembre. Se habla de que hay familias que piden que se amplíen las clases presenciales en julio. ¿Perdimos el sentido común?. ¿Tenemos en cuenta las condiciones climatológicas de nuestros centros en esos meses?, ¿tenemos en cuenta que es imposible mantener distancias dentro de las aulas? porque algunos estamos tan masificados que conocemos de memoria el tamaño de nuestras clases porque mientras tengas 1.5 metro por niño en infantil y 1metro por niño en primaria te “caben niños” y esto ya viene de largo.

Los niños están siendo ejemplares y el premio va a ser achicharrarse en una clase hacinada para dar contenidos y así ¿no perder el curso?. Esta ejemplaridad no siempre se traslada a los adultos que se quejan de no tener tiempo para ellos porque deben ocuparse de sus hijos, que aplauden puntualmente a las 20.00 y escriben notas anónimas a sus vecinos para que se vayan a vivir a otro lugar por realizar su trabajo, que piden mi sueldo por explicarles un ejercicio a su hijo. Yo no reclamo el sueldo de un médico o un enfermero por poner una tirita a mi hijo o en el cole a un alumno, no reclamo el sueldo de un administrativo por rellenar documentos que han de hacer las familias, ni el de un trabajador social por procurar y controlar que no falten a clase y que dispongan de lo mínimo necesario, ni de un policía por denunciar y acabar ante un juzgado una situación que un alumno te ha dado a conocer, y podría seguir con muchas cosas más. No me quejo porque eso genera división y porque también esas funciones forman parte de educar. El maestro y la escuela pueden ayudar a tratar problemas sociales de violencia de género, de discriminación, de homofobia, de acoso, de tráfico, de contaminación pero somos un agente más. No el único y lo que desde luego no somos es el enemigo. ¿Adivinan quiénes van a ser los primeros recortados?.

Los maestros para información de algunos estamos trabajando desde el minuto cero, seguimos trabajando y seguiremos trabajando porque entendemos que es nuestra responsabilidad y que conste en julio se trabaja y mucho. Se cierra curso, se organiza y se prepara el siguiente, nos reciclamos y formamos. Además este año tendremos que preparar lo ordinario y lo extraordinario, porque el curso 2020-21 también será extraordinario. Si en julio estamos en clase ¿cuándo lo vamos a hacer?. El trabajo docente no acaba en el aula. Olviden el mito de las vacaciones porque no es real. Habrá excepciones de todo como en todas las profesiones; malos docentes, malos médicos, malos reponedores y buenos políticos.

No, no perdemos el curso si los niños no van en mayo, junio o julio al colegio. Quizás ganemos una vida porque el ritmo que les imponemos es del todo insano, porque tenemos un modelo social que no nos permite conciliar una vida laboral y familiar, porque hay niños que pasan en nuestro cole más de diez horas diarias entre lectivas, matinales y extraescolares, porque cada vez más “corre” es una de las primeras palabras que reconocen, y de eso el maestro no tiene la culpa.

Tal y como decía Mafalda: “que pare el mundo que me bajo”. El mundo paró, y nos obligó a parar y tenemos la oportunidad de volver a esa locura o de cambiar.

No, no se pierde el curso. Perdemos abrazos, risas, experiencias, contactos, y también vidas, pero el curso no.

Texto viral extraído de redes sociales por Bárbara Sánchez Sánchez, compartido en Maestr@s por la innovación.

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.