Hubo un tiempo (años 60 y 70) donde en toda España hubo un conflicto con la modernidad, metamorfoseado a día de hoy, pero vigente. Buñol no iba a ser menos. El mercado cambió, generando “un mercado joven”, para gente joven, ofreciendo cosas para jóvenes, y música para jóvenes, alejándose de la canción española de tintes andaluces, el “zarzueleo” imperante y la música ligera para bandas reducidas. Costó que muchos “señores mayores” llegaran a comprender nada, y en un ejercicio de antiempatía dejaron por escrito grandes reflexiones sin fundamento, y recibieron sus réplicas. En la hemeroteca local (mantenida en la biblioteca) permanecen estas discusiones, y que mejor manera de explicar esta situación en su ámbito buñolense que citando algunos textos. A eso vamos, a mostrar una discusión que permanece, aunque no tan salvajemente. La indiferencia y el “es lo que hay”, en la actualidad, campan a sus anchas. “Tampoco puede juzgarse a la ligera a la juventud que se pone a la altura de las circunstancias y en su día de asueto, se reúnen y bailan al compás de la música moderna” (Voces de Buñol. Martínez. 1964. 3). La primera referencia que encuentro sobre algo que se tornará en discusión impersonal. Positiva. Sin entrar al trapo. ¿Quizás esto desató la llama de la intolerancia? No se sabe. Y al año siguiente: una ligera pullita por parte de la Editorial. “No faltan actitudes, modas y costumbres influidas por el cine, la televisión y esa ola renovadora y en ocasiones demoledora que se filtra de otras latitudes…”. (La voz de Buñol. Editorial. 1965. 1).
Parece que la idea afloró en las mentes y la gente perdió el miedo, en ambos bandos: “Estudien a fondo la música joven, la buena y la mala, y luego den su veredicto, y tengan en cuenta que los jóvenes también tenemos opinión y tenemos unos gustos que aunque no estén bien definidos, ustedes confían en nosotros (mirando al futuro), y si confían en nuestros estudios y en nuestro trabajo, ¿Por qué no en nuestra música?”(La voz de Buñol. Giraldos. 1968. 2)
La beligerancia prospera en la mente y la pluma de distinguidos prohombres: “La juventud se vuelve loca cuando oye a esos conjuntos de melenudos con sus movimientos raros, a un ritmo acelerado, bailando al estilo de los apaches, al compás del “Jaz” y a todo gas, como si fuesen a alcanzar la meta de la nada.” (Voces de Buñol. Más. 1968. 6)
Y se torna risible cuando llega el momento de meter a la música académica de por medio, comparando lo incomparable, ancestral costumbre buñolera: “Es sin duda [la cultura musical en la escuela] una medida que, con otras, deben prodigarse con el fin de contrarrestar las influencias nocivas que nuestros niños reciben del medio ambiente. De esta forma su sensibilidad artística será más exquisita y les reportará un bien espiritual a la par que un relajamiento muscular al degustar la buena música, en contraposición a la excitante, epiléptica y agotadora música “ye-ye”. (Voces de Buñol. Balvaneda. 1970. 14).
Grandes poseedores de verdades absolutas, porque sí, afilan sus plumas mojadas en prejuicio. “…es lamentable ver como las salas de baile se abarrotan de jóvenes sin ningún fin propuesto (excepto encontrar las sensaciones sensuales, por supuesto), sin una meta a que llegar.” (Voces de Buñol. Ágape. 1971. 8)
Y en el próximo número acabaremos con las réplicas y conclusiones de una época en la que la prensa prestaba atención a la música desde la opinión y el pensamiento, no solo desde la información y la entrevista.
Enrique Hernández Pérez
Músico multidisciplinar