Anécdotas, curiosidades e intrahistorias del Mano a Mano

En este año 2025 se celebrará la quincuagésima edición de este singular concierto conocido como el Mano a Mano de Buñol y que protagonizan las bandas del Centro Instructivo Musical «La Armónica» y de la Sociedad Musical «La Artística». Esta edición debería haberse realizado en 2023, pero en 2020 y 2021 no hubo Mano a Mano debido a la pandemia de la COVID. Desde la primera edición celebrada en el año 1974, además de desarrollarse con absoluta normalidad el concierto en sí, han tenido lugar anécdotas y hechos, que, sin afectar a lo fundamental, sí que forman parte de la pequeña historia del evento. 

Para empezar, Joaquín Carrascosa Ortiz concejal de Fiestas en ese año, tuvo que emplearse a fondo en convencer a las dos bandas, pues muchos en ambas sociedades musicales no lo veían claro, pues ya actuaban el último domingo de Feria cerrando el Festival de Bandas de Música. ¿Qué necesidad tenían de embarcarse en esta aventura? Juntarse los unos y los otros para un concierto nuevo, ¿y la logística?, ¿y el orden de actuación?, ¿y el repertorio, debe tocar cada banda un pasodoble?, ¿y la duración de cada programa? La enorme rivalidad existente en esos años entre las dos bandas generaba mucha tensión por cualquier motivo por insignificante que fuera. Por fortuna prevaleció el criterio musical, las bandas en esa década de 1970 estaban creciendo mucho artísticamente, en buena medida gracias a sus dos jóvenes directores Ramón Herrero y Francisco Tamarit y este nuevo concierto sería un buen acicate. 

Estos primeros años fueron pródigos en anécdotas. En 1975 La Artística (los Feos) tocaron la suite de El gran cañón de Ferde Grofé y La Armónica (El Litro) la obertura de la ópera de Richard Wagner Der fliegende Holländer traducida en España como El buque fantasma. La cuestión es que un avispado aficionado de La Artística sentenció: «El gran cañón hundió al buque fantasma». Una vez cuando un músico interpretó un solo, por respeto omito el nombre del instrumento y banda, un aficionado de esa banda gritó: «Así se toca» a lo cual un aficionado de la otra banda de hábiles reflejos contestó: «Así se toca, pero de mal». 

En 1978, La Armónica interpretaba Tasso, Lamento e triunfo de Franz Liszt. En un momento dado se apagó la luz, el director, Francisco Tamarit, conminaba a los músicos: «seguid tocando, no paréis», para intentar salvar la actuación a toda costa, o quizás también para demostrar lo bien que se la sabían. Finalmente tuvieron que parar y cuando se restableció la luz retomaron la interpretación. Huelga decir que, sin investigación alguna y sin presunción de inocencia de por medio, casi de inmediato algunos seguidores acusaron a algún miembro de la otra sociedad del apagón. «Eso ha sido alguno de los feos», se llegó a escuchar.

En aquellos primeros años empezaron a generalizarse las grabadoras portátiles con cinta de cassette como soporte. Algunos aficionados llevaban sus aparatos y grababan el concierto sosteniéndolos en sus propias manos, pero había una persona que siempre dejaba el aparato a los pies de los clarinetes en el mismo escenario, sin duda estos se escucharían a la perfección. Otra anécdota de la época relacionada con esta, si bien no se dio en el Mano a Mano, sino en los desaparecidos ciclos de conciertos de los domingos por la tarde en san Luis (con cuatro conciertos cada banda). Debido a la afición a la banda propia de cada uno y por otro lado la enorme afición que había también al fútbol en Buñol, recuerdo haber visto en los conciertos a algún espectador escuchando a su banda por un oído y en el otro tener pegado un mini transistor o radio de los de la época, siguiendo aquellas memorables transmisiones domingueras de la jornada futbolística. 

Otra cuestión irresoluble –como tantas otras– en la convivencia de «Feos y Litros» en aquellos años, era la de escuchar solo a tu banda o quedarte y escuchar a las dos. Hasta 1986 se realizaba en el entablado portátil delante de la ermita. El aforo de las escalinatas-gradas todavía existentes y de las sillas que se colocaban delante del entablado era limitado y se producía la siguiente situación: tocaba tu banda primero, entonces ibas muy pronto y cogías buen sitio para ver y escuchar a los tuyos, y ahora venía el dilema: si en el descanso te ibas, los de la otra banda te decían «así sí que vas a opinar bien sin haber escuchado a los otros». Pero si optabas por quedarte a escuchar al rival –hecho que debería ser lo normal– entonces te decían: «te quedas para fastidiar y que no podamos coger sitio los que venimos ahora». Conclusión: hicieras lo que hicieras, mal. 

La cuestión del cierre de acto con la interpretación de uno o más himnos también tuvo sus variaciones en aquellos años iniciales. A buen seguro existirían dudas e intercambio de pareceres entre ambas sociedades y el ayuntamiento. No debemos olvidar el momento histórico tan delicado que vivía España durante la transición. Además, aquí se produjo la conocida como «batalla de Valencia» por los símbolos de la hoy conocida como Comunidad Valenciana. En aquellos primeros tiempos no estaba institucionalizado el uso del actual Himno a Buñol (música de Guzmán Cárcel y letra de Manuel Chillida, escrito en 1932), si bien en la década de 1960 había sido recuperado por Eduardo Ruiz y por Daniel Martínez, director de La Armónica, quien ya lo llegó a interpretar una vez como cierre del Festival de bandas de 1970. En 1974, 1976 y 1978 se cerró únicamente con el Himno Regional. En 1975 con El Himno Regional y el Nacional. En 1977 se interpreta por primera vez en el Mano a Mano el Himno a Buñol junto con el Regional –fue La Artística con Ramón Herrero–.  Y desde 1979 se ha cerrado siempre con la interpretación solamente del Himno a Buñol. La imagen del todo el público puesto en pie en el auditorio cantando el himno local es una de las imágenes más icónicas. 

Ya hemos dicho que estos primeros años fueron de tensión y rivalidad, aspectos que se acrecentaron cuando las dos bandas retomaron sus participaciones con regularidad en el Certamen Internacional de Bandas de Valencia. La Artística lo hizo en 1977 y La Armónica en 1979. Cuando ambas coincidían la tensión era máxima. 

Todo este clima daba lugar a una rivalidad –ciertamente excesiva– que se traducía muchas veces en discusiones y enfrentamientos fuera de lugar. Aparecieron voces que clamaban por la desaparición del concierto ante la crispación. Hubo incluso algún artículo en la prensa local. El debate y la división de opiniones creció hasta tal punto que, en 1981, se llevó una propuesta de supresión del concierto a la comisión de gobierno del ayuntamiento, órgano en el que en aquel momento estaban representados todos lo grupos políticos. Se votó, hubo un empate y el voto de calidad del alcalde en ese momento, Chimo Masmano Palmer, inclinó la balanza para que el concierto siguiese realizándose. 

Desde entonces nadie ha puesto en duda la continuidad del evento. Lo que ha habido son mejoras para llevar el concierto a un nivel de excelencia elevado, hasta convertirse en un evento musical indispensable en el mundo bandístico nacional e internacional. 

En 1989 fue el primer año en que dirigía a La Artística el director holandés Henrie Adams, por cierto, el director que más veces ha actuado en este concierto: treinta veces. En aquellos años y ya instalados en el nuevo auditorio desde 1987, los cambios de escenario eran interminables, con descansos de más de una hora, lo que hacía que el evento terminara algunas veces cerca de las tres de la madrugada. En esta ocasión La Artística actuaba en segundo lugar, el descanso se prolongaba mucho más de lo habitual, y algunos aficionados «litreros» llegaron a la conclusión de que el maestro Adams se había asustado y no se atrevía a salir. La realidad es que el equipo de monitores se había dejado olvidado un instrumento en el local social y hasta que no se trajo no empezó la actuación. 

Por tratar de ser ecuánimes y compensar esta última invectiva litrera, comentaremos que, a principios de la década de 1990, La Armónica interpretó dos años seguidos la obra Belkis, reina de Saba de Ottorino Respighi (además de en otros conciertos) por lo que los aficionados «feos» llegaron a la conclusión de que Belkis era una «veraneanta» que venía todos los años a Buñol.  

Conforme el Mano a Mano ha avanzado en el tiempo ha ganado en calidad, en complejidad de los programas interpretados, en el estreno absoluto de muchas obras o del estreno en España, en la presencia de innumerables invitados de talla nacional e internacional, y la seriedad y excelencia artística es la nota predominante. Pero en el recuerdo de los que ya tenemos cierta edad quedarán aquellas primeras ediciones con toda su intrahistoria, batallitas, dimes y diretes. Y también recordamos las celebraciones posteriores al concierto, más recogidas, sencillas, e íntimas de las familias musicales feas y litreras, en la puerta de los respectivos locales sociales.

José Solá Palmer
Cronista oficial del CIM La Armónica

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