Buñoleros ilustres: Cayetano Borso di Carminati (Málaga, 1797-Zaragoza 1841)

Como puede verse, este personaje no nació ni murió en Buñol, pero hay un notable vestigio funerario suyo en nuestra necrópolis. Cabe la posibilidad de que, en vida, estuviera vinculado a nuestro pueblo, pero, en todo caso, sería de forma circunstancial, por necesidades logísticas o estratégicas de la Guerra Carlista, ya que libró una importante batalla en Chiva, en 1837 y otra en Cheste. Entonces… –se preguntará el lector– ¿Por qué traerlo a estas páginas? Vamos a explicarlo. 

Siendo muy joven, en un recorrido por nuestro cementerio, visitando las tumbas de nuestros mayores, llamó poderosamente nuestra atención un nicho a ras de suelo. Su lápida, de mármol negro y deteriorado, era de mayor tamaño que el resto y destacaba su empaque señorial (escudo heráldico, blasones y títulos, todo ello con un artístico acabado). Su abundante inscripción, casi ilegible en algunas líneas, permitía leer el nombre y rango del difunto. Era, nada menos, que un mariscal de campo del ejército español, con apellidos italianos. Nos extrañó no haber escuchado nunca nada en el pueblo sobre tan notable personaje. Pero nos extrañó mucho más el que, a quienes preguntábamos, nada sabían de él. Algunos ni siquiera habían reparado en el nicho o lo habían visto pero no leído o, simplemente, no les despertó ningún interés. Hubo alguien que, basándose en las fechas de la lápida, apuntó la hipótesis de que sería un mando militar muerto en combate, en Buñol o sus proximidades, en alguna batalla de la Guerra Carlista. Tuvimos que rendirnos ante la falta de información, dejando el asunto en vía muerta. Pero la interrogante nos quedó en el subconsciente, como un reto personal que, algún día, de alguna manera, teníamos la esperanza de resolver.

Como tantas cosas y proyectos de juventud, este tema pasó a un segundo plano, ante la aparición de otras prioridades. Sin embargo, casi siempre que íbamos al cementerio, que suele ser un par de veces al año, le echábamos un vistazo a «nuestra» lápida, cada vez más deteriorada. ¡Quién iba a decirnos que, transcurrido más de medio siglo, y casi de forma casual, retomaríamos el asunto, dejando zanjado aquel reto, aquella «intriga» juvenil…! 

Como tantos de nuestra generación nos incorporamos tardíamente a la informática. Con esta potente herramienta en nuestro poder, un día, tras visitar el cementerio, pensamos: ¿cómo es posible que esté enterrado en Buñol un personaje tan importante y que nadie sepa quién es? Así que tecleamos su nombre en el buscador de internet. La sorpresa y la alegría fueron parejas, al obtener un resumen de su densa y trepidante biografía, cuya fuente –cómo no se nos ocurriría antes– es el Archivo Militar General de Segovia. Consultadas otras fuentes, como se verá más adelante, hemos obtenido datos muy relevantes y fidedignos que aclaran para siempre algunos aspectos oscuros sobre el enterramiento de nuestro misterioso personaje.

Por fin –nunca es tarde– queda resuelta la «intriga», y satisfecha nuestra curiosidad sobre este personaje. La satisfacción personal de este logro habría puesto punto final al asunto, si no fuera por su coincidencia en el tiempo, con los preparativos de esta segunda edición. Así las cosas, nos hemos tomado la licencia de incorporar este personaje al libro, entre otras razones: a) porque sus restos, al parecer –después veremos que no– descansan en nuestro camposanto desde hace más de un siglo; b) porque su hijo Emilio, un prestigioso jurista de Valencia, del que luego hablaremos, estuvo muy vinculado a Buñol; y c) porque, al haber resuelto un reto personal de tantos años, hemos sentido la necesidad de publicarlo. Tal vez de este modo podamos resolver, a otros buñoleros, las interrogantes que nos planteamos hace más de cincuenta años, acerca de este ilustre soldado. Vayamos pues con nuestro personaje.   

Era hijo de Giovanni Borso –el conde Borso, un piamontés de noble estirpe– y María Benedetta Carminati, unos genoveses afincados en Málaga, donde nace Cayetano en 1797. En 1815 marcha a Italia para ingresar de cadete en la Guardia del Corpo, pasando después, como subteniente a la Brigada Saluzzo, en 1818. En Génova toma parte del Movimiento Constitucional de 1821, siendo ascendido a teniente por la Junta Revolucionaria y marchando a Novara con el ejército rebelde. Tras el fracaso del movimiento, es condenado a veinte años de prisión, pero en 1822 escapa a España y allí lucha contra los franceses en 1823. Después pasa a Inglaterra y más tarde a Francia, participando en París en la Revolución de Julio de 1830. En 1831, marcha a Portugal donde organiza un regimiento, conocido después como Cazadores de Oporto, con el que combatió en la Guerra Civil Portuguesa, con tal eficacia, que el rey Pedro IV, en persona, le impuso una alta condecoración. En 1836 pasa a España con su regimiento y en 1837 es promovido a mariscal de campo del Ejército Español por la acción de Chiva, librada el 15 de julio de 1837. Ese mismo año, el 7 de diciembre, se casa con Rafaela Anzano y Parreño, hija de un capitán de infantería muy adinerado y sobrina del general Oráa. Poco después, se pronuncia en Tortosa a favor de la Constitución, recién aprobada, permaneciendo al frente de sus tropas, sin más preocupación que la de contribuir al restablecimiento del orden. En 1838 participa en la campaña del Maestrazgo, en el sitio de Morella y en 1839 es enviado a Valladolid por un corto período, pasando después a Cataluña donde, ese mismo año, participó, al mando de su división, en las acciones de Peracamps. Esto le valió una mención honorífica pero no el ascenso a teniente general, que es lo que esperaba. Unido a esto, comienza a percibir cierta desconfianza hacia él. No se equivoca porque es relevado del mando y enviado a Alicante. Poco después lo destinan a Madrid.

En septiembre de 1841 fallece un tío carnal de su esposa, y solicita permiso para trasladarse a Zaragoza. Aunque dicha muerte es cierta, se sospecha que este viaje a Zaragoza puede tener relación con la conspiración antiesparterista. En efecto, el 4 de octubre de 1841 se subleva en Zaragoza el segundo regimiento de la Guardia Real. Cayetano llega al Cuartel de la Guardia la noche del 4 al 5 y se pone a su cabeza, marchando hacia Pedrola. El día 8 es hecho prisionero por la Milicia Nacional y conducido a Zaragoza, donde se le forma un Consejo de Guerra, siendo fusilado el día 11 de octubre, a las 2:30 de la tarde.

Tras la muerte de Cayetano, la reina Isabel II, quiso recompensar sus brillantes servicios a la corona, así como su permanente lealtad y, a tal efecto, concedió a su viuda una pensión vitalicia de treinta mil reales de vellón anuales, por Real Orden de 25 de mayo de 1844.

Cayetano tuvo un hijo, llamado Emilio, nacido en Valencia en 1841 y fallecido en Buñol el 31 de agosto de 1912, según acta de defunción consultada, en la que se le da tratamiento de Exmo. Señor. Por tradición y genética, Emilio comenzó la carrera militar pero la dejó para seguir la carrea diplomática. Después, a los treinta años, comenzó la carrera de derecho en la Universidad de Valencia, llegando a ser un prestigioso abogado criminalista de la capital. Entre otros títulos y cargos, Emilio fue alférez de Caballería, cónsul de España en Burdeos, Nápoles y El Cairo, presidente del Ateneo Mercantil, Ateneo Científico y Literario, teniente de alcalde de Valencia… Estaba en posesión de diversas condecoraciones: Orden de Isabel la Católica, Gran Cruz Cristo de Portugal, Cordón de la Legión de Honor de Francia y otras. Se le dio bien la literatura y publicó varias obras, entre otras, La pena de muerte ante la necesidad, la justicia y la moral (Valencia 1882). Fue coetáneo y amigo de los poetas Teodoro Llorente y Constantino Llombart, con los que participó de la vida poética valenciana. Precisamente Llombart, nombra a Emilio varias veces en su obra La Suiza valenciana – Guía de Buñol y sus alrededores (1884).

Cito tan ampliamente a Emilio Borso porque, como veremos, es la conexión buñolera de esta historia. Tuvo cinco hijos de su matrimonio con Rosario Llaudes Puig. Estuvo muy vinculado con Buñol, donde tenía su segunda residencia en el número 15 de la calle San Luis, a la que todavía se le conoce como «Casa de Borso». También tenía una finca con casa en la partida de Roma, donde aún está la «Fuente de Borso». Por otra parte, hay evidencias documentadas de su presencia en la sociedad y la vida pública locales. En 1868, cuando el pronunciamiento de Prim, forma parte de la Junta Revolucionaria de Buñol. En 1876, con motivo de la reconstrucción de la Ermita de San Luis, que destruyó una riada, se constituye una junta en la que se acuerda su reconstrucción. Para llevarlo a efecto se nombra una comisión compuesta por Joaquín Mª Calabuig, alcalde; Antonio Lloret, vicario, en representación del clero; los vecinos contribuyentes, Eulogio Ballester, Miguel Galán, Ignacio Calabuig, León Agulló e Ildefonso Carrascosa; y en representación de la colonia valenciana, Emilio Borso di Carminati y otros. En 1883 forma parte de la comitiva de personalidades que reciben el tren de Valencia en su viaje inaugural. Ese mismo año forma parte de la comisión local que acude a la estación para recibir al nuevo cura párroco, Francisco Torres Villalva. En 1886 se presenta a las elecciones por Buñol. En 1911, cuando el derrumbe del castillo, aparece como vocal de la comisión encargada de recibir socorros… Es evidente que Buñol significó mucho para Emilio y buena prueba de ello es que se comprometió con su vida pública y social de modo activo y altruista. El 31 de agosto de 1912, en una de sus largas estancias veraniegas entre nosotros, fallece en su domicilio de la calle San Luis, a consecuencia de un coma diabético, según consta en el acta de defunción, siendo enterrado en Buñol. En 2012, al cumplirse los cien años de la muerte de Emilio, publicamos un artículo titulado «Centenario de la muerte de un ‘buñolero’ olvidado», en el periódico «Tu Comarca». En 1938 sería enterrado en Buñol uno de los hijos de Emilio, llamado como él. Esto nos indica que, al menos este hijo, mantuvo la vinculación con Buñol y seguramente no fue el único. En 2002 fue vendida la casa de la calle San Luis por su último propietario, Cayetano-Ricardo Borso di Carminati Feced. 

Pero volvamos de nuevo a nuestro personaje, al mariscal Cayetano Borso di Carminati. Tras conocer su historia y su fusilamiento en Zaragoza, quedaba fuera de toda lógica su enterramiento en Buñol. No es verosímil que su viuda, que por entonces residía en Valencia y tenía un bebé de seis meses (Emilio), dispusiera el traslado del cadáver de su esposo para enterrarlo en Buñol, donde, que se sepa, no tenía vinculación alguna. Lo más probable es que fuese enterrado en Zaragoza. Después hay una gran laguna que oculta el cómo, cuándo y por qué aparecen en Buñol, supuestamente, los restos de Cayetano. En nuestro afán por completar este puzle, que ya considerábamos un reto, exploramos otras líneas de investigación que nos llevan a contactar nada menos que con una descendiente directa de Cayetano, una tataranieta. Esta señora, Consuelo Borso di Carminati, muy amablemente, nos facilita una valiosa información sobre su tatarabuelo, en lo relativo a su enterramiento y traslado. Para empezar, me dice que su antepasado no está enterrado en Buñol, sino en Valencia. Y, efectivamente, nos acompaña al Cementerio de Valencia y nos muestra el nicho donde reposan los restos de Cayetano junto con los de su esposa y una nieta. La documentación facilitada por el cementerio sobre estos enterramientos tiene la siguiente secuencia: Primera ocupación del nicho, Rafaela, la esposa (1879); segunda, los restos de Cayetano, «por traslado desde el Cementerio de Torrero, en Zaragoza» (1894); tercera, Rosarito, la nieta (1896). Este documento descarta la posibilidad de que los restos de Cayetano hayan estado, siquiera temporalmente, en Buñol, antes de su definitivo traslado a Valencia. Por otra parte, el diario Las Provincias en su número de 13 de julio de 1894 y bajo el título «El General Borso di Carminati, dice: Traslación a Valencia de sus restos mortales», dice: «Hoy llegan a Valencia los restos de un valiente general que luchó como un héroe durante la guerra civil […] en defensa del honor de doña Isabel II y del sistema constitucional, muriendo lastimosamente, victima ilustre de discordias intestinas. El 11 de octubre de 1841 era fusilado en Zaragoza por estar complicado en el movimiento militar contra la regencia del General Espartero…» 

Todo esto desmonta las hipótesis y dudas que nos habíamos planteado sobre su enterramiento y traslado de restos. También aclara algunas interrogantes sobre ese tema, pero plantea otras. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene la suntuosa lápida que hay en el cementerio de Buñol? Esto no lo ha sabido responder su descendiente a quien, por otra parte, también le resulta extraño este hecho. Pero con los nuevos datos que disponemos, podríamos aventurar dos hipótesis. Primera: su hijo Emilio, ya incardinado en la sociedad buñolera, encarga una artística lápida y compra un nicho en el cementerio viejo, con idea de trasladar los restos de su padre desde Zaragoza. Pero ocurre que muere su madre en Valencia y es enterrada en el cementerio de la capital. Esto quizá enfría y pospone el proyecto de Emilio, quedando la lápida en un nicho vacío o en su poder o, tal vez, en el almacén del cementerio viejo. Segunda hipótesis: la lápida procede de Zaragoza y en 1894 viaja a Valencia con los restos de Cayetano; pero el tamaño de la misma y su formato son incompatibles con el nicho de su esposa en Valencia. Entonces Emilio decide transportarla a Buñol para conservarla en su casa, o bien depositarla en el almacén del cementerio nuevo –el encargado de este cementerio dice haberla visto en el almacén, antes de ocupar su ubicación actual–. El resultado final de estos dos supuestos pudiera ser este: al tratarse de un personaje ilustre, bien a instancias de Emilio o por iniciativa del ayuntamiento, se instala la lápida del mariscal Cayetano en el cementerio, en un nicho vacío a ras de suelo –realmente es una simple pared, sin nicho–. Conclusión: esa lápida no es otra cosa que el cenotafio del general Borso di Carminati.

Es así como Cayetano, de forma simbólica, y su hijo y su nieto –estos de un modo real y fehaciente– hicieron de Buñol su última y eterna morada.

Por último, hemos tenido acceso a un documento excepcional. Se trata de la carta manuscrita de despedida que el mariscal Cayetano Borso di Carminati escribe a su esposa desde su prisión, unas horas antes de ser ejecutado. Transcribo solo sus primeras líneas. «Mi querida y adorada Rafaela: cuando esta carta llegue a tus manos habré dejado de existir –son las nueve de la mañana y […] la sentencia de muerte […] se llevará a efecto a las dos y media de la tarde–. Me atormenta la idea de tener que separarme para siempre de la mujer más virtuosa del mundo, de la mejor esposa y de la más tierna de las madres…»

Fuente de imágenes:

– Consuelo Borso di Carminati, tataranieta de Cayetano (la imagen de inicio).

Fuente de datos:

– Internet. 

– Archivo Parroquial de Buñol.

– Ayuntamiento de Zaragoza.

Del libro «La Villa de Buñol en el tiempo» (2ª edición – 2022) Con permiso de su autor.

Juan Simón Lahuerta
Buñolerómano

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