Buñoleros ilustres: Juan López González (Buñol 1859-1924)

Son muy pocos los datos que disponemos del Dr. Juan López. Una sobrina nieta, Mercedes Morató, nos ha facilitado alguna información, y una sobrina de esta, la Dra. Lucila Morató, nos ha aportado la imagen que aparece más arriba, en cuyo reverso puede leerse, escrito a lápiz: «Universidad Literaria de Valencia, Facultad de Medicina, Curso 1881-82». 

Juan López es, quizá, el primer médico de la historia, nacido en Buñol. Hablamos de la historia moderna, porque si nos remontamos a la Edad Media, se nos viene a la mente el morisco Gaspar Capdal, médico buñolero al que dedicó un libro nuestro ilustre paisano Emilio Estellés. Pero vayamos ya con nuestro personaje.

Según su acta de bautismo, a la que hemos tenido acceso, Juan Tomás López González, es hijo de los consortes Lucio López [Rehués], de profesión albañil, y Vicenta González [Hernández]. Son sus abuelos paternos, Venancio López [López] y María Ana Regües [Ertala], y los maternos, Agustín González y Vicenta Hernández, todos ellos de Buñol. Según costumbre de la época es bautizado el mismo día de su nacimiento, el 27 de diciembre de 1859. Lo de albañil, como profesión de Lucio López, no expresa fielmente su actividad. Era constructor de caminos, carreteras y otras obras de envergadura. Juan tuvo siete hermanos: Lucio, Amancio, Jaime, Conrado, Josefa, Antonia y Vicenta. 

Excepto Lucio, que era arquitecto, y Juan, médico, el resto parece ser que no pasaron de la enseñanza primaria. Lucio, además, fue padrino de pila de Juan.

En 1850 Juan recibe por herencia, en la partida de Carcalín, o La Jarra, una finca rústica con un edificio de dos pisos, construido por su padre y destinado a casa de recreo. En 1864 pasaría la propiedad a sus sobrinos Jaime y Francisco Criado López, que añaden, al edificio existente, otro destinado a molino de papel. Más tarde, en 1867, parten la sociedad, adjudicándose a Francisco el edificio de recreo, que lo convierte en balneario. Por su parte, Jaime, cede el molino a sus hijos, que continúan con la actividad. Y es así como, durante largo tiempo, La Jarra alberga ambas actividades, balneario y molino, en edificios colindantes. Entre 1936 y 1990 pasa la propiedad del molino a personas ajenas a la familia, desconociéndose si en la venta se incluye el balneario y hasta cuando funciona este como tal.

Obviamente, los padres de Juan debieron gozar de un estatus económico bastante desahogado, para mantener tantos hijos y, lo que es más significativo, dar estudios universitarios al menos a dos de ellos. Esto, en la segunda mitad del siglo XIX, y en un pueblo pequeño, es una rara avis.  

Juan vivió hasta su fallecimiento en Buñol, Calle Cid 63, junto a la casa abadía, hoy número 53. Se especializó en balneoterapia, según la familia, y trabajó en algunos balnearios españoles. Nada más sabemos de su vida profesional ni los lugares en que ejerció como médico. Sí podemos aventurar que uno de ellos pudo ser el País Vasco, dado que allí contrajo matrimonio. Nunca ejerció oficialmente como médico de Buñol, pero cuenta la familia que atendía cualquier consulta de quien se lo pidiese y siempre de forma gratuita. 

La vida familiar de Juan, en su entorno más cercano, estuvo plagada de desgracias, que fueron encadenándose una tras otra hasta convertir su vida en una auténtica tragedia. No sabemos hasta qué punto fue capaz de gestionar tanta desgracia, teniendo que cumplir con el día a día del ejercicio de su profesión. Para eso hacía falta poseer un gran temple y desconocemos si Juan lo tuvo. La primera desgracia no se hizo esperar y ocurrió en su primer matrimonio, con la valenciana Elena Subercase López. La boda se celebró en Valencia, en 1898 o 99 y la mala fortuna se cebó con ellos, falleciendo Elena en 1900, cuando estaba en avanzado estado de gestación. Ese mismo año se casa Juan en Bilbao, en segundas nupcias, con Filomena Urquiza Soto, natural de Bermeo (Vizcaya). De este segundo matrimonio nacen tres hijos: Filomena (1898), Juan Antonio (1899) y Mari Carmen (1901). Los tres fallecen de niños, con nueve y cinco años los primeros y con seis horas la tercera. En 1901 fallece Filomena con veintinueve años, poco después del tercer parto –no sabemos si a consecuencia del mismo–. Esta concatenación de hechos desgraciados justifica, creemos, el calificativo de «tragedia» que atribuimos anteriormente a la vida de nuestro personaje.

Juan fallece el 27 de noviembre de 1924, a la edad de 64 años –le faltaba exactamente un mes para los 65– y según consta en su acta de defunción, esta se debe a «tuberculosis pulmonar crónica». Sus restos reposan, junto con su segunda esposa y sus dos primeros hijos, en un nicho del panteón familiar, en el cementerio de Buñol. Llama la atención que no les acompañen su tercera hija, Mari Carmen, que tampoco consta en ninguno de los otros nichos. Su primera esposa, Elena, está en otro nicho del panteón. 

El panteón familiar es de aspecto sobrio pero elegante y equilibrado, como puede verse en la imagen. El espacio interior es subterráneo, de unos tres metros de profundidad y planta rectangular. Hay un altar al fondo y dos filas de nichos a cada lado. Lo construyó Lucio, el padre de Juan. Detrás del panteón destaca una magnífica escultura que representa un ángel, cuyo autor es Francisco López Criado, sobrino de Juan. Como recompensa le ofrecieron el privilegio de escoger, para sí, un nicho en el panteón y allí reposa, compartiéndolo con su esposa, su hija y su yerno. 

Desde el punto de vista artístico, este «Ángel del Silencio» representa una de las obras más llamativas e icónicas de nuestro camposanto. Fue esculpida en una sola pieza, alas incluidas, a partir de un bloque de piedra de la cantera de La Jarra.

Obviamente, en este panteón descansa su constructor, Lucio López Regüés, junto a su esposa y buena parte de su descendencia. También algunos allegados y cónyuges. Entre estos estos últimos está  Arsenio Galán Ferrer, que  fue  alcalde de  Buñol y diputado provincial de 1931 a 1936. Precisamente durante su mandato se construyó el Puente Nuevo. Comparte nicho con su esposa, Antonia López Zanón.

Por último, reseñar que, siendo el Dr. Juan López un buñolero ilustre de la época, el ayuntamiento le dedicó una calle en 1939. Su trazado arranca en la «Cuesta Soriano» y termina en «Las Escaleretes».

Fuente de imágenes y datos:
– Archivo Parroquial y Mercedes Morató.
– La imagen de inicio: Dra. Lucila Morató.

 Imagen de Lucio López: Dr. Francisco Cabello Espacio (tataranieto del retratado).
– Resto de imágenes: El autor.

Del libro “La Villa de Buñol en el tiempo” (2ª edición – 2022). Con permiso de su autor.

Juan Simón Lahuerta
Buñolerómano

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