Cuentos, cuentas, cuenta

Escribía el poeta León Felipe que el mundo estaba «ahumado y roto como un film quemado», y esto lo decía en 1935 cuando aún le quedaba mucho mundo por ver y muchas penas por transitar (murió en México en 1968). ¿Qué podría, León Felipe, escribir en un salto imposible de noventa años, sobre el asunto del mundo? Quizás, como en un salto imposible, podría hablar sobre la vigencia de la literatura popular que en parte recogieron folcloristas europeos a partir del XVII, literatura que puede retratar la realidad actual con cierta perfección extraña, ordinaria e inusitada y que sigue sirviendo, siglos después, para entrar en la complejidad y a la vez la simpleza de nuestro mundo cotidiano. Charles Perrault publicaba leyendas populares francesas y europeas en 1670, entre ellas, la famosa «Caperucita roja», ya saben, el asunto del lobo feroz y su engaño de cuento…

Pues bien, ¿acaso la tremenda historia en marcha del bufón ketamínico, testosterónico y rufián como un Pato Donald colorado con corbata roja no se ajusta a la idea de un lobo disfrazado? ¿Acaso los hispanos, las personas afroamericanas, las mujeres, los obreros vapuleados del norte o del oeste que lo alentaron y votaron en los Estados Unidos no se han juntado, por decir algo, con un «qué boca tan grande tienes»?

En verdad, ¿no es increíble que apoyen a un farsante peligroso los mismos que van a ser devorados por el «qué dientes tan grandes tienes», como en el cuento de Perrault? O, pensemos, jugando con la idea de un León Felipe y los cuentos tradicionales, qué no diría del famoso «Flautista de Hamelín», recogido por las hermanos Grimm en 1812,  ya saben, aquel de las ratas y los niños, que con su seductora melodía los raptaba. ¿Acaso no atendemos ahora a un rapto multitudinario, millonario incluso, de niños, niñas, muchachos, muchachas por el nuevo Hamellin de Silicon Valley, con esas extrañas melodías, algoritmos y mandangas como cantos de sirenas peligrosas? Más, tan actualizado, que deja a las ratas pasar el rato y, de paso, así mismo, rapta a los adultos tal ratas de laboratorio, y más a la misma Europa, rapta simulando un juego de espejos con el asunto mitológico de Zeus y el famoso toro blanco…

Pero, bueno, hemos dicho de Charles Perrault, hemos dicho de los hermanos Grimm y hemos dicho del propio León Felipito, el poeta de la barba, que él mismo decía que «el mundo estaba ahumado y roto como un film», como estaba ahumada y rota su propia poesía y, ¿dónde está su propia poesía?, si es que existe algo así como  «poesía propia».

Pero, bueno, ¿se acuerdan del cuento de las siete cabritas, también recogido por los hermanos Grimm a principios del XIX? ¿Serían capaces de dejar el móvil? ¿Serían capaces de dejar las series? ¿Serían capaces de dejar las páginas porno? Y contarlo, versionarlo creativamente, lanzarlo cual espejo al mundo… Mucho cuento y mucho lobo. Quizás tenga razón la terrible derecha hispánica (tan soez, pérfida y devoradora) que ahora en este arranque del XXI quieren hacer leyes para acabar con los lobos, para acabar con los cuentos y para que sólo exista el cotidiano cuento de terror que ellos mismos histriónicamente cuentan: «enséñanos la patita», alguna se esconde tras el reloj y… «Adeus ríos, adeus fontes, adeus vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos…» Sí, «Adeus, non sei cando nos veremos», aun cuando León Felipe y el perverso genocidio de última generación en Gaza daría para un nuevo salto imposible. Vale.

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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