Hoy se sale

Llega el fin de semana y la noche se transforma en el jaleo de la gente, la música de los bares y el ambiente de las calles. Unos salen para disfrutar, otros para celebrar, o no, e incluso algunos para desconectar. Pero se sale. ¿Te has preguntado alguna vez qué pasa con las personas con discapacidad? Yo te lo cuento.

Este es uno de esos casos en los que seguramente dices «claro, no lo había pensado». Teniendo en cuenta que todavía cuesta pensar que las personas con discapacidad también salimos, cuesta aún más imaginarse que una noche se puede vivir de una forma tan distinta, sobre todo cuando para la gran mayoría de la sociedad no existen barreras ni trabas. Muchas veces vivimos tan centrados en lo normativo que no miramos a los lados y no observamos otras realidades. Imagina salir y que no puedas acceder al recinto, que no haya forma de que entres. Imagina que quieres ir al baño, pero no hay uno preparado para ti. O que el que hay está ocupado por una persona que no lo necesita. Imagina que quieres pedir una copa y no llegas a la barra. Imagina que la gente no deja de mirarte. Imagina que el portero no te quiere dejar pasar. Imagina que no te quieren vender alcohol, porque piensan que eso no es para gente como tú. Imagina que alguien se ríe de ti, o que otro te da la enhorabuena por estar ahí. Imagina que te da miedo volverte sola a casa, por si te ven más débil y pasa algo. Y como estas, muchísimas situaciones más ocurren cada noche. La realidad es que el ocio nocturno no está preparado para nosotros y nosotras. Y si no lo está cuando la discapacidad se ve, mucho menos cuando es invisible. A mí personalmente me ha pasado muchas veces que no se han dado cuenta de mi mano y, de repente, todo cambia. La mirada, la forma de actuar, el ambiente. Se siente la incomodidad, cuando debería ser lo más natural.

Pero, una vez más, el mundo no está preparado. Porque, de todas las barreras con las que podemos encontrarnos, hay una que es la más grande de todas, la madre de las barreras: la humana. Es el origen, de esta depende que logremos el cambio que tanto ansiamos. No podemos hacer que haya una rampa decente para entrar al bar o que se deje de usar el baño de discapacidad para almacenar rollos de papel higiénico si no logramos que, quien tiene que hacer que esto pase, cambie su perspectiva y abra los ojos. Necesitamos previamente una buena dosis de sensibilización y concienciación. Ese es el primer paso. Con esto podremos lograr que las personas que trabajan en este sector estén preparadas para recibirnos, para recibirnos bien. Y entonces sí, derribaremos todas las barreras arquitectónicas y físicas que siguen, que no son pocas. Vale, ¿y esto cómo lo logramos? Fácil, haciendo que nos escuchen. Eso fue precisamente lo que un grupo de personas con discapacidad hicimos hace poco. Una gran marca de bebidas nos juntó en una campaña para mostrar lo que es salir con nosotros y nosotras una noche, y la hemos lanzado al mundo para que nos vean, para que nos escuchen, para que se enteren. Fue una experiencia increíble. Busca «Visible Room» y lo entenderás. Estas acciones son muy importantes para que el resto de personas empiecen a ser conscientes y rompan con las ideas preconcebidas que tienen de las personas con discapacidad. Ideas, normalmente, manchas de estigmas, prejuicios, rechazo o incluso pena.

Todo esto es fruto del desconocimiento social que existe. Pero el impacto más grande está en lo más sencillo y en lo que para mí es la clave de muchas cosas: dejarse ver. Dejándonos ver estamos haciendo mucho más de lo que creemos. Estamos recordando que estamos aquí, al igual que el resto, y que merecemos estarlo. Estamos permitiendo que quien está alejado de la discapacidad de repente no lo esté tanto, que la tenga literalmente al lado. También estamos haciendo que se naturalice ser diferente en un mundo que busca tantísima perfección. Y algo muy importante, estamos creando conciencia, lo cual es necesario para que quienes tienen el poder de cambiar las cosas, lo hagan.

A mí personalmente me gusta salir a disfrutar, y me encantaría que, si mi discapacidad tiene que estar presente, sea para ver cuántas copas puedo sujetar con el muñón o para jugar a «piedra, papel o tijera», no para que se me señale ni para que se me rechace. Y, al igual que conmigo, con el resto de compañeros y compañeras con discapacidad. Quiero que podamos sentir que la noche también es nuestra, y que cuando digamos «hoy se sale», lo hagamos sin incertidumbre y sin miedos, a lo grande.

Regina Martínez Álvarez
Creadora de «Ni más ni mano»

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