La influencia del linaje femenino en nuestra vida, según la mirada de las Constelaciones Familiares de Bert Hellinguer.

Hombres y mujeres somos hijos, nietos, biznietos y tataranietos de mujeres. Y somos también hijos, nietos, biznietos y tataranietos de hombres. Juntos, hombre y mujer, hacen posible la magia de la vida, una vida que se ve marcada por la historia familiar desde antes del nacimiento. 

Sin restarle importancia al hombre, hoy me centraré en el linaje femenino como un particular homenaje a la celebración del día de la mujer que tiene lugar este mes.

Tú, tu madre, tu abuela, tu bisabuela, tu tatarabuela y la madre, la abuela, la bisabuela y la tatarabuela de tu tatarabuela, estáis unidas por un hilo invisible que hace que su ADN, su energía y su historia de vida influyan en tu forma de relacionarte con la vida. 

Cuando tu madre llevaba unos cinco meses en el vientre de tu abuela ya estaba en sus ovarios la célula del óvulo del que vendrías tú. Tres generaciones en un mismo entorno biológico. 

La abuela materna transmite los rasgos físicos, genéticos, su forma de sentir y cómo vivió su historia de vida tanto a su hija como a su nieta y en muchas ocasiones se salta una generación y es la nieta quien suele repetir los programas de la abuela.

El vínculo con la madre es uno de los más complejos en el mundo relacional, y esto tiene que ver precisamente con la importancia que tiene en nosotros. 

Pasamos 9 meses en su interior, nos alimentamos de sus alegrías, de sus miedos, de sus risas y de sus prisas. En su vientre aprendimos que hay momentos de bienestar y momentos de malestar, y lo aprendimos a través de las hormonas y neurotransmisores que generó según su actividad y su estado de ánimo. Todo lo que sintió cuando supo que estaba embarazada (miedo, vergüenza, alegría, ilusión, rechazo) y todo lo que le sucedió esta impreso en nosotros. 

Venimos de ella y con ella vivimos todas sus experiencias desde la concepción, el embarazo, el parto, la lactancia y la primera infancia. Su amor es la base para desarrollarnos de forma saludable. Si ella no está necesitamos a alguien que la supla. De la madre tomamos todo, el alimento y la vida. A medida que fuimos creciendo fuimos creando nuestras ideas sobre ella y esa relación con la madre tiene que ver con la relación que tenemos con la vida.

Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares dice: «como miramos a nuestra madre miramos a nuestra vida», «el que tiene a su madre en el corazón, brilla», «sin madre no hay trabajo, no hay pareja y no hay éxito en la vida». 

Quien está reconciliado con su madre tiene salud, tiene pareja, tiene trabajo y le va bien en la vida porque es el primer vínculo con la vida. Si no podemos tomar a la madre, tal y como es, no podemos tomar la vida tal y como es, y nos volvemos exigentes y quejicas. 

Es cierto que no todas las madres están disponibles para sus hijos. Algunas madres no pueden o no saben, incluso hay madres que dan a sus hijos en adopción, pero todos tenemos una madre que nos dio la vida gracias a un hombre especial, nuestro padre, sin el que no habríamos podido llegar al mundo. No importa si estuvieron un minuto, media hora o una vida entera, gracias a un pequeño instante de unión de esa pareja, en particular, existimos.

Y recordemos que nuestra madre viene de una madre, que también tenía una madre que venía de otra madre, y cada una de ellas tenía una forma de relacionarse que fue transmitiéndose generación tras generación repitiendo lo que les gustó de la anterior y tratando de no repetir aquello que no les gustó. Exactamente igual que haces tú ahora con tu hija. 

A menudo, en la consulta, escucho a hijas decir: «yo no me quiero parecer a mi madre y cada vez me parezco más a ella». Las dinámicas que repetimos están tan arraigadas en nosotras que no se pueden soltar hasta que las vemos y las abrazamos, porque si las rechazamos se hacen más fuertes.

Se suele hablar de «buenas» y «malas» madres, olvidando que, ante todo, son mujeres que aman, que sufren, que crecen y menguan, que unas veces aciertan y otras se equivocan y que llegan hasta donde llegan. Muchas veces una madre no está disponible para su hija porque su madre tampoco lo estuvo para ella y no sabe como tomar a los hijos produciéndose un movimiento de amor interrumpido.

Se habla de la necesidad de «sanar la madre» y es importante matizar que no se trata de tener una buena relación con mamá. A veces sanar la relación con la madre es soltarla en vez de abrazarla. La clave está en diferenciar el vínculo de la relación. El vínculo existe desde el nacimiento hasta la muerte, incluso más allá, y aunque la relación sea mala el vínculo es indestructible, ella siempre será nuestra madre y nosotros sus hijos, y debemos agradecer la vida que nos llega de ella. 

Unos deberán incluir a la madre dando un paso hacia ella para abrazarla, inclinarse ante su grandeza, en un acto de humildad y gratitud hacia esa mujer que les dio la vida y otros tendrán que soltar a mama, poniéndola a una distancia sana para poder florecer y crecer. 

Podemos amar a la madre en nuestro interior y protegernos de una relación dañina con ella. La cuestión es cómo podemos cambiar la mirada, como cambiar la percepción que tenemos de ella para tomar lo que nos pudo dar y renunciar a lo que no pudo darnos y así convertirnos en nuestra propia madre interior que nos nutre y sustenta.

Hay infinitas dinámicas de nuestra vida que tienen que ver con cómo nos vivimos a nuestra madre y cómo nos relacionamos con ella y con cómo ella miró a nuestro padre y se relacionó con él. A veces el hijo se queda con la obligación de cuidar a su madre porque el padre está ausente, y no encuentra una pareja con la que formar familia porque se ha convertido en la pareja simbólica de la madre. No podrá hacer su propia vida hasta que se dé cuenta del lugar que ocupa su madre en su vida.

Cuando la madre esta embarazada y fallece un ser querido la mirada de la madre no puede estar en el bebé que nace, porque su corazón está transitando el duelo y, aunque la madre quiera estar para su hijo, no puede, y el hijo lo interpreta como que su madre no estuvo y quizá sí estuvo aunque no del todo disponible. El hijo puede tener una necesidad de quedarse cuidando a su madre, llevando el dolor por ella y negándose a crear su propia familia. En este caso funciona decirle: «gracias por todo lo que me diste, por todo lo que me cuidaste, pero ahora necesito salir a buscar a un hombre como tú buscaste a papa, ahora yo necesito dejar contigo todas tus carencias, todo lo que pusiste sobre mí, e ir a la vida a hacer lo propio»

Una hija que se siente mejor que su madre y cree que puede enseñarla, se enfada con ella y la riñe porque cree que es mejor madre que su madre. Quizá creció pensando que su mamá no tuvo mamá, la abuela abandonó a su madre y la madre quedó tan pequeña que la hija, sintiendo el abandono de la abuela y la tristeza de la madre, se desordenó, ocupando el lugar de la abuela. La abuela existió aunque tal vez no pudo cuidar a la madre, tal vez se murió en el parto. En este caso es necesario darle un lugar a la abuela para que la hija pueda ver a su madre como madre y no como hija.

Cuando alguien mira a su madre y la rechaza o siente rabia puede que haya un «movimiento de amor interrumpido» porque el bebe se sintió separado de la madre en los primeros años de su vida. Quizá la madre se enfermó y el bebé tuvo que ser cuidado por otra persona de la familia. El bebé no entiende que su mamá está enferma y no puede resolver ni integrar esa separación, se siente solo y separado del vínculo materno. Este sentimiento puede provocar dificultad para mantener relaciones largas, rompen frecuentemente relaciones y vínculos y cambian continuamente porque el vínculo con la madre se rompió en una edad temprana y el niño cierra su corazón ante el dolor de que su mamá no esté a su lado.

A veces, para transitar el camino de abrazar, agradecer y soltar, se necesita la ayuda de un terapeuta. En cualquier caso, te puede ayudar reflexionar sobre las siguientes cuestiones:

¿Qué imagen tienes de tu madre? ¿Qué piensas de ella y de cómo hizo las cosas contigo en tu infancia? ¿Crees que tú lo haces o lo habrías hecho mejor? ¿Qué hizo tu madre con su vida? ¿Y contigo? ¿Cuál es tu dinámica, cuál es tu forma de relacionarte con tu madre? ¿Qué es lo que te separa de tu madre o qué necesitas hacer tú? ¿Qué te decía tu madre acerca de tu padre?

En realidad, aunque la relación no sea del todo buena y se sienta rechazo por la madre, en lo profundo, en el alma, pasa otra cosa y se puede caer en la dualidad de amarla y odiarla a partes iguales. 

Se puede mirar a la madre con buenos ojos para entender qué le pasó, por qué no pudo estar como a ti te hubiera gustado, y eso te ayudará a darte cuenta del amor que todavía queda entre tú y ella. Y provocará un efecto dominó entre tu madre y tu abuela, entre tu abuela y tu bisabuela y así hasta el origen de la vida.

Puedes hacer el siguiente ejercicio meditativo:

Imagina detrás de ti a tu madre, detrás de tu madre a tu abuela, detrás de tu abuela a tu bisabuela, y detrás a tu tatarabuela. Internamente te das la vuelta para mirarlas y les dices a todas:

«Mis queridas ancestras, os veo, os reconozco como parte de la familia, os doy un lugar, veo vuestro dolor, veo vuestra tristeza, veo que seguramente no fue fácil y veo vuestra grandeza. Gracias por haberme facilitado el camino que hoy transito. Sí a todo, tal y como fue. Honro vuestro destino permitiendo que las cosas sean como han sido. Y lo dejo con vosotras. Me libero y os libero. Ahora yo me sostengo y me ocupo de mi vida, a mi manera. Con amor y por amor os suelto y en mi corazón seguís latiendo».

Para crecer necesitamos soltar a nuestros padres, necesitamos mirarlos con profundo respeto y decirles: «Sí, gracias. Tomo la vida que me llega de vosotros, con lo que me distéis y con lo que me dais es suficiente, haré con ello lo que mejor sepa. Por favor, miradme bien si yo lo hago distinto y vivo la vida a mi manera»

Cuando abrimos el corazón a la comprensión, manteniendo a nuestra madre viva en nuestro corazón, nos podemos abrir hacia la vida. La relación de pareja, el éxito y los hijos tiene que ver con la relación que tuvimos con la madre, restaurar los vínculos afectivos con la madre mejora nuestra vida.

Blanca Marzo Zanón
Coach de salud

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.