Un 8M sin barreras

En pleno siglo XXI las mujeres continuamos enfrentándonos a barreras y desigualdades que nos limitan ante la sociedad. Estamos en proceso de cambio, pero todavía queda. Cuando hablamos de las mujeres con discapacidad, estas barreras se multiplican. Y a decir verdad, debo confesar que muchas veces pienso que el mundo no está preparado para el cambio. que es muy como decir que «esto siempre ha sido así y así debería ser», antes que dedicar tiempo a pensar por qué no debería de serlo, por qué debería cambiar. Y es que estamos tan en la sombra, que nadie nos ve.

Me gustaría no tener que decir que es complicado ser mujer con discapacidad en una sociedad que se abandera de la diversidad en casi todas sus formas, porque está claro que en esta todavía no lo hace del todo. Pero no, no es fácil, y no lo es por muchos motivos.

Nos enfrentamos a numerosos estigmas. Ideas preconcebidas de la discapacidad, totalmente erróneas. Imaginarios falsos en cuanto a estereotipos que en su mayoría no se cumplen. Seguimos pensando que no somos válidas, que casi no se nos ve como a mujeres, porque no se nos trata como tal. Y yo siempre me pregunto lo mismo: si ser diferente está mal, pero todas las personas somos diferentes, ¿por qué se nos sigue tratando así? Se nos borra la identidad como personas, como mujeres; quedamos desnudas ante juicios de personas vacías de valores y empatía, con la sentencia de vivir con ello y encima no poder quejarte. «Pobrecita». Pero ya está bien.

Una barrera inmensa que nos tiene completamente anuladas está en la salud, concretamente la salud sexual y reproductiva. Seguimos escuchando barbaridades a las que muchas mujeres con discapacidad son sometidas porque se sigue anteponiendo una vaga solución, que en absoluto soluciona nada, ante una propuesta efectiva que sigue descartándose: la educación sexual. Se borra por completo el hecho de que somos mujeres, solo se ve la discapacidad, y eso lleva a que se descarte todo aquello que tenga que ver con nuestros deseos, ser o no ser madres, tener encuentros sexuales seguros y consentidos, aprender sobre nuestra sexualidad y nuestro cuerpo, tomar decisiones por nosotras mismas. Se trata de nosotras y nuestro cuerpo.

Otro punto importante es la jerarquización que hay detrás de ser mujer con discapacidad. Por ejemplo, en la línea del punto anterior, a mí me falta una mano, no se pone tanto en cuestión que no esté capacitada para ser madre. Sin embargo, una mujer con discapacidad intelectual seguramente estaría absolutamente descartada de esta idea. Y, al igual que pasa con este tema, pasa con muchos más. Se nos categoriza según la «capacidad» que tenemos para según qué cosas, a ojos de no sé quién, y a partir de ahí se revalua nuestra etiqueta de discapacidad. Vamos, que para unas cosas se nos considera dentro de este colectivo y para otras no tanto.

La guinda del pastel siempre es lo mismo, la infantilización y el paternalismo. Tratarnos como a niñas, sobreprotección, invalidar sentimientos, opinar por nosotras, dirigirse a nuestros acompañantes, no tener en cuenta nuestras opiniones, ideas, deseos e inquietudes… y un largo etcétera. Se suele pensar que no podemos, que no valemos, que no estamos a la altura. Que no cumplimos con los cánones de una mujer con todas las letras, que no merecemos ser tratadas como tal. Ni puestos de trabajo respetuosos, ni sueldos justos, ni un trato digno en el empleo. Hasta quien más se abandera de la diversidad nos está discriminando.

Estos y muchos más son los motivos por los que debemos salir a las calles el 8 de marzo y por los que debemos reivindicar cada día. No callar, no aguantar, no silenciar. Debemos hablar y debemos hacerlo alto y claro. Todas las mujeres con discapacidad tenemos unos derechos que se debe cumplir y esperamos un buen trato que recibir, no somos ni más ni menos que el resto. Nuestras necesidades deben ser escuchadas y se deben tener en cuenta. Luchamos por eliminar todas las barreras que nos separan de ser lo que somos: mujeres maravillosas.

Regina Martínez Álvarez
Creadora de «Ni más ni mano»

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