Diario de un viajero: el repoblador

n13 historia2

“Yo, Ximeno de Gil, que provengo de las tierras grises de los
Montes Ibericos, de los áridos páramos de Aragón y que son cruzados
más abajo por el Gran Rio (el Ebro), fui repoblador de aquestas tierras del este,
del Condado de Buñol, en este año de 1610…”

Así empezaba un escrito que encontré en la Iglesia de El Salvador, sita en una plaza del Castillo de Buñol. Era el año de 1835. Seguí leyendo en la fría tarde de nivoso, por la ventana se colaban fríos tañidos de lejanas campanas, el ocaso traspasaba en colores rojizos mi corazón, acababa de llegar de la real Villa de Madrid, huyendo de los motines y de las revueltas liberales contra Maria Crisitina de Borbon.

Mi casa no estaba lejos de esta iglesia, antigua mezquita árabe, por lo que la visitaba a menudo.  Seguí leyendo el texto:

No vine a repoblar estas tierras de Condado, por mi propia voluntad, vine huyendo de las tropas del rey Felipe. No soy morisco, ni judío, soy aragonés de las tierras del bajo Aragón, sí cristiano viejo, de edad treinta y tantos años. He luchado al lado del francés y del castellano, varias heridas llevo en mi piel que lo atestiguan. Entré en la villa el día de Corpus Cristi junto a diez familias y sus carros. Debo decir que soy soldado, y manejo bien la espada, además del mosquete, el trabuco y pistola de fuego. Añado que no tardé de encontrar mi sitio en estos terrenos, pues en breve fui destinado a un pequeño destacamento a la entrada de la población, cerca del Camino real…

El viento gélido se escuchaba en los tejados de la pequeña iglesia, las luces emitían sombras amarillas tirando al dorado, con forma de espectros, seguí leyendo:

…Juré fidelidad al Conde y me incluyeron en la Carta puebla y, como ya dije, junto diez familias más nos instalamos en la villa. Como decía, pronto me colocaron de jefe de guarnición en la zona alta, vigilando el camino real hacia Castilla, pues mis oficios se notaron enseguida. Mientras en España la paz promovida por Felipe III con Inglaterra estaba presente, solo llegaban inciertas noticias del Duque de Lerma y sus conjuras. En poco tiempo y como buen soldado recorrí el término, impresionado por su castillo y su buen tiempo, de abundantes cielos azules, de abundantes fuentes y lagos, como Cova de Turche o el río donde me refrescaba a menudo. Había caza y saqué buen provecho de ella, matando con mosquete y puñal, jabalíes y perdiz. Por lo demás, el pueblo había quedado despoblado y en ruinas tras la expulsión morisca…

La noche caía entre nubes celestes y rosas. Por un instante volví la cabeza y creí ver a Ximeno mirándome desde la penumbra, seguí con el texto:

…un día de noviembre, dia de San Clemente, de este año nombrado, tropas de Virrey y unos tercios reales nos alistaron, pues se había producido una rebelión de moros en el pueblo de Cortes del barón Juan de Pallás a pocas leguas de estas tierras…

…tras numerosas escaramuzas, los moros sublevados se hicieron fuertes en la Muela de Cortes, unos riscos parecidos a castillos naturales y de cuestas, y allí Tunigi, el último morisco sublevado contra el rey y sus tercios, nos hicieron frente, y en aquestes lares los infieles nos dieron batalla y con valentía y arrojo caí herido de morte, por espada mora, yo Ximeno de Gil, de Aragón venido…

Cerré el pliego, ya noche cerrada, pensativo y triste, bajando por las callejuelas del castillo, ya dispuesto a viajar a ese pueblo donde dieron muerte a Ximeno, a Cortes, según ponía.

Rafael Ferrús Iranzo.
Buñol histórico.

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