La emigmatica historia de la cruz de piedra del cementerio de Buñol y una espía alemana de la Primera Gran Guerra

En la tarde fría de enero de 1916 se escuchaban voces dentro del viejo cementerio de la Villa. Un pelotón de soldados, que habían llegado desde Madrid, se preparaban para fusilar a alguien. Las potencias aliadas con Alemania necesitaban información del armamento que pasaba por el Camino Real hacia Madrid desde Valencia. En la ciudad del Turia tenían cinco alemanes espías en el Puerto y, en la carretera hacia el interior, una mujer. Rose era el falso nombre inglés.

En Buñol se encontraba Elena Von Dresde, la cual se hacía pasar por fotógrafa del periódico inglés The Life. Su nombre aquí en España era Rose, a secas, nadie preguntaba su apellido.

Sólo se sabía que era muy guapa y que hacía fotos de aquí y allá para su periódico, y que se alojaba en la Venta, nada más. Y que de vez en cuando la visitaba un hombre alto, rubio, de facciones germanas, pero sin levantar sospecha alguna. Era frecuente verla, eso sí les parecía extraño, pasear por el Camino Real, incluso de noche. Los ingleses son raros, raros de verdad, se decían las gentes del pueblo, tampoco les importaba mucho.

–les doy las gracias –dijo minutos antes de morir Rose–, de hacer lo que están haciendo, bajo esta cruz de piedra, símbolo de mi religión, pues soy católica. Y además en Camposanto. Todo un detalle, teniente.

Se negó a que le vendasen los ojos. 

España en esos momentos era afín a las potencias aliadas, suministrando armas traídas desde el Mediterráneo, desde Valencia a Madrid y desde Madrid a Irún. Todo fue un comercio, pues nunca se tuvo claro este apoyo y por qué no a las potencias Centrales, siendo las monarquías más afines, entre ellas.

Los soldados del Tercio de Isabel la Católica del Regimiento VI de Madrid habían venido para quedarse en la villa hasta el final de la contienda. Muchos más se trasladaron a Valencia, debido a un mensaje del gobierno francés para que se fusilase a cualquier espía de las potencias Centrales. El káiser Gullermo ya lo estaba haciendo con franceses e ingleses.

Estos diez soldados, comandados por un teniente y un sargento primero, aguardaban las cinco en punto para fusilar a Rose.

–Soldados españoles –dijo Rose– apoyando a los Aliados estáis perdiendo la gran oportunidad de la creación de un Gran Imperio Germánico. Vuestro país siempre ha sido aliado del nuestro, vuestro emperador Carlos I de España, V de Alemania, fue un gran Emperador, aprended de él.

La tarde caía gris y los estorninos buscaban sitio para dormir. El reloj del Sargento Primero daba las cinco en punto, una gota de agua le cayó en el centro del reloj. 

–Mi teniente, ya es la hora.

El teniente le dijo que se acercse, los dos se fueron a unos metros del pelotón. La mujer, de pie, bajo la cruz de piedra, se encontraba rezando.

–Vaya faena, no tengo valor para fusilar a esa hermosa mujer. ¿Por qué se habrá metido en este lío del espionaje alemán? La verdad, no puedo.

El Sargento Primero le aseveró.

–Mi teniente, usted es joven, como ella, yo soy mayor y he luchado en Africa junto a los franceses y su Legión. Una orden de arriba es una orden de arriba y punto, no pueden moverle motivos sentimentales, ¿qué quiere, que seamos una provincia alemana en unos años?

El teniente parecía otro, su rostro estaba plano y su porte firme.

No podía matar a esa mujer. Además, ¿qué había denunciado?, un convoy de dos camiones cargados de fusiles Lebel? Por eso iban a matarla. Esto era un desastre, sin juicio, sin nada, pensó el Teniente. Pero en realidad los motivos eran otros, sus ojos le delataban, pero el sargento Primero no supo interpretarlos.

Sacó su pistola Parabellum Mg14 y disparó al Sargento Primero. Murió en el acto. Los soldados, al oir el disparo, se dispersaron, pero aún así pudo alcanzar a cuatro. Tuvo que rematarlos en el suelo. Los otros seis, tras las tumbas, le hacían frente al teniente.

Rose, asustada pero contenta de no morir esa tarde a las cinco, se escondió tras la cruz de piedra y por unos escasos segundos la miró. El capitel, con la figura de Jesús crucificado, y pensó qué hacía una cruz de piedra, que separa condados y caminos, o que se situaban a la entrada de pueblos hacía en el medio del Cementerio. Mas eso ya no era importante. Pudo rasgar las cuerdas con un hierro oxidado saliente de la base de la cruz de piedra, cogió un fusil Lebel de un soldado muerto y disparó a los que estaban cerca de ella, matando a los más próximos.

La tarde fue un hervidero de disparos y pólvora, sangre y hierro, tumbas y voces… El último soldado se entregó. Era un joven de no más de dieciocho años y lo dejaron huir quitándole antes las armas. Rose no se fio mucho y le disparó a un pie.

–Por si acaso, no podemos confiar.

Cojeando, salió del cementerio y se perdió en la partida el Maset.

Rose, serena, le preguntó:

–Gracias, ¿porqué lo has hecho? 

Pero fue una pregunta inútil. Hubo silencio y ganas de huir. Rose miró por última vez el capitel gótico medieval de la cruz de piedra y dijo al teniente:

–Hans, ¿no crees que se parece mucho este capitel al que se encuentra a la entrada de nuestro Rotemburgo?

–Elena, ya hablaremos de arte e historia cuando lleguemos a Portugal y desde ahí en barco a Alemania, un coche nos espera en el Camino Real a las siete, date prisa.

A largas zancadas llegaron al Camino Real, pasando por la Venta, donde se alojaba Rose. Al pasar por allí, Hans le preguntó:

–¿Cómo se te ocurrió hablar en alemán a aquel estúpido soldado en la Venta? Él dio el aviso. ¿Acaso se enamoró de ti?

Ella lo miró con desprecio y siguieron andando, escondidos entre las piedras y árboles. Allí esperaron al coche que les llevaría a Portugal. Agazapados y con pistola en mano, Hans se había quitado el uniforme y lo había tirado lejos. Debajo, una chaqueta de pana y pantalón a juego. Al caer la noche se besaron.

Camino Real – Valencia Madrid, 1916.

Nota del autor: sin duda la cruz de piedra del Cementerio de Buñol ha sido colocada después en dicho recinto. No es de la misma época, el cementerio se acabó en 1885 y unos años más de reformas. Se llevó allí por algún motivo y estaría en algún camino o plaza o a la entrada de un pueblo Si alguien sabe de este tema puede comunicarlo a la revista. Gracias.

Rafael Ferrús Iranzo
Buñol histórico

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