De cómo nos venden la moto

«A dos pasos de aquí, vive un hombre que se ha hecho rico con los chicos. Montó en la calle Alcalá un negocio que se llama Continental Express para llevar cartas y recados urgentes a domicilio. Y todo el negocio descansaba sobre unas docenas de chicos con una guerrera colorada y una gorra que atravesaban Madrid de día y de noche con una carterita al hombro. No les pagaba nada, sólo las propinas…» 

Esto podría ser un retrato de la magnífica «uberización» urbana y urbanizada en la que vivimos: chicos para todo en un mundo feliz de telefonitos pero, no se lo pierdan, lo escribía Arturo Barea en su obra «La forja», donde relata la llegada, a principio del siglo XX, de su familia a Madrid desde Extremadura huyendo del hambre. Cien años después, la misma actividad se nos presenta como el no va más de una economía de vanguardia. Es decir, el mundo del revés.

Podemos repasar con gusto literario obras del siglo que pasó para darnos cuenta que quizás, aun siendo todo diferente, atendemos al resurgimiento de la nueva servidumbre que, por otra parte, se parece mucho muchísssimo a la clásica servidumbre hispánica o rusa o británica de… siglos: una moderna feudalización de la vida ordinaria. 

Y surgía Arturo Barea al hilo de un ensayo muy sugerente, claro e incluso revelador que el periodista Jorge Dioni López recién publica: «El malestar de la ciudades», donde desarrolla todo un abanico de prospección económica, sociológica e incluso antropológica. Relata la España del ladrillo, de la destrucción del tejido social, de la precarización donde la clase media va en retroceso y la desigualdad se acrecienta, todo ello presentado como el no va más de la disrupción utópica, de la nuevas formas económicas que, según el autor, no son más que la recuperación de las de siempre: precariedad, abuso, acumulación y, lo peor, pérdida colectiva. Aprovecha Jorge Dioni López para repasar el impacto del turismo en el territorio en general y en las ciudades en particular, impacto que está transformado el perfil humano y el sentido de las mismas pasando a ser –las ciudades– de un espacio de actividad productiva, económica y cultural a un «producto» especulativo y a la venta, donde el producto principal que se vende son ellas mismas… Efectivamente, señala «El malestar de las ciudades» que algo está pasando y que por pura inconsciencia o quizás ebriedad sin más, no nos damos cuenta… 

Algo similar a lo que nos contaba en su libro anterior «La España de las piscinas», donde en los años del boom inmobiliario en España, se construyeron cinco millones de viviendas, siguiendo la mayoría el modelo de suburbio estadounidense. Son islas con adosados y «piscinas» –en un país escaso de agua– situados en la periferia de las ciudades y en las que reside buena parte de la llamada clase media aspiracional de nuestro país. Y cinco millones de casas con su habitantes, nos demos o no nos demos cuenta, tiene gran impacto en el tejido social, económico y político de un estado. 

Pero de cómo estas últimas décadas con sus transformaciones tecnológicas, económicas, políticas, etc. han marcado el rumbo desde principio de siglo podemos verlo en otro acertado análisis de Katharina Pistor: «El código capital. Cómo la ley crea riqueza y desigualdad». La autora trata de poner luz a algo que el neoliberalismo ignora o, peor, falsea, es decir, el capital es la característica que define a las economías modernas pero la mayoría de la gente no tiene ni idea de dónde viene realmente. ¿Qué es, exactamente, lo que transforma la mera riqueza en un activo que automáticamente crea más riqueza? «El código del capital» muestra cómo se crea el capital a puerta cerrada en los despachos de los grupos financieros y por qué este hecho poco conocido es una de las principales razones de la creciente brecha de riqueza entre los poseedores del mismo y todos/as los demás. 

En fin, que, como decían Noam Chomsky e Ignacio Ramonet en aquel conocido y difundido libro: de «Como nos venden la moto», «…Y todo el negocio descansaba sobre unas docenas de chicos con una guerrera colorada y una gorra que atravesaban Madrid de día y de noche con una carterita al hombro. No les pagaba nada, sólo las propinas…».

Imagino que esto les suena –por lo tiempos repetidos– aunque nadie de los que aquí estamos viviera aquellos momentos. Efectivamente, nos están vendiendo la moto, mas en la «radical modernidad» distópica y precaria nos la venden… incluso sin motor. Vale.

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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