La palabra trauma deriva del griego y significa «herida». Un trauma es una herida duradera que puede ser provocada por variadas situaciones. No es necesario que sea una gran catástrofe, lo que marca la diferencia es cómo vivimos lo que nos ocurre, no la gravedad de lo que nos ocurre.
Pierre Janet, filósofo, psicólogo y neurólogo francés estudió los desórdenes mentales y emocionales como la histeria, la ansiedad, las fobias, la disociación y la memoria. En 1894 aportó una definición de trauma que matizó en 1919 y que sigue vigente hasta hoy. Dice que «trauma es el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona. Cuando las personas se sienten demasiado sobrepasadas por sus emociones, los recuerdos no pueden transformarse en experiencias narrativas neutras. El terror se convierte en una fobia al recuerdo que impide la integración (síntesis) del acontecimiento traumático y fragmenta los recuerdos traumáticos apartándolos de la consciencia ordinaria, dejándolos organizados en percepciones visuales, preocupaciones somáticas y reactuaciones conductuales».
Peter Levin, doctor en biofísica médica y psicología, creador de «Experiencia somática», un enfoque para sanar el trauma basado en la conciencia corporal, dice que «el trauma se origina como una respuesta en el sistema nervioso y no se origina en un evento. El trauma está en el sistema nervioso, no en los hechos ocurridos sino en habernos quedado atrapados en nuestras respuestas primitivas ante acontecimientos dolorosos. Estar traumatizado es estar condenado a repeticiones interminables de experiencias insoportables».
En esta misma linea, el Dr. Gabor Maté dice que «el trauma es lo que ocurre dentro de ti como resultado de lo que te ha ocurrido. El trauma no es el acontecimiento que infligió la herida, no es el abuso sexual, no es la guerra, no es el abandono, no es la incapacidad de tus padres para verte tal y como eras. El trauma es la herida que sufriste a consecuencia de ello».
Lo ocurrido no lo podemos cambiar pero el significado que le hemos dado a eso que ha ocurrido sí que podemos cambiarlo porque, en realidad, la herida que ha quedado almacenada en nuestro interior puede sanarse en cualquier momento.
Todo acontecimiento traumático es estresante pero no todo acontecimiento estresante es traumático. Hay muchos estudios que demuestran que hay una relación entre un trauma en la infancia y una enfermedad física o mental en la edad adulta, o un trauma y una adicción.
La teoría del trauma es una perspectiva de la psicología que se enfoca en el impacto emocional y psicológico que puede generar un evento en una persona. Es decir, es un acontecimiento físico con consecuencias psicológicas que, además, puede despertar memorias enterradas en nuestro inconsciente.
Las personas con trauma, por lo general, adoptan una conducta de evitación ante cualquier cosa que les recuerde las sensaciones vividas anteriormente, no quieren hablar del tema y pueden llegar a desarrollar una fobia. Se disocian de la experiencia como un mecanismo de supervivencia y es muy probable que la experiencia se divida separando los aspectos sensoriales (visuales, auditivos, gustativos, olfativos, sensaciones corporales). Todas las sensaciones internas vividas en el momento del impacto pueden ser recordadas incluso de forma inconsciente y disparar una respuesta corporal de perturbación incluso aunque en ese momento ya no se esté en peligro. El cerebro no diferencia entre lo que pasa de verdad y lo que imagina que pasa. La información que quedó bloqueada y que el cerebro no pudo integrar se queda grabada en la neurobiología. En el cuerpo está inscrita toda nuestra historia y a veces no puede expresarse con palabras la intensidad de lo que se siente.
El hecho de que la inundación provocada por la DANA ocurriera al atardecer, con toda una interminable noche oscura por delante, con la incertidumbre de lo que iba a mostrar la luz de la mañana, sin duda ha provocado distintos traumas en las personas que lo vivieron directa o indirectamente. Independientemente de la edad, el género, el nivel socio-cultural, una herida es una herida y si no se cura bien puede provocar serios problemas de salud. En un primer momento la necesidad de sobrevivir nos impulsa a mantener la fuerza para volver a poner un mínimo de orden y, a medida que van pasando los días las fuerzas empiezan a fallar y vamos siendo más conscientes de la realidad, de las consecuencias y del impacto sufrido en lo físico, en lo mental y en lo emocional.
Si este es tu caso te aconsejo que busques la ayuda de un psicólogo especializado en trauma que pueda acceder a la amígdala de tu cerebro para darle una nueva oportunidad para integrar el hecho vivido.
Se dice que el cerebro es triuno, porque está compuesto por tres partes muy bien diferenciadas, cada una de las cuales se encarga de unas funciones concretas. Hay una jerarquía: el más antiguo es el cerebro reptiliano, le sigue el cerebro límbico o mamífero y por último el cortex o humano.
Es importante que haya una buena comunicación entre estas tres capas del cerebro para que podemos dar repuestas eficientes. El cerebro se encarga de integrar la experiencia interna y después pacta con la experiencia externa para dar una respuesta. La corteza cerebral es la que lleva el mando, por tener las capacidades más desarrolladas, escucha e integra lo que viene de abajo. En una situación de peligro puede tomar el mando el cerebro reptiliano donde se encuentra el sistema nervioso autónomo y el hipotálamo, encargados de regular la respiración y la postura. Si falla la comunicación se producirá una falta de conexión, regulación e integración.
Mente y cuerpo van unidos, lo que le pasa a uno repercute en el otro. Las vías de comunicación entre ellos son el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. Cuando hay un trauma las sensaciones internas de la experiencia son tan intensas que nos desbordamos emocionalmente y la información llega antes al cuerpo que a la mente. La supervivencia inhibe la rama parasimpática porque necesitamos estar en la acción, en cambio sólo hay curación desde el sistema nerviosa parasimpático, desde la relajación que permite que el cerebro se vuelva permeable.
Todo lo que nos ocurre se queda gravado en el cuerpo por lo que una terapia enfocada en gestionar un trauma pasa por la utilización del cuerpo, sólo con la palabra no basta, hay que acceder al cerebro límbico y al reptiliano para que la información vaya desde los órganos al neocortex y no al revés. El cuerpo se encarga de integrar el trauma sin necesidad de hablar sobre lo ocurrido.
El trauma se instala en el hemisferio derecho porque tiene más conexiones con el cuerpo, mientras que el hemisferio izquierdo es el que tiene los recursos lingüísticos para narrar los hechos. Por tanto, primero hay que regular el cerebro y después crear una relación que sostenga la narrativa, para integrar las memorias desbloqueadas con la terapia.
Una terapia psicológica acompañada de una terapia corporal favorecerá que el proceso sea más armonioso. En este caso la respiración juega un importante papel porque a través de ella accedemos al cerebro reptiliano y podemos auto regularnos desde ahí.
También trabajamos con este cerebro primitivo mediante movimientos repetidos, flexión y extensión, trabajando el psoas, los glúteos, el cuadrado lumbar, las suprarrenales, la pelvis, gestos repetidos con los pies y con los brazos, compartidos en grupo como las danzas africanas, posturas de equilibrio, reptar, andar.
Al sistema límbico accedemos con gestos sociales como el abrazo o poner las manos en determinadas partes del cuerpo. Colocar una mano encima de la otra en el corazón, con una intención de consuelo, o bondad con uno mismo, acompañado de la voz o de un canto, nos ayuda a conectar con la paz, así como el contacto grupal.
El mejor tratamiento para el estrés postraumático, tanto por su efectividad como por la velocidad en el tratamiento del trauma es el EMDR (singlas en inglés de «desensibilización y reprocesamiento del miedo por movimientos oculares).
Otras terapias que funcionan muy bien para la gestión de traumas son:
· Terapia de procesamiento cognitivo (CPT).
· Terapia de exposición prolongada (PE).
· Terapia Compassionate Inquiry, conectar con una parte sana capaz de superar el trauma.
· Ejercicios de liberación de traumas (TRE).
Es importante que estas terapias las desarrolle un profesional de la salud cualificado para evitar retraumatizar.
Blanca Marzo Zanón
Coach de salud