Recuerdos escolares de Buñol

Quiero dedicar este artículo a quienes compartimos esos años, tanto a las y los que nos dejaron prematuramente como a quienes aún nos vemos por Buñol y evocamos aquellos recuerdos.

LA ESCUELA DE LA VENTA

Mis primeros recuerdos escolares tienen olor a  la tiza blanca con la que se escribía en la pizarra. Seguramente en mi primer día de párvulos en las escuelas de la Venta (donde ahora está la finca del Vivó) hubo algunos lloros de los críos que, llevados por las madres, nos quedábamos allí, con la maestra. Había unas mesas hexagonales, no muy altas, en donde nos enseñaban eso de «la eme con la a, ma, la pe con la i, pi», etc. Para mí el empezar a saber leer fue un gran descubrimiento, ya no haría falta preguntar a tus mayores «¿Qué pone ahí?». Era el descubrimiento de un nuevo mundo. Además, allí tuvimos el primer libro que acompañó esos primeros pasos: «El parvulito». Otro momento imborrable era cuando venían a hacernos aquellas fotos con el mapa de España detrás o un televisor.

Por circunstancias familiares viví un par de años en Almazora (en donde fui a la escuela) y de allí conservo dos recuerdos, uno bueno y otro malo. El bueno era cuando venían a publicitar un nuevo álbum de cromos, de los cuales dejaban dos o tres al maestro y éste los sorteaba entre todos, siendo el premio para quienes adivinaran los números que había escrito en una hoja. A cada alumno nos regalaban dos sobres de cromos para aficionarnos a hacernos dicha colección. Con decir «Vida y color» a muchos nos hará viajar mentalmente a aquella época (finales de los sesenta). El mal recuerdo fue el de un maestro que, cuando leíamos, se empeñaba en que pronunciáramos bien y diferenciadamente la «ll» y la «y» griega. No hacerlo era motivo de castigo y tortura. Allí empecé a entender eso de «la letra con sangre entra».

LA ESCUELA DEL AYUNTAMIENTO

De vuelta a Buñol la escuela a la que fui estaba en el Ayuntamiento, en el segundo y tercer piso, a los que accedíamos por la puerta de atrás junto a la relojería de Paco y Mariela Sanz. En aquellas aulas nos juntábamos alumnos (porque en las clases no había alumnas) de varios cursos, por lo que había algunos de cursos superiores a quienes enseñaban y preguntaban los maestros mientras los demás hacíamos los deberes hasta que el maestro se dedicaba a nosotros. Llegado el mes de mayo había una maestra (muy religiosa) que la última hora de la mañana, de doce a una, la dedicaba a enseñarnos canciones referentes al mes de María, la Virgen. El motivo de que la escuela fuera en el Ayuntamiento era que el Colegio Nacional San Luis (el de la Huerta Abajo) estaba en construcción. Como el gimnasio de dicho colegio se terminó antes, para las clases de gimnasia nos mandaban allí. El profesor de esta asignatura no se complicaba mucho la vida y decidió que se hicieran varios equipos de voleibol y jugáramos allí dentro. Alguno de nosotros se pasaba de fuerza en el golpeo del balón y de esta manera nos cargamos varios tubos fluorescentes del techo. 

EL COLEGIO NACIONAL SAN LUIS (O DE LA «HUERTA ABAJO»)

En poco tiempo se terminaron las obras e inauguramos el Colegio Nacional San Luis, viviendo algunos cambios muy significativos. El primero fue que las clases ya fueron mixtas (por primera vez). Otra novedad es que venían también chicos y chicas de Yátova, Macastre y Alborache, lo que hizo que también funcionara un comedor (aunque de Buñol no solían quedarse muchos alumnos). El patio, aunque de tierra, era bastante grande. Aparte de inaugurar dicho colegio también repetimos obligatoriamente un curso para acoplarnos al nuevo plan de estudios, con la llegada de la EGB (Enseñanza General Básica), en la que además del libro de cada asignatura también había otro libro de fichas para hacer los deberes. Además, esta repetición de curso nos permitiría incorporarnos al nuevo plan de estudios, que continuaba con el BUP.

Hubo un final de curso que fue muy apoteósico, ya que se organizó un campeonato de fútbol en el patio, se hizo un concierto con el alumnado que tocaba en Los Litros y en Los Feos y, como colofón, se hizo una especie de concurso de disfraces en donde dimos rienda suelta a nuestra imaginación. Como se puede ver en la foto de la página siguiente, estaba Pepe Badía presentando, además de uno vestido de fallera (Cristobal Caño), y mi amigo Juan Guillermo Carrión (q.e.p.d.) y un servidor, que nos disfrazamos de la serie de moda en aquellos años, «Kung Fu». Con premio o sin premio, nos lo pasamos muy bien. 

Acabado el curso 74-75 (octavo de E.G.B. en mi caso), en los colegios de Buñol se produjo lo mismo que otros años, es decir: bajas de alumnos que no habían aprobado y dejaban de estudiar para empezar a trabajar; alumnos que optaban por la Formación Profesional, etc. Tras esa criba, quedamos las y los alumnos que sí que íbamos a seguir estudiando. Así que, tras inaugurar la EGB y las «Escuelas de la Huerta Abajo», ahora íbamos a ser la primera generación en inaugurar el BUP (Bachillerato Unificado y Polivalente).

EL BUP EN EL SAN RAFAEL

Quienes seguíamos íbamos a ir al Colegio San Rafael (actual Conservatorio), en donde ya se impartía el Bachiller antiguo y la reválida,  a cargo de «Las Hermanas» (que tenían una papelería frente a la iglesia de la Venta). Estudiaríamos dos cursos de BUP en el San Rafael mientras se acababa de construir el nuevo instituto (actualmente Escuela de Adultos).

Al no existir en Buñol todavía un instituto se haría dicha formación adscritos al INBAD, que era el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia, y nos enviaban material para las clases, además de comprar los correspondientes libros. El profesorado era variado y extenso, teniendo un profesor para cada asignatura. Las «Hermanas» impartían algunas asignaturas y otros profesores el resto de materias (incluso alguno venía de fuera de Buñol). El examen final (en junio) nos lo hacían profesores de institutos venidos de Valencia.           

UNA MEZCOLANZA DE ALUMNADO

En todo este conglomerado de jóvenes que íbamos a compartir el estreno del BUP nos juntamos alumnos que ya habían estado en el Colegio San Rafael (dirigido por «Las Hermanas»); otros procedíamos del C. N. San Luis (conocido como «La Huerta abajo»); otras (digo otras porque eran todas chicas) venían de La Atalaya (conocido como el de «Las Monjas»); y todavía quedaba otro nutrido grupo que procedía de la Academia «El Cid», en el  que se notaba que venían con un férrea disciplina (a buen entendedor…). Esta diversa procedencia del alumnado se percibía en los diferentes grupos que se hacían, y en cada grupo (si no del todo, sí en gran parte) se notaba el tipo de disciplina que habíamos tenido… Pero duró poco, ya que los quince o dieciseis años que teníamos la mayoría, junto con la situación política (con Franco muriéndose interminablemente en noviembre), más todas esas ganas de comernos el mundo, le dio un toque especial al curso.

UN VIAJE A VALENCIA A VER EL MUSEO DE CERÁMICA Y A LA PLAYA

En segundo de BUP el profesor de Historia (Salvador, que era cura en Alborache) organizó un viaje a Valencia. Y allí que nos fuimos un sábado por la mañana en el autobús de línea para visitar el Museo del Marqués de Dos Aguas (el de cerámica) y posteriormente irnos a la playa, en donde comimos y nos lo pasamos muy bien (como se puede ver en la foto de la primera página). Luego de vuelta a Buñol y a casa. También se hizo un viaje de fin de curso a Palma de Mallorca, pero yo no pude ir por cuestiones de obligaciones familiares (el famoso Kiosco de Gila).

Y POR FIN ESTRENAMOS INSTITUTO

El tercero de BUP lo hicimos en el nuevo instituto (que actualmente es la Escuela de adultos) y pudimos disfrutar de las nuevas instalaciones, aunque todavía quedaban algunos detalles por finalizar. Disponíamos de un gran patio pero se echaba en falta el del San Rafael, con su extensa pinada y arquitectura. Fue una grata experiencia con bastantes profesores nuevos y pensando cada uno hacia dónde iba a dirigir sus siguientes estudios (ciencias o letras, tras hacer el COU).

UNA BUENA COSECHA

Sería largo hacer una lista de en qué materia desarrolló cada uno su vida laboral, pero sé que ha habido excelentes profesionales en muchos ámbitos (música, literatura, medicina, etc). Sin desmerecer a nadie sí quiero remarcar a uno que ha llegado muy lejos, que es Carlos Simón, en sus investigaciones sobre la fecundación entre otras, con numerosos premios tanto a nivel nacional como internacional. Yo por mi parte, habiendo descubierto que trabajar de cartero me gustaba mucho me dediqué a preparar las próximas oposiciones, que aprobé y conseguí la plaza de cartero. Un trabajo del que me siento orgulloso y del cual he disfrutado mucho hasta jubilarme. 

En años posteriores nos juntábamos antes de la Feria para comer en la Acacia, aunque por algunas circunstancias ya se dejó de hacer este encuentro. En la foto adjunta se puede apreciar uno de aquellos encuentros. Y así concluyo este artículo que espero que a quienes compartimos aquellos años de nuestra vida, nos haga viajar un poco en el tiempo y los recuerdos.

Venanci Ferrer Tarín
Ex-quiosquero del barrio Gila

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