Buñol en los libros

«Hay sitios pintorescos y muy deliciosos en el Condado, distinguiéndose entre ellos las cercanías de Buñol, villa situada casi en el centro de los cinco lugares del Condado (…) Es tan honda la situación de Buñol, que ninguno de sus edificios se descubre desde la venta de su nombre, que está a muy corta distancia del camino real (…) La fuente principal de Buñol se llama de San Luis, cuyas cristalinas aguas brotan entre peñas en un sitio profundo, y son tan copiosas, que ellas solas forman un riachuelo…» 

Quizás sea este fragmento, entresacado de otro mayor, el primer texto impreso en una obra extensa y no especifica que nombra Buñol con detalle, y fue Antonio Josef Cavanilles científico ilustrado, botánico y naturalista valenciano quien lo recogía en «Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura población y frutos del Reyno de Valencia» en 1797, que fue y es un tratado descriptivo y general del territorio que el propio Cavanilles recopiló para dar a la imprenta y que sirvió por años como primera referencia a quienes buscaban información sobre Buñol. 

Desde finales del s. XVIII hubo en la comarca un fuerte intento de acabar con el antiguo régimen y la dependencia feudal de condes y condados y fue en el «Memorial ajustado», editado para público conocimiento en 1829, donde se recogía el proceso de la incorporación a la Corona del Condado de Buñol tras fallar la justicia en contra del Marqués de Malferit. Podemos leer en él: «Con copia de la Escritura última de venta, hecha por el Señor don Alfonso V. de Aragón en 1425, recurrieron al Rey en 20 de diciembre del año pasado 1797 la villa de Buñol y los lugares de Yatova, Alvorach, Macastre y Siete-Aguas (…) expusieron que don Salvador Roca, Marqués de Malferit, actual poseedor de dichos Pueblos y sus antecedentes, se habían conducido con abuso en su dominación, tan excesiva, que había llegado a tiranía (…) con notable perjuicio de sus casas, haciendas y agricultura, y se habían atraído el odio de un Señor, en cuyo arbitrio había estado la venganza…» 

Años adelante en el «Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Alicante, Valencia y Castellón» de 1840, dirigido por Pascual Madoz, primera obra, editada y difundida, de recogida de datos e información global de España entera leeríamos: «Buñol situado á la marg. der. del r. de su nombre, inmediato al camino real de la Cabrillas, libre al embate de los vientos del E. y O., con clima templado y sano; siendo las enfermedades más comunes las inflamatorias y algunas intermitentes. Tienes 600 casas de fab. regular, que se distribuyen en varias calles, incómodas por su declive…» 

Con la llegada del ferrocarril a Buñol aparecería en 1884 la muy conocida guía «La Suiza valenciana. Guía de Buñol y sus alrededores», escrita por el periodista y activista cultural valenciano Constantino Llombart, siendo este el primer libro donde se recoge un compendio variado y exclusivo sobre Buñol: historia, economía y lo que fundamentalmente era, una guía para forasteros y veraneantes, guía que debió salir, entre otros motivos, por el influjo que el ferrocarril tuvo en ese periodo para Buñol como destino vacacional de la mediana burguesía de la ciudad de Valencia, que llegó a llamar a Buñol (como diría Joan Fuster en su libro «El país Valenciano» en 1962), con «notorio optimismo», la Suiza valenciana. En ella Llombart relata: «Un año, efectivamente, cumplirá el 31 de Julio de 1884 (…) cuando terminadas las obras, verificose la inauguración oficial de la cuarta sección del ferro-carril de Cuenca a Valencia, la cual comprende desde Buñol á esta capital, acontecimiento que hizo memorable la feria de 1883 ya que estas mejoras materiales, estas fiestas de la civilización, al par que abren nuevas fuentes de prosperidad y riqueza, son las que de manera indeleble marcan el progreso y la cultura de los pueblos»

Pasaron 49 años sin publicaciones específicas y fue en 1933 cuando aparecería «Topografía Médica de Buñol», de Facundo Tomás Martí, que, acogiéndose al género de lo que fueron en España las Topografías Médicas –estudios realizados, generalmente, por médicos rurales de los aspectos ambientales, sociales y sanitarios–, nos deja una visión del Buñol de principios de los años 30. Dice en un apartado dedicado a salud y patologías: «Como hemos dicho en capítulos anteriores, la industria del cemento, en la que se ocupan una mitad de los obreros locales, es a la que se debe la prosperidad económica local. Pero esta industria, por el polvo que su fabricación desprende, produce ciertas afecciones de las vías respiratorias (…) por estadísticas publicadas en el extranjero, sabemos el porcentaje aproximado de tuberculosis pulmonar en obreros y empleados de estas fábricas, que resulta bastante elevado…»

Al principio del estudio histórico, señala Facundo Tomás: «La palabra Buñol al parecer tiene su origen en la latina bigneolus-viña joven o majuelo-mallol en valenciano. Otros creen que procede de bullion, también de origen latino, aguas que bullen o hierven, hervidero de aguas. Hay quien cree puede venir por corrupción del íbero billón o bullon, y parece que así se llamaba ya en tiempos árabes»

Pasarán, pues, otros cincuenta años cuando Vicente Pérez Soler publica en 1974 «La Hoya de Buñol. La tierra y el hombre» donde escribe: «Constituía el Castillo en 1955 un inmenso hormiguero de gentes humildes, instalados en ínfimas condiciones, que lo transformaban todo, según sus necesidades y aumentaban las ruinas y ennegrecían las pinturas de las bóvedas de la Iglesia del Salvador, perteneciente al Castillo o enjabelgaban las inmundas mazmorras o prisiones convertidas en viviendas…»

Fue este título un hito bibliográfico sobre Buñol y comarca. Partía de lo que fue la tesis doctoral del autor en la Universidad de Valencia en 1958 y realmente es un estudio que aporta información solapada de fines de los 50 y principios de los 70, siendo casi un documento etnológico de un mundo que desapareció, indefectiblemente, durante la década del 70, década que supuso la transformación radical de Buñol, de la comarca y de España entera. De entonces acá (aún siendo, quizás, igual en la substancia) todo fue bien diferente y las publicaciones, la difusión de la cultura, la educación irían in crescendo y sería ya la cosa harina de otro costal.

Años, libros, autores y días que reflejan de una forma u otra la historia, el tiempo y la vida. Vale.

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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