Yo estuve en el combate de las Cabrillas. Me dirigía a Valencia, mi intención era atravesar El Portillo a mediodía para alojarme en alguna posada de la Villa de Buñol antes del ocaso. Para ello bordeé antiguos caminos de Peña Mala, y acaso algún monte perdido de la zona. La cuestión es que mi caballo ya necesitaba descansar, pues el trayecto había sido duro.
Al llegar al Camino Real, mi caballo notó el suelo más cómodo y su trote se aceleró, y ya se divisaba el desfiladero de las Cabrillas cuando un zumbido me alertó y mi caballo se asustó, llevándome a una peligrosa carrera. Un nuevo zumbido me silbó el oído y noté la sangre por mi cara, después golpes secos se escucharon en el espacio seco de la mañana azul y blanca de Junio. Desbordado el caballo y yo sobre él y sin poder dominarlo, caímos en una barranco donde el golpe fue atroz. Mi caballo recibió un tercer disparo y yo caí con él, sangrando y con un fuerte grito de dolor y angustia. Sabía que el francés estaba cerca pero no encima de mí, es decir, a unos quinientos pies.En acto reflejo saqué el sable, pero al galope venían dragones franceses, hacia mí y hacia los soldados españoles que les hostigaban. Corrí hacia ellos, me iba la vida en ello, me lancé a sus posiciones y tras de mí la caballería francesa, que fue repelida en ese primer ataque. Me cogieron mis compatriotas y, herido, me dejaron bajo un algarrobo.
Había comenzado La batalla de las Cabrillas o de La Cabrera. Me encontraba bajo el Regimiento de Liria. Según pude comprobar, los cerca de tres mil hombres allí combatiendo contra el francés bajo el mando del Brigadier Marimon, se establecieron de la siguiente forma:
· Los restos de las Guardias Españolas, una compañía de Saboya y sesenta suizos de Traxler, todos ellos soldados veteranos y provenientes de las fuerzas que se retiraron del puente del Pajizo.
· Regimiento de Liria, proveniente de Requena.
· Algunos jinetes y dos cañones, y un obus, enviados por la Junta de Valencia.
El despliegue adoptado por el brigadier Marimon fue el siguiente:
· Al Norte del desfiladero: Regimiento de Liria precedido de una compañía de Cazadores de Fernando VII desplegada en guerrilla.
· En el propio desfiladero: los cañones y el obus, sostenido por las fuerzas veteranas (unos 300 hombres) de las Guardias Españolas.
· Al Sur del desfiladero (alturas de la Serratilla) el resto del batallón de Cazadores de Fernando VII reforzado por una multitud de buñolenses sin encuadrar, armados con palos y hoces y otras armas.
Moncey, el General francés de Napoleón, llegó y organizó tres columnas de ataque. Una vez comenzado el ataque, yo seguía herido bajo el algarrobo, sangrando por cuello y nariz, preocupado por mi misión. Los soldados del Regimiento de Liria se desbandaron a las primeras cargas de fusilería de los franceses. Igual ocurrió con el Regimiento de Cazadores de Fernando VII, de los que aquella noche solo llegaron cien hombres al pueblo de Yatova. Una vez tomadas las alturas del desfiladero con tanta facilidad, los franceses se dedicaron a fusilar sin piedad a las fuerzas españolas desplegadas en El Portillo. Así acabó este desgraciado combate en que los españoles sufrimos quinientos muertos y los franceses solo cincuenta bajas.
Yo estuve en el combate del Desfiladero de las Cabrillas (La Cabrera) el día 24 de Junio de 1808. Allí acabé mi misión y acabó mi vida, cuando un jinete francés me descerrajó un tiro en el pecho. La fina línea azul del Mediterráneo se grabó ante mis ojos mientras moría, el olor a tomillo y romero me marearon mientras agonizaba.
Se equivocaron al recogerme mis compatriotas, este combate fue inútil, yo llevaba un mensaje de Wellesley para el francés, para el General Moncey y para Valencia.
Rafael Ferrús Iranzo
Buñol histórico