Días de Ferias

En Buñol, como en todos los pueblos de España, tenemos nuestras fiestas populares. Quizá sean más internacionales que el resto, pero son nuestras y cualquier buñolero y buñolera las ha disfrutado y sufrido casi a partes iguales. 

En cuanto menos te lo esperas llega agosto con sus presentaciones, trajes, actos, su Mano a Mano y con los innumerables actos deportivos pre-ferias: trofeos de raqueta, de fútbol sala, de dominó o de petanca. Porque en Buñol, tener, tenemos de todo, muy pocas cosas se quedan fuera del espectro de las Ferias y de las Fiestas: tenemos cosas para chiquillos, meriendas para mayores, hinchables para los sagales, discomóviles para los borregones, fiestas para los puretas, y así hasta que llega el viernes de Ferias, y entonces decimos que ya han empezado las fiestas. Tiene gracia que llevemos semanas con pasacalles y jaleos pero no lo llamemos fiestas. 

Cuando llega «el viernes de Ferias» el concejal de Fiestas de turno y la brigada municipal llevan ya sufriendo las fiestas todo el verano. Los buñoleros somos así y, si en otros lugares en ese momento ya habrían tenido más que suficientes fiestas, para nosotros ha sido como un ensayo. La fiesta del Mano a Mano es el ensayo general de lo que vendrá el siguiente viernes, el lunes de paellas, el martes de la empalmá o el miércoles de la Tomatina. Aquí empiezan a cambiar las costumbres y, aunque hay quien mantiene lo de empalmar para ir a la Tomatina como broche final antes de la siesta popular, también están los que, cada vez más, van a la Tomatina previo almuerzo para darlo todo y continuar la fiesta durante la tarde. A mí me gusta llamarles «Los rebeldes de la siesta popular».

En este momento hace tiempo que el concejal de Fiestas ha entrado en una especie de mundo alternativo. Se alimenta a base de postres de Venta Pilar, patatas y perritos del Sasa, del cariño de su corte y a base de algo fresquico pa’ comer y echarme un ratico, que «a la reina la recojo en una hora». Cada vez habla menos, se comunica a través de cientos de WhatsApp y llamadas a Andresico para saber si ya han recogido todo y si los del turno de tarde tienen las cosas claras, que si han llegado las mesas y si se ha podido enchufar esto o lo otro… Y así, con una inercia casi inexplicable, has llegado al día D, el Día de las músicas. Este día es un puerto de categoría especial (me entenderán los amantes del ciclismo), un Tourmalet o Alpe d´Huez para el concejal, para su sufridora brigada y para la reina de las Fiestas y su corte. Ellas llegan frescas a su día y dispuestas a exprimirlo al máximo, aunque pronto se darán cuenta de que algún que otro exceso les pasará factura y entenderán que llegar a San Luis por la mañana no es lo mismo que hacerlo por la noche. Pero llegamos a San Luis, y entre fotos y botellas de agua, tenemos marcha para volver. Y volvemos. 

¿Y después de comer? ¿Siesta? No, después de comer alguna cosa ligera, tocan las carrozas. Y mientras te duchas te llaman, y mientras te vistes llamas tú, y cuando sales a por la reina, te llaman y llamas, y cuando llegas a la Violeta, tractores, motores, orden de las carrozas y carcasas, saludos, risas… y quizá este sea el mejor momento de las Fiestas. Así hasta el himno, que escuchas con ilusión, tristeza, ganas y emoción. Has llegado a la meta pero no hay maillot amarillo, el premio es quitarte la chaqueta y desabrocharte el botón de arriba de la camisa. 

Se acaban las Ferias pero no las Fiestas, todavía nos faltan las fiestas de la Venta y su virgen de los Dolores, las del barrio San Rafael, la fiesta de los Hateros y volvemos a empezar. En Buñol tenemos Ferias y tenemos muchas Fiestas, las mejores del mundo, que para eso son las nuestras.

Rafa Pérez Gil
Buñolero

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