El Tío Sol

Sabemos que hay un Yo oculto, un poder del Espíritu en cada circunstancia que nos atraviesa en la vida. Circunstancias que suceden, nos llegan, por lo general, sin que las busquemos, sin ser llamadas. Conocí al Tío Sol tarde, cuando ya era muy mayor. Coincidimos en la parada del autobús frente al Centro de Salud. Él salía allí a tomar el sol, abrigadito en su silla de ruedas, con su cuidadora.

Me preguntó un día cómo me llamaba y me dijo –ah, tú también llevas al sol en tu nombre. Las pocas veces que le escuché hablar, me dejaba sorprendida con sus historias, que según parece ya se recogieron en su momento.

 Yo dejaba pasar el bus, uno tras otro, para oír las palabras de aquel hombre sabio y muy crítico que tanto sabía de la vida y de Buñol. 

–¿Donde vives? –me preguntó un día en que el sol oblicuo de otoño producía fulgores de colores imposibles.

–En la calle Mallorquines, le respondí.

–Ah sí. –Hizo memoria, allí vive, tal y tal persona. ¡Conocía a todos los vecinos sin excepción!

El Tío Sol me contó con esa voz melodiosa de los contadores de historias antiguas que hace años, en la calle Mallorquines, al abrir las calles para pavimentar, se encontraron allí muchos huesos humanos y calaveras que seguramente pertenecían a los antiguos pobladores, que allí debía existir antiguamente un cementerio, a las puertas de la muralla del Castillo, en tiempos de los musulmanes, antes de que llegaran al pueblo los mallorquines y demás repobladores.

La historia no hubiera tenido mayor trascendencia que la puramente literaria, excepto por un dato sucedido meses atrás, creando así un proceso, una lógica del misterio que le otorgó nuevo sentido.

Una vecina de la calle, una de esas personas que tienen percepciones ultrasensoriales y dones especiales, me contó que años atrás, en las noches de vendaval, viento y lluvias, se podían oír con toda claridad sonidos, voces que hablaban en lengua árabe. Que ella se asomaba a la puerta, pero nunca había nadie, sólo la calle desierta.

Ahí queda la historia, para que cada uno analice lo sucedido. Unos usaran la mente lógica y racional, otros la parte mágica y misteriosa del cerebro. Pero en esta época en que se produce el solsticio de invierno, en que el rey Sol llega para alejar la oscuridad, cuando paséis por la calle del Sol, recordad al Tío Sol y dejad que la belleza y la ensoñación se adueñen por un instante de vuestras vidas.

Isolina Isabel De Anta
Escritora

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