La misión espiritual de tu mascota

«Hasta que uno no ha amado a un animal, una parte del alma sigue sin despertar».
Anatole France.

El pasado mes de agosto, arreglando las estanterías de mi biblioteca personal, apareció uno de mis primeros y grandes libros: se titula «Algunos muchachos y otros cuentos», de Ana María Matute, y forma parte de una antigua colección de Salvat. Recordé, entonces, el cuento de Fausto y al gatito de la niña protagonista, que me rompió el alma cuando lo leí. ¡Qué historia tan cruda e impactante! Y es que cuando se ama a los animales… 

Nací y crecí en una casa en la que había de todo: perros, gatos, hurraca, conejos, gallinas, hurones, palomas, pajarillos… Mi padre era un amante de los animales, si bien le gustaba la caza, y en sus últimos años más por el placer de salir a la montaña y disfrutar de la naturaleza y el contacto con el espeso matorral y las plantas aromáticas, que por la caza en sí. Desde que me independicé, hasta hace muy poco, he tenido siempre una o varias mascotas a mi lado, aunque ha sido el perro mi predilección. 

Anatole France, escritor francés y Premio Nobel de Literatura estaba en lo cierto con su sabia afirmación, pues los animales y sus amos –o mejor, digamos, sus compañeros de evolución– solemos crear un vínculo profundo y muy especial (ya sabéis a lo que me refiero todos los que los tenéis). Los animales no tienen ego y por ello son más auténticos: se guían por el amor y la conexión, y nos infunden estos grandes valores espirituales.

Los animales son sensibles a todo tipo de vibraciones. Están conectados con vibraciones muy elevadas y son capaces de percibir mucho más que nosotros. Por ejemplo, los perros siempre descansarán en la parte de la casa que tenga mejores energías, y los gatos, por el contrario, en los lugares de más estrés, contrarrestando esas energías negativas. Además, son ellos, los que nos eligen a nosotros, y no al contrario. Y está más que demostrado que un animal, una mascota, mejora la calidad de vida de todo ser humano e incluso aumenta la longevidad, pues ayuda a preservar el equilibrio físico y mental.

En el ya conocido Feng Shui, antiguo sistema filosófico chino, se insiste en cuidar mucho a tu/s mascotas, pues si las cuidas bien, estarás cuidando de tu Feng Shui, creando la armonía y el equilibrio del espacio que ocupas. Para esta disciplina, los peces, los acuarios contienen los cinco elementos: agua; fuego (los peces y el motor); metal (las piedras y el marco de la pecera); madera (las plantas); y tierra (la arena), aportando con ellos serenidad y paz. ¿Quién no ha experimentado paz observando un acuario, verdad? 

Nuestras mascotas son una bendición en nuestras vidas y debemos ser amorosos y responsables con ellos. Cuando vamos alcanzando una mayor madurez de conciencia, vamos siendo más receptivos y conscientes de la labor espiritual que nuestras mascotas están haciendo con nosotros, y por ello las valoramos más y las cuidamos mejor.  Nos ayudamos mutuamente a acelerar la evolución de nuestras almas. Vamos parejos en esto de la evolución, no lo olvidemos. Todos formamos parte del gran Todo. Y llegará un día en el que nuestro progreso moral y espiritual no nos permitirá hacerles ningún daño y los trataremos con el respeto y compasión que todo ser vivo se merece.

Por último, si estáis pensando este otoño en abrir vuestro corazón a una mascota y brindaros la oportunidad de crecer juntos por el sendero de la Vida, aquí os dejo el enlace a la protectora Naturaleza y Animales: https://naturalezayanimales.com/, ¡tu mascota te está esperando para darte su Amor!

¡Feliz octubre y otoño!
¡Un besazo de Luz enorme!

Emi Zanón Simón
Escritora

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