¿Por qué febrero sólo tiene 28 días?

Hoy en día febrero destaca en el calendario por ser el mes más corto del año, pero hace siglos brillaba por su ausencia. Te explicamos por qué febrero sólo tiene 28 días y la razón por la que este mes no existía hasta el año 713 a.C.

Puede que hoy en día febrero solo tenga 28 días, pero hasta el año 713 a. C. directamente no tenía ninguno: en calendario romano que usaban en el siglo VIII a.C. febrero no existía, y enero tampoco. Pero, ¿por qué solo le dieron febrero 28 días cuando lo añadieron al calendario?

No es ninguna casualidad que los meses que faltaban en el calendario fueran enero y febrero, y no julio y agosto. Eran considerados meses inútiles para los agricultores por las condiciones meteorológicas poco favorables, y ni se molestaban en contarlos. No obstante, evidentemente el año seguía teniendo 365 días, y los 10 meses existentes solo cubrían 304 días; cuando alguien preguntaba qué mes era en ese periodo de 61 días la respuesta era clara y concisa: ninguno.

En el año 713 a.C. el rey Numa Pompilio puso fin a los calendarios de 10 meses, al considerar que era absurdo ignorar un sexto del año, informa Mental Floss. Alineó el calendario con el ciclo lunar, por lo que tenía unos 355 días. El resultado fueron dos meses nuevos: enero y febrero, que eran los dos últimos meses del calendario, no los primeros.

Esto sigue sin explicar por qué febrero solo tiene 28 días, ¡había 61 días para repartir! Curiosamente, la escasa duración del mes de febrero se debe a las supersticiones de los romanos, que creían que los meses pares daban mala suerte. Por ello, el rey Numa intentó que cada mes fuera impar, pero evidentemente con 355 días del año esto era imposible. Un mes iba a tener que ser par y ese mes, como ya habrás podido adivinar, fue febrero.

Sin embargo, este nuevo calendario estaba lejos de ser perfecto; con solo 355 días las estaciones y los meses no cuadraban muy a menudo, así que de vez en cuando los romanos introducirían un mes adicional de 27 días: mercedonius, que empezaría el 24 de febrero eliminando los últimos 4 días de este mes tan poco apreciado.

Era un sistema cuanto menos lioso, y Julio César decidió ponerle fin en el año 46 a.C. Para solventar el problema ese año debía tener 445 días, después alinearon calendario con el sol y añadieron algunos días para llegar a 365. Febrero pasó de ser el último mes del año a ser el primero, pero aún no aumentó su popularidad y conservó sus 28 días. Parece que todo el mundo estaba de acuerdo en que uno de los meses más fríos del año debía acabar cuanto antes.

 

¿Por qué un año dura 365 días? ¿Por qué una hora tiene 60 minutos?

Hemos visto cómo ha cambiado la duración del año y los meses a lo largo de la Historia. Pero, ¿por qué usamos las horas, minutos y segundos en los valores actuales?

Un año tiene 365 días porque es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol. Este dato fue descubierto por los egipcios, y no era complicado de obtener. Se dieron cuenta de que la posición de las estrellas y del sol cambiaba cíclicamente, así que solo tuvieron que observar el cielo hasta que las estrellas volviesen a coincidir. Pero pensaban que era el sol el que se movía alrededor de la Tierra, y no al revés.

En realidad un año trópico dura 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,7632 segundos, por eso cada cuatro años se considera bisiesto y se añade un día más, el 29 de febrero, por las horas sobrantes (6 horas x 4 = 24 horas = 1 día).

Los meses se establecieron a partir de los 29 días y 12 horas que dura la fase lunar, pero luego distintos reyes, emperadores y papas iban poniendo y quitando días según decisiones políticas o religiosas. Por eso unos meses tiene 30 días y otros 31, que se han quitado de febrero, que solo tiene 28 días.

En el siglo VIII el emperador Carlomagno cambió el nombre de los meses, que pasaron a llamarse: Wintarmanoth, Hornung, Lentzinmanoth, Ostarmanoth, Winemanoth, Brachmanoth, Heuvimanoth, Aranmanoth, Witumanoth, Windumemanoth, Herbistmanoth y Heilagmanoth. Pero el cambio no cuajó, y se recuperaron los nombres originales.

En el año 321 el emperador Constantino I decidió instaurar la semana de 7 días, copiándola de los mesopotámicos y los egipcios. Los días de la semana se nombraron según los astros que por aquel entonces se conocían: Lunes (Luna), Martes (Marte), Miércoles (Mercurio), Jueves (Júpiter), Viernes (Venus), Sábado (Saturno), Solis (Sol, que luego se cambió a Dominicus, Día del Señor). También se declaró festivo el domingo.

Se llama día al tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor de su propio eje, aunque hay diferentes formas de medirlo. En la Antigüedad se medía en relación al Sol, lo que añadía 4 minutos más porque la Tierra se desplaza con respecto a su estrella.

Los egipcios fueron los que dividieron el día en 12 intervalos de luz y 12 de noche, que los romanos llamaron horas. Por eso un día tiene 24 horas. Pero como las horas de luz y oscuridad cambian según la estación, y siempre tenía que haber 12 de cada, las horas no duraban lo mismo a lo largo del año.

¿Y por qué dividimos las horas en 60 minutos y los minutos en 60 segundos? Nosotros contamos en base 10, es decir, usamos 10 números, según el número de dedos. Hace miles de años los sumerios y los babilonios usaban la base 60, con 60 números diferentes. Ellos también contaban con los dedos, pero 10 se les quedaban pequeños, así que usaban un curioso truco. Si te fijas, los dedos están divididos en tres partes, las falanges (excepto el pulgar que tiene dos): Los babilonios contaban tocando con el pulgar las falanges de los otros 4 dedos, y como cada dedo tiene 3 falanges, en total son 4 x 3 = 12. Cada vez que completaban la mano subian un dedo de la otra mano, y como hay 5, en total son 5 x 12 = 60 falanges.

Este sistema se mantuvo durante milenios. Los romanos lo usaron en algunas tareas porque no les gustaban los decimales, y 60 es un número muy divisible. Se puede dividir por 2, 3, 4, 5 o 6 sin decimales.

Hasta el siglo XVI no se fabricaron relojes lo suficientemente precisos como para medir los minutos y segundos. Entonces se decidió adoptar las mediciones del astrónomo griego Ptolomeo, que usaba la base 60 para contar y había dividido una hora en 60 partes pequeñas, que se llamaron minutiae primae. A su vez se dividían en otras 60 partes, llamadas minutiae secundae. Ese es el origen de los minutos y los segundos.

Ha sido un largo camino hasta llegar al calendario gregoriano actual, que aún ha sufrido otros ajustes menores, de segundos y milisegundos, para incluir factores como la desaceleración de la Tierra (si, la tierra se mueve cada vez más despacio).

Una historia en la que ciencia, la política y la religión han tenido mucho que decir. Para bien o para mal, los tres principales motores de la Humanidad. ¿Conseguiremos algún día separarlos?

Por www.ticbeat.com/educacion

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