Requiem por la Cueva Turche

Hace poco escribí para la revista AsíesBuñol Magazine un artículo donde hablaba de aquellos lugares que en nuestra etapa adolescente –allá por los «lejanos» años 90– frecuentábamos para bañarnos. En aquel texto reivindicaba las balsas de riego –ahora casi en su totalidad valladas– y los espacios naturales de nuestro patrimonio fluvial por su capacidad de socialización como espacio común desmercantilizado para refrescarnos y darnos un buen chapuzón en las calurosas tardes de verano. Hoy sigo haciéndolo. No obstante, en aquel texto ya apuntaba, aunque de pasada, que los parajes naturales de nuestro pueblo estaban a día de hoy saturados de gente dando lugar a ese fenómeno llamado turistificación que supone una suerte de ocupación descontrolada –en este caso de parajes naturales– por gentes de fuera de nuestra región. Pues bien, como todo lo que toca este maldito y suicida sistema en el que vivimos, la situación se ha desbordado por completo. Y uno de los primeros espacios fluviales –quizá el más emblemático– en verse afectados por la hidra de mil cabezas que destruye todo lo que toca ha sido nuestra querida Cueva Turche.

Lo que allí se puede ver a día de hoy cada uno de los días de la semana de este infernal verano que estamos –merecidamente– sufriendo, es de un espectáculo absolutamente desolador: cientos de personas apiñadas en un espacio natural –bastante reducido comparado con las largas extensiones kilométricas de las playas– con los impactos que ello supone en materia de residuos (plásticos, compresas, basura…) y fluidos y desechos corporales dejados allí por gentes que no aprecian ni conocen en absoluto lo que es respetar el patrimonio natural que están pisando. Y es que a mayor cantidad de gente, mayor es el porcentaje de porquería que deja a su paso este especímen de dominguero que ha descubierto que a veces se forman lagos y cascadas en el curso de los ríos y que no se pueden confundir con un cagadero, o con la terraza de su casa.

No me malinterprete la persona lectora de este texto. No todas las personas que pasan por la Cueva Turche pertenecen a esta clase de gente, ni todos los que así se comportan son visitantes foráneos ya sean habituales u ocasionales; guarros hay en todos lados. Tampoco quiero decir que los parajes naturales fluviales de nuestro pueblo solo puedan ser disfrutados por los y las buñoleras. La Cueva Turche siempre ha recibido amablemente a gentes de muy dispares y lejanos lugares. Pero lo de ahora es insostenible en todos los aspectos. El problema que tenemos ahora es que alguien –y tiene narices que sea de nuestro pueblo– descubrió lo que los adalides de este sistema económico que padecemos llaman «un nicho de mercado» y construyó un enorme parking para nada menos que 180 coches (haced las cuentas de cuánta gente puede venir sólo en el parking), para a continuación empezar a publicitar a bombo y platillo las bondades y lujos de un enclave fluvial como Turche, quizá sin pensar en las consecuencias y los impactos que esto iba a tener en nuestro patrimonio Natural.

Seguramente la legislación –poco garante con los derechos de las personas y mucho menos con el Medio Ambiente– ha permitido esta empresa explotar un paraje que, ni es suyo ni de nadie, sino de cualquier persona capaz de apreciar lo que es; un espacio natural de paso, un lugar para admirar su belleza y ocasionalmente darse un chapuzón. Desde luego, no una playa donde pasarse 7 horas contaminando de cremas, repelentes y demás potingues las aguas del Río Buñol y llenando de inmundicia los rincones donde nadie mira. Repito, explotar la zona puede ser legal, pero desde luego es éticamente reprobable y ecológicamente insostenible.

También la administración, en este caso el Ayuntamiento de Buñol, tiene responsabilidad en el asunto, ya que desde hace 4 años está pendiente la declaración de la Cueva Turche como paraje municipal, cosa que habría solucionado, no todos, pero sí parte de los problemas que afectan a día de hoy nuestro bello enclave. Pero tal como reza el dicho, «las cosas de palacio van despacio» y en el caso del Ayto de Buñol no es que vayan despacio sino que las mas de las veces van con «el freno de mano echao».

Es verdaderamente triste entrar allí ahora y ver en lo que se ha convertido nuestra querida Turche. Resulta además macabro ver los paneles informativos que narran e ilustran la flora y la fauna que podíamos -nótese la forma en pasado- admirar allí y que era su hábitat natural. Fauna que por supuesto ha huído de la invasión de los extraterrestres en que nos hemos convertidos los seres humanos. Hoy solo puedes ver toallas, neveras, sombrillas y basura. Soy consciente de que hemos devenido en una sociedad a la que le cuesta horrores no tomar por asalto cualquier espacio natural y apropiárselo como si fuera suyo para arrogarse el derecho a explotarlo y degradarlo sin piedad. Quizá sea nuestro sino acabar con lo poco que nos queda, para terminar la obra que en nombre del capitalismo ha creado la especie humana: su propia extinción. No espero, por otra parte, que todo el mundo comprenda mi postura. Habrá quien pensará que tenemos derecho a hacer lo que sea en nombre del disfrute o el lucro personal. Hoy el planeta y el clima ya nos están diciendo que NO.

Nuestro ayuntamiento tira balones fuera -algo que le sale muy bien- y se sacude las pulgas. Puede y debe hacer mucho más, además de lo que ya tiene pendiente por hacer. Debe interpelar a la Confederación Hidrográfica del Jucár y exigirle que realice su trabajo y proteja el Río Buñol, tanto a la altura de Turche como en su cauce anterior donde también se hacinan los turistas sin ningún tiepo de control. Son sus competencias, pero es la administración local de Buñol quien tiene que comunicar el problema y exigirles que actúen ya.

No espero demasiado, en todo caso, de la acción de nuestros gobernantes. Por eso apelo –sin demasiada esperanza– a que vecinos/as de Buñol nos organicemos y hagamos lo imposible porque nuestra Cueva Turche no muera a manos del virus que todo lo pudre: el mercado.

¿Alguien se apunta?

José Guerrero Moliner
tomalapastillaroja.wordpress.com

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