Vida off-line

¿Sabemos que la media diaria de veces que miramos el móvil los homo sapiens en el año en curso es de más de 250 veces en las horas de vigilia? Si es que en los tiempos de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) existiera otra cosa que vigilia…

La soledad, la fragmentación social, el aislamiento incluso, es/son la verdadera pandemia sin diagnostico, consciencia, ni vacuna de los tiempos en que vivimos: tan grave o más si acaso que la afamada y ya casi pasada del covid…

Hace solamente una generación vivíamos en núcleos de población más pequeños, con una familia extensa real y colaborativa donde el pueblo, el barrio, los proyectos colectivos (con todos sus inconvenientes y defectos) actuaban como soporte y argamasa social que apoyaba las estructuras integradoras, donde la soledad y la fragmentación, si se daba, no eran pandémicas. Sí, sí había otras pandemias, pero no estas que minan la esencia misma del ser humano: la sociabilidad, la interconexión, el apoyo en red… Podríamos pensar que es un problema individual (que lo es) pero realmente el asunto va más allá, es un problema público vinculado a cómo vivimos y a cómo se estructura nuestro modelo social: la primacía del individualismo, el declive de las estructuras familiares o vinculadoras de apoyo, la inapropiada y omnipresente relación con las tecnología digitales… y para paliar este gran desasosiego, casi inducido en modelos urbanos y rurales, acudimos a los fármacos, a los gabinetes de salud mental y además y sobre todo a la tecnología, que nos «conecta» con el  «mundo» (qué mundo sería otra historia). 

El volumen y movimiento de las redes sociales tiene una omnipresencia que nos debería hacer cuestionarnos (visto lo visto) si la vida más allá del online tiene sentido. En sus comienzos hace 10 o 15 años las redes sociales fueron recibidas y hasta ensalzadas como un espacio liberador, incluso re-democratizador de nuestras sociedades, pero la realidad, que hemos podido comprobar poco a poco según estas se transformaban, es que se han convertido en verdaderos receptáculos de información mercantil,  social, individual… para los sistemas, para las empresas, para los órganos de control individual o colectivo… (cuando algo es gratis el precio somos nosotros). Se han convertido en verdaderas estructuras de vacuo gregarismo y, aunque estas herramientas se usan de facto como sustitutos de una comunicación significativa, la realidad es que limitan nuestra disponibilidad social y no solamente no transforman la soledad y desenraizamiento, consustancial y ya pandemico en medio mundo,  sino que cuanto más tiempo dedicamos a las redes, a esas 250 miradas, a la vida online en diversión, compras o sexo, juegos… más solos/as nos sentimos, más insatisfacción experimentamos y mayor es la inclinación a incrementar adictivamente este vinculo con las herramientas online, es decir, a la  «afición» compulsiva a estos menesteres tan sinsentido… 

No piensen que se trata aquí de anticipar apocalipsis alguna, no, no, no, se tratara más bien de señalar nuestra disposición (nuestra obligación también) a observar y analizar cuáles son nuestras conductas vigentes y quizás reactivas para actuar de la forma que más nos beneficie … y quizás te preguntes, oh lector, oh lectora, si has llegado a este punto entre las líneas,  ¿a cuenta de qué vendría este cuento?… Pues a cuenta de que, por fortuna, el mundo off-line todavía existe y existen a su vez muchas autores/as y libros que con mayor perspicacia, interés y extensión que lo que arriba apuntábamos examinan estos asuntos: la soledad y fragmentación social, el malestar,  el impacto que las tecnología de información y comunicación están dejando en nuestros entornos sociales, en nuestros hábitos, en nuestra sicología… Lean pues off-line para disfrutar llevando a nuestra conciencia planteamientos que nos enriquezcan. 

Entre los muchos títulos y por ejemplo:  «Error 404» de Esther Paniagua, o  «El hombre Transparente» de Javier Moreno, o la  «Fábrica de cretinos digitales» de  Michel Desmurget, o  «Tristes por diseño» de Geert Lovink o  «No-cosas» de Byung-Chul Han…

En fin, la idea es que vivamos algunos ratos off-line, miremos menos de 250 veces el telefónico para nada o incluso dejemos que la vida vaya creciendo al albur de los libros, al albur de los abrazos, al albur de la lectura, al albur de las liebres…

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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