Salvador Domingo es uno de esos sacerdotes que dejan profunda huella por donde pasan. No era buñolero de nacimiento pero sí de corazón, como demostró a lo largo de los veintidós años de fructífera labor pastoral entre nosotros.
Salvador es ordenado sacerdote en 1935 y lo destinan como coadjutor a la Parroquia San Pedro Apóstol de Buñol, cuyo párroco era Francisco Martínez Ortiz. Ambos salvan sus vidas al comienzo de la Guerra Civil, gracias al alcalde comunista de Buñol, Vicente Furriol Ibáñez, que los refugia en su casa y luego les facilita vehículo –el coche del Dr. Garcés, con el tío Rómulo de chófer– para que marchen a sus localidades de origen con sus familias, hasta que cese la persecución religiosa. En 1939, terminada la guerra, regresan Francisco y Salvador a Buñol y, poco después, el primero es destinado a otra parroquia. Entonces Salvador es nombrado Párroco y lo primero que hace es postrarse en la Capilla del Santísimo ante el Señor, diciéndole: «Señor, Tú serás el Párroco y yo seré tu vicario». Esta frase suya resume su talante humilde y servicial.
Salvador promueve la construcción de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores (Ventas); restaura la Capilla del Santísimo; construye la nueva Casa Abadía y las escuelas parroquiales, así como los altares laterales, sustituyendo a los anteriores, destrozados en la guerra. Además, pone en marcha el secretariado de caridad y otros grupos parroquiales.
En 1960 celebra Salvador sus bodas de plata sacerdotales con una misa solemne presidida por el obispo auxiliar y con la asistencia de la corporación municipal con su alcalde, Enrique Silla al frente, así como las autoridades locales de Liria, su pueblo.
En 1965 cesa como Párroco en Buñol, pasando a Algemesí, como Capellán de las Misioneras de la Divina Providencia. Dos años después como capellán del Colegio de San Francisco Javier y rector de la Real Iglesia de El Salvador. En 1978 pasa a la situación de jubilado, pero sigue prestando sus servicios como confesor y director espiritual de sacerdotes y seglares.
En 1999 el Papa Juan Pablo II, en premio a su larga trayectoria de pastor bueno y entregado, otorga a Salvador la distinción de Prelado de Honor. Esto le concede el tratamiento de Monseñor, así como el uso de fajín y solideo, pero la humildad de Salvador no le permite usar estos distintivos.
Una idea de cuánto amaba Salvador a Buñol y sus gentes, nos la da su testamento espiritual, del que entresaco algunos fragmentos. «…Debo profunda gratitud a todo el pueblo de Buñol, donde ejercí mi ministerio durante treinta años […] muy especialmente al que era su alcalde en 1936, D. Vicente Furriol, que estando yo en peligro de muerte, intercedió con todos los medios a su alcance y consiguió salvar mi vida… Deseo que a mi muerte se celebre misa de funeral en la Iglesia de San Pedro Apóstol y que mis restos sean trasladados al cementerio de mi amado pueblo de Buñol […] Pido humildemente perdón a todos a quienes haya ofendido o escandalizado con mis palabras, obras o falta de caridad y perdono de todo corazón a cuantos me hayan ofendido».
En 2004 Monseñor Salvador Domingo, fallece en Valencia y, según su última voluntad, es enterrado en Buñol, convirtiéndose así en buñolero para la eternidad.
Fuente de imágenes y datos: Web de Maximiliano Hernández, <johnford.uv.es/biosds>.
Del libro «La Villa de Buñol en el tiempo» (2ª edición – 2022) (Con permiso de su autor)
Juan Simón Lahuerta
Buñolerómano