Carlos Steidinger: un «agente» alemán en Las Ventas de Buñol (1936-1941)

Entre las fuentes que contienen información sobre la represión de posguerra en Buñol se encuentra el «ramo separado de Buñol» de la Causa General*. En esta aparece un enigmático súbdito alemán, Carlos Steidinger, del que apenas se conoce una denuncia en 1939 «por el saqueo de su casa» y su declaración ante el juez instructor de la Causa en 1941. Teniendo en cuenta la dudosa objetividad de la fuente, no obstante alberga datos interesantes aunque dificilmente contrastables, salvo que los denunciados por este habían sido represaliados, encarcelados o fusilados como en el caso del «maestro laico (Manuel) Villa». 

Pues bien, según relata Steidinger, desde las vísperas del alzamiento, el 17 de julio, se sucedieron los registros en su domicilio de la plaza de las Ventas (entonces Fermín Galán y después Calvo Sotelo) por la Guardia Civil, el alguacil «Maravilla» y por «orden del Comité revolucionario», buscando armas, propaganda falangista y obligándole «a instalar su aparato (de radio) en Rosales». Pese a su insistencia en recordar «su calidad de súbdito alemán», fue retenido en su casa. Según el tal Steidinger, desde el día 22, el alcalde Furriol y otros miembros del Comité le exigieron dinero «para las milicias y para el servicio de orden público». El día 27, recibió la visita del guarda de líneas Bernabé Amat de la Sociedad Valenciana de Electricidad para «recibir órdenes de la calidad de la línea». Tras el enigmático mensaje fue enviado a Valencia para pedir ayuda al director de la empresa y al cónsul alemán. El cónsul intercedió ante el gobernador civil y este envió un telegrama al Ayuntamiento para que fuera puesto en libertad. Steidinger negó haber avisado al consulado ante el Comité popular presidido por el maestro Villa y este corroboró que solo «estaba detenido en casa para protegerlo». Tras ser acatada la orden de gobernación se le permitió abandonar el pueblo. El día 29, se dirigió al consulado para, tras «cruzar las líneas», ponerse al servicio del ejército nacional. A su regreso el 5 de abril de 1939 a Buñol, se le informó de la desaparición del guardalínea y del «saqueo» de su casa atribuido al Comité de Mujeres antifascistas –encabezadas por Catalina Delmas y la maestra Dolores Pascual– por la incautación de «útiles, enseres, muebles y ropa blanca» (¡valorados en 13.000 pesetas!) según le dijo una refugiada madrileña. Terminaba este su declaración diciendo que «estas individuas fueron detenidas y puestas en libertad» –aunque algunas de ellas estarían casi dos años en prisión–.

Hasta aquí conocemos su versión, pero ¿Quién era realmente Carlos Steidinger además de un simpatizante del golpe militar protegido por el consulado del III Reich? Cuando nos faltan datos, la imaginación nos puede jugar malas pasadas, aunque se pueda utilizar con un cierto criterio si ponderamos el difícil contexto de los inicios de la guerra y desechamos cualquier recreación cinematográfica. Sin embargo, si es complicado estudiar los momentos de confusión «revolucionaria», todavía lo es más indagar en el terreno de la clandestinidad, el de los enemigos que pudieran sabotear desde dentro la defensa de la República. Aunque es aventurado asegurar que Steidinger pudiera ser uno de estos elementos, hay datos que inducen a pensarlo. No solo sería sospechoso por ser alemán, pues otros apoyaron la legalidad republicana –como el represaliado cónsul de Sevilla, Otto Engelhardt–, sino por mostrarse afecto a los sublevados, «damnificado por las hordas rojas», y partícipe como Capitán Instructor de las Academias de Alféreces provisionales en el ejército nacional. Llama la atención que no sepamos su profesión –cuando sí consta en otros declarantes damnificados como farmaceúticos, empresarios y un médico…–, aunque al referirse a su «enlace» con el consulado alemán se da a entender que este podría ser un cargo de la compañía eléctrica que envió a un empleado para comunicar su detención a la dirección. Tras cumplir su misión, el guardalínea fue asesinado –según la declaración de sus hijas–, por sus compañeros del «Sindicato (CNT) de Aguas, Gas y Electricidad» de Valencia. No sería extraño que, en un clima de desconfianzas, los responsables de la línea eléctrica estuvieran en el punto de mira de las autoridades como posibles saboteadores. No en vano, la presencia de quintacolumnistas** infiltrados en los sindicatos de sectores estratégicos fue una práctica extendida por el espionaje franquista, así como la colaboración de cónsules, ingenieros y empresarios alemanes militantes del partido nazi en España. Por otro lado, la incautación de la radio no sería improvisada teniendo en cuenta que la información entre los partidarios del golpe era compartida a través de emisoras como Radio Castilla o Radio Sevilla. Llama también la atención que se precisen fechas, nombres y apodos de los denunciados con bastante exactitud a pesar de los cinco años transcurridos lejos del Buñol «de guerra» y el testimonio de evacuados madrileños ajenos al pueblo. No obstante, ello podría explicarse teniendo en cuenta que la Causa General fue elaborada a posteriori con datos de causas ya cerradas sin contrastar las declaraciones. Por otro lado, la disparidad de criterios entre los poderes local y gubernamental se hicieron patentes con la orden de liberación del sospechoso desmintiendo la anárquica imagen con la que se representó la retaguardia roja en los primeros meses de la guerra. Con todo, el misterio que rodea al personaje –a falta de alguna voz que nos ilumine–, incita a indagar en su historia. Y aunque pueda ser anecdótica, la presencia de un alemán filofascista en las Ventas de Buñol en momentos tan claves como el inicio de la Guerra Civil, y la trascendencia represiva de sus denuncias en la posguerra; invita a imaginar y por tanto a visualizar aquella parte oscura de la Historia de nuestro pueblo ocultada por la pesada losa de la desmemoria.

* La Causa General  fue el instrumento «pseudojudicial» que construyó el régimen franquista para justificar la dura represión de posguerra. Mediante un sumario de las denuncias de los «damnificados por la dominación roja» se aplicaba la propaganda de la «justicia al revés» que convertía en rebeldes a los fieles a la legalidad.

** La «Quinta columna» fue el término acuñado en octubre de 1936 por la Pasionaria (parafraseando al general Mola) que designaba a aquellos elementos «infiltrados» que desde la zona republicana ayudaban con información, derrotismo y sabotajes al bando «nacional».

Domingo Martínez
Graduado en Historia

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