Fragmento de «Zodiac» (novela de Silvia Sáez)

«—He intentado no escuchar a mi corazón durante todo este tiempo, ¿sabes? —Me miró a los ojos con una sinceridad abrumadora. Le brillaban, y jamás había visto un brillo tan intenso. Sus ojos habían conseguido atraparme y desarmarme por completo—. He intentado no hacerlo porque… Porque sabía que si lo hacía ya nunca más podría dejar de ignorarlo —suspiró, y su mano se movió hasta colocarse en mi nuca, por debajo de mi mata de rizos—. Pero por mucho que lo intentara, por mucho que quisiera ignorarlo…, tú estabas tan metida en él que yo… no he podido conseguirlo. No puedo seguir mintiéndome a mí mismo, no si se trata de ti —dijo, y apretó con fuerza mi cintura, levantándome con facilidad y obligándome a rodearle las caderas con las piernas—. Voy a besarte, Maia Lee, y ni Rita ni esta maldita ciudad van a poder impedírmelo.

No tuve tiempo de asimilar lo que me acababa de decir porque, de repente, sus labios estaban sobre los míos, inesperados, suaves, ardientes… Besándome como nunca nadie lo había hecho, como si quisiera beber de mí para sobrevivir. Su lengua arremetió contra la mía de forma pasional, con ganas, tan dulce y a la vez tan salvaje que estaba dejándome completamente sin aliento. Cerré los ojos y me encontré a mí misma respondiéndole del mismo modo, deseando ese beso como jamás había deseado ningún otro. Como jamás había deseado nada».

***

«—Voy a luchar por estar contigo toda la vida —me dijo cuando se apartó para coger aire, y le creí. Le creí porque sabía que era cierto, que ambos cumpliríamos esa promesa que habíamos lanzado al cielo tantas noches antes que esa—. Las relaciones se basan en eso, preciosa Maia. En estar juntos pase lo que pase, enfrentándonos a lo que se nos ponga por delante y…

—Y queriéndonos por encima de todo, como siempre hemos hecho.

Kai me sonrió antes de dejar un tierno beso encima de mi nariz».

***

«—Te quiero…

Ni siquiera fui consciente de que lo había dicho en alto hasta que él habló de nuevo.

—Repítelo.

—Te quiero —susurré al instante.

Era algo sorprendente, pero después de todo por lo que había pasado, no me resultaba difícil abrirme así a él y decirle algo que ambos ya sabíamos. Al contrario, me sentía tan segura y completa a su lado que no podía parar de pensar en que lo quería, quizás más de lo que lo había hecho antes, quizás más de lo que estaba dispuesta a admitir. Porque joder, era aterrador.

—Otra vez.

—Te quiero… —Alargué la letra «o», haciéndole ver que ya lo había dicho demasiadas veces.

—Mmm… No, no es suficiente —fingió bostezar—. Quiero que me lo digas cuando nos veamos. A la cara.

—¿Por qué?

—Porque solo entonces creeré que esto es real —susurró—. Y solo

entonces podré disfrutar de lo que esa palabra significa.

Y ahí estaba otra vez esa sonrisa de tonta. No podía controlarla.

—¿Y tú? —Me mordí la uña—. ¿Tú me lo dirás a mí?

—Puede ser…

Rodé los ojos, porque, joder, me lo estaba imaginando sonriendo con esa mueca de capullo adorable que me encantaba, y solo quería poder comérmelo a besos.

—Idiota.

—No me insultes, preciosa.

—Vale, voy a colgarte —sentencié, fingiendo estar enfadada—. Tenemos cosas que hacer.

—Maia…

—Ahora que tenemos la llave, no hay tiempo que perder. Quizás tengas el privilegio de verme más pronto que tarde.

—Maia…

—Y cuida de mi hermano, capullo.

—Maia —dijo más alto, dando una carcajada.

—¿Qué? —Agudicé la voz.

—Estoy jodidamente enamorado de ti —dijo, y sonreí ampliamente apuntándome esta pequeña victoria—. Y ten claro una cosa: cuando vuelva a verte…

—¿Sí…?

—No solo te diré que te quiero. —Comenzó, y noté como me temblaban las rodillas—. También te lo demostraré».

***

«Anoche estuve hablando con tu hermano sobre ti. Comprendí que, aunque yo me había prometido a mí mismo no creer en el amor, cuando vi que era contigo, nadie tuvo que empujarme. Yo me lancé».

***

«Voy a confesarte un secreto: nunca pensé que alguien pudiese llegar a llenarme tanto. Nunca pensé que yo… Bueno, que fuera capaz de sentir algo tan fuerte por alguien sin apenas haberla visto más de dos veces en toda mi vida. Incluso pensé que me estaba volviendo loco porque no creía en nada de lo que me estaba pasando, no creía que fuera posible sentir algo que me acojonara y que a la vez quisiera que pasara con todas mis fuerzas, y supongo que después de todo, he comprendido que eso es el amor. O al menos, se le parece, pececito».

***

«—Me acabo de acordar de algo que me dijo Ember hace unos días —dije, con el corazón acelerado—. No tiene aún los seis años, pero ya es toda una cerebrito —sonreí—. Le dijeron unos amigos suyos que mi abuela estaba en el cielo y que lo veía todo, y me preguntó que qué pensaría ella cuando me encontrara con la persona a la que siempre había estado esperando.

—Vaya, qué profundo. —Abrió los ojos, abrumada—. ¿Y qué le contestaste?

—Le contesté que yo no estaba esperando a nadie, pececito. —Di una risa seca y ella alzó las cejas—. Le mentí, pero ahora… Ahora sé lo que le contestaría.

—¿Sí? —Sonrió con picardía—. ¿Y qué le contestarías?

—Que me la imagino sonriendo y pensando: apenas se conocen, apenas han tenido tiempo, pero lo que no saben es que les espera una vida llena de amor, aventuras y sueños por cumplir… juntos. —Puse mi mano en su mejilla—. Ahora sé que es a ti a quien esperaba».

***

«Ahora lo comprendía todo. Kai sí creía en el amor, siempre había creído en él, aunque se empeñara en decir y demostrar lo contrario. El problema era que sabía y conocía cuánto era su enorme poder y le acojonaba acabar herido. Y eso me pareció tan humano y dulce que algo dentro de mí quiso cuidarlo para siempre. Sabía que jamás sería capaz de hacerle daño, no después de ver cómo me había abierto su corazón a pesar de que ese era su mayor miedo».

Silvia Sáez Espert
Escritora… y fallera

Share This Post

Post Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.