La torre del cañonsico

“Mira Pepe el cañonsico, ¿lo ves?”. Este es mi primer recuerdo de la torre y del castillo, una excursión-aventura con mi hermano Juan y mi primo Joaquín. Sería mediados de los 70, pues El Oscurico estaba en ruinas, con sus dos plantas,
y también estaba la escalera de madera para subir a la torre (qué solo recordarán los mayores del lugar).

Mi recuerdo es parcial. Sí recuerdo la sensación de estar corriendo una aventura, recorrer el palacio en ruinas con el peligro de caer por alguno de los agujeros a la planta de abajo –que era un palacio me enteré luego– y el miedo cuando los mayores decidieron que subir por aquella escalera de madera larguísima –y con la sensación de que se iba a caer en cualquier momento– a ver el cañonsico, era una idea genial. No sé si por valentía o por temor a las burlas de los mayores si no subía, allí fui yo, un gazapo –así me llamaba cariñosamente mi tío Eduardo por lo pequeñin– por aquella escalera que crujía y se bamboleaba a cada escalón que subíamos.

Sería tanto el miedo, que realmente no me acuerdo de ver el cañonsico en lo alto de la torre. Sólo recuerdo la escalera, que si malo fue subir, peor fue el bajar, porque parecía que estabas mirando al abismo y en cualquier momento ibas a caer en él.

Esa escalera no sé cuánto tiempo estuvo, pero no mucho, pues un día, según cuentan, el omnipresente viento buñolero se la llevó por delante y allí quedó el cañonsico, triste y solo, como las escuelas en aquella canción infantil.

Más de 30 años después volví a subir a la torre y allí estaba el cañonsico, más viejo y con su soporte de madera en las últimas, como un viejo amigo castigado por los años. Pero esta vez subía a participar en su recuperación.

Primero, junto a varios amigos (Ximo, Paco, Jesús, Miguel, Marina…), y jugándonos un poco la vida, porque la escalera de madera interior estaba que se caía. Limpiamos la selva que se había criado arriba, compuesta por sarsales y hasta un lidonero de tamaño respetable. Aún sentimos que estábamos en una aventura, viendo algo que muy pocos tenían la suerte de poder ver.

Y, por fin, este año, doce años después, se inició la intervención para recuperar la torre para la visita pública. Se han restaurado las terrazas de la torre y el oscurico, se ha cambiado la escalera interior y se ha puesto la que da acceso a la terraza del oscurico, se ha restaurado la cara de la torre, se ha eliminado la barrecha de cemento y grava de la cámara interior y, por supuesto y como no puede ser de otra forma en un Bien de Interés Cultural como nuestro castillo, se ha hecho el estudio arqueológico y seguimiento de las obras.

¿A que no sabéis quién ha tenido la suerte de hacerlo? Pues sí, aquel gazapo del principio del artículo. ¿Y qué os puedo contar, hasta que podáis subir vosotros a verlo in situ?

Os puedo contar que la famosa grieta de la torre está allí muchos años, puede que desde que se derribaron las plantas altas del palacio en 1933, pues cuando se hizo la primera restauración de la torre en 1970 ya se puso en la terraza un zuncho perimetral metálico con hormigón para evitar el peligro de hundimiento. La grieta está inactiva y se ha rellenado.

También que en las esquinas interiores de la torre hay dos soportes de piedra para los mástiles de las banderas que se ponían cuando el Señor de Buñol estaba en el castillo, ahora ondea la bandera de Buñol, su propietario.

La restauración de las almenas, a diferencia de las de las otras torres, fue la adecuada con bloques de tosca. Algunos, según Miguel Sierra, rescatados de cuando se produjo el derribo del acueducto de Gila –que era medieval, no romano–.

En el interior de la cámara, además de los dos silos de almacenamiento conocidos se ha documentado otro –parcialmente excavado ahora–. Su excavación integral se realizará en la segunda fase, junto al resto de la cámara, con la intención de ponerlos en valor y dejarlos visibles.

¿Y para que servían estos silos? Generalmente son para almacenar grano, pero estos son especiales. ¿Y por qué digo eso? Pues por dos razones: la primera es que es un sitio poco práctico para  almacenar alimentos –en la torre más alta alejada de las cocinas–; y la segunda, porque la doble puerta que tiene el acceso a la cámara interior tiene sistemas de cierre con tranca desde el interior. Están dentro de la torre mayor del castillo, el último reducto defensivo.

Por paralelismo con otros castillos, este tipo de estancias se asocia con la cámara del tesoro, el espacio donde se guardaban los objetos más preciados de la fortaleza.

La ubicación del silo descubierto es, al menos, curiosa, situada justo en la zona de paso a la torre, por lo que en su época de uso debía estar tapada. ¿Podrían ser estos silos la caja fuerte del castillo? Quizás en la segunda fase de la intervención –esperemos no tarde demasiado–, en la excavación de la cámara, podamos averiguarlo.

El estudio de la torre ha permitido confirmar que la torre que conocemos está reaprovechando parte de la torre musulmana anterior, usándola de núcleo, forrándola de bloques de tosca y construyendo sobre ella lo que es la parte alta de la torre. Es una cosa muy habitual en la construcción antigua, si vas a construir algo nuevo donde ya existe una construcción anterior, reaprovechar lo que le es útil del edificio anterior, sean materiales, muros o cimentaciones.

Hablando de esa parte alta, hay dos elementos defensivos en los que conviene que os fijéis la próxima vez que paseéis por el castillo. Justo debajo de las almenas, en los extremos del lado que mira hacia la plaza de armas y el que mira a Borrunes, hay unos agujeros circulares que son los únicos restos que quedan de un cadahalso. Por esos huecos sobresalían vigas de madera que permitían crear una plataforma cerrada exterior que permitía defender, mediante huecos en el frente y el piso, la puerta situada en la parte de abajo.

El otro elemento son los salientes de piedra que hay en el extremo superior de las almenas, son los soportes de los manteletes. ¿Y qué significa esta palabreja? Pues era un cierre móvil de madera de los huecos de las almenas que se levantaba para disparar en caso de ataque.

Para el que no lo sepa, la razón de que el acceso al interior de la torre sea ahora inaccesible –cuando no está el andamio famoso– es que hasta allí era donde llegaba la altura del palacio original –derribadas sus plantas altas en 1933 por riesgo de derrumbe– y desde él se accedía a pie llano al interior.Así que, para poder subir nuevamente, tendremos que esperar –esperemos que no mucho– a la segunda fase de restauración de la torre, donde se terminará de excavar y restaurar la cámara interior y se colocará la escalera que falta desde la terraza del oscurico hasta la puertesica. Os anticipo que las vistas desde arriba son espectaculares.

¿ Y el cañonsico? ¿Qué os puedo decir de él? Pues que fue fundido el 12 de febrero de 1822, durante el tormentoso reinado de Fernando VII. Es un cañón de carga delantera y que necesita urgentemente reponer su soporte de madera. Cuándo y quién lo puso allí, aunque hay teorías para todos los gustos, no creo que lleguemos a saberlo con seguridad. Lo que sí sé es que subirlo, con sus más o menos 300 kg de peso, les costaría sudor y lágrimas.

Y allá arriba, vigilando la Hoya, triste y solo otra vez, se ha quedado el cañonsico, a la espera de convertirse en fondo de selfie obligado para los futuros visitantes –esperemos que no muy futuros– del castillo de Buñol.

Pepe Medard Ruiz
Buñoleroadicto

 

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