Las Pascuas

Las Pascuas que recuerdo de cuando era niña están hechas de sol, de verdor, de flores en la hierba, de alguna nubecilla que acababa en chaparrón y risas. Las «monas» que esperábamos con sorprendida ilusión a ver que forma tenían aquel año y que eran siempre similares, un «burrico», un «volaor», una «cestica» un cocodrilo… cualquier forma nos parecía preciosa y eran muy apreciadas por nosotros los niños. 

Luego se hacían pastas en los hornos, mantecados, coquicos de coco y de almendra, rollicos de anis o careaos y panquemados que luego los críos dejábamos sin cresta (que buena estaba) ¡Qué bueno que estaba todo! Aún me parece sentir aquel olor y la boca se me hace agua. 

Los vestidos nuevos, de tela de vichí la mayoría de las veces. Pura explosión de color… tan alegres…Nuestras cestas para la merienda adornadas con servilletas bordadas con mimo… la animación, la fiesta compartida, los grupos de gente y las pandillas.

El paseo era masivo hacia nuestros hermosos parajes tan llenos de tradición, de belleza.

Luego, en la juventud, las pandillas, los amigos, las fiestas, los juegos, las carreras, las risas, los primeros amores que para algunos han sido ya los únicos, los de toda la vida. Las cenas en las casas particulares. ¡Cuantos carros se han sacado a la calle para que cogiésemos toda la tropa!

Los primeros pantalones vaqueros que algunos y algunas llevamos hace ya más de 50 años. Y que no faltase el tocadiscos para bailar después de la cena.

Luego, ya casados, hemos seguido la tradición pascuera llevando a nuestros hijos a los mismos lugares, la mayoría de las veces con las mismas pandillas que nos juntábamos de novios, y hemos procurado darles la misma ilusión, con su esta vez mochilas y sus ropas nuevas y alegres, que hay que seguir la tradición de estrenar por Pascua. Los llevamos a los mismos sitios y a alguno nuevo, como el Planell, que el pueblo crece y las costumbres se tienen que adaptar a esos cambios, pero con el mismo amor por la tradición.

Los tiempos cambian, pero es el mismo sol el que brilla mejor en primavera, son otras flores y otro verdor el que veremos cuando caminemos hacía el Roquillo, Turche, El Ciprés, La Violeta o el Planell, pero seguiremos haciendo pastas y «monas», que luego llevaremos con la merienda hacia esos hermosos sitios que tenemos la suerte de tener en Buñol. Será otro año, si, pero volveremos a disfrutar de toda esa alegría que nos trae la Pascua y volveremos a ver como vuelan en el cielo las cometas mientras chillan y se ríen los niños que corren tras ellas. 

Karmen Mas Cervera
Aficionada a escribir relatos

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