9 d’octubre, una gran fiesta del País Valencià

Las efemérides son a menudo objeto de crítica por el hecho de concentrar en una fecha determinada, en un solo día, las demandas, actitudes, valores, aprecios o desprecios a los que se alude en la celebración y que sería conveniente mantener de manera permanente a lo largo del año. Así, se pone en duda la oportunidad de dedicar «un día de la naturaleza» o «de la amistad» o en recuerdo de tal o tal enfermedad o situación de necesidad. Sí, todos los días deberían ser «días de la amistad» o «del amor fraterno». Hay todo un calendario repleto de días internacionales de lo que se les ocurra, todos muy dignos, eso sí.

Por otra parte, también pueden verse las fechas señaladas, las efemérides conmemorativas en concreto, como ocasiones para reforzar exigencias, recordar reclamaciones pendientes o, también, para divertirse, descansar o amar. Este es, precisamente, uno de los significados de nuestra fiesta nacional valenciana. Y decimos nacional si queremos definirnos como un pueblo, un sujeto político, y no con ese espantoso y ridículo «comunitat» que llegó a avergonzar a quien lo propuso en los años 80 para frenar las iras del fascismo valenciano atrincherado en el «blau» de la senyera y en el nombre de «reino» presionando con bombas y palizas. «Comunitat» es para unos vecinos, un gremio de pescadores o un grupo de frailes, como señalaba Enric Valor.

El 9 de octubre en el santoral histórico era la festividad de Sant Dionís. Este obispo legendario de Paris fue expuesto a varios tormentos fallidos hasta que fue decapitado. El pobre Dionís recogió su cabeza recién cortada y se marchó caminando hasta su tumba ejemplificando un extendido y bien conocido  patrón hagiográfico1. Pues bien, Sant Dionís es el patrón de los enamorados valencianos desde mucho antes de que los operadores comerciales importaran a San Valentín desde el mundo anglosajón (parece que al tal Valentín lo introdujo Galerías Preciados a mediados de los 50 del siglo pasado en la capital de la corte y reino, entonces simple dictadura fascista). Así pues, el País Valenciano cuenta con un Día de los Enamorados antes que en España luciera Valentín. En Cataluña se asocia al día de Sant Jordi.

Entre nosotros, los valencianos, es bien conocida la tradición, casi desaparecida en Buñol (sólo recuerdo que la ofrezca la pastelería de Miguel Estellés) pero que ha revivido en pueblos vecinos (Chiva y Cheste sobre todo), que consiste en regalar el varón a su amada (la tradición sigue los patrones sexistas, claro) unos dulces envueltos en un pañuelo “mocador” que da nombre a la “Festa de la Mocadorà(da)” o “Mocaorà”. Los dulces representan dos elementos diferentes: por un lado, recuerdan productos de la huerta y por otro las tracas festivas (“La piula i el trona(d)or”).

El descabezado santo cedió su ilustre fama al hecho fundacional del pueblo valenciano. Es así el 9 d’octubre también una fiesta reivindicativa en la que nos manifestamos como País Valenciano denunciando las muchas deudas que tiene con nosotros el estado central o exigiendo a nuestro particular gobierno valenciano sobre necesidades poco o mal satisfechas. 

A menudo los balcones lucen “senyeras”, bien la tradicional cuatribarrada (común a todos los territorios de la antigua Corona de Aragón) o la nueva con el azul junto al asta, a elegir. A veces alternan algunas banderas borbónicas por coincidir con partidos de la “selección” o para ofrendar glorias a este estado que se burla de los valencianos infrafinanciándolos (fea palabra) y recortando o impugnando sus decisiones legales y administrativas. Es una constante bien viva la insuficiencia crónica del llamado “marco constitucional” que permite al estado limitar absurdamente decisiones de los países que lo componen.

Y ahora, en estos nuevos-viejos tiempos vemos con tristeza e indignación un ataque implacable contra nuestra lengua propia en diversos frentes y entre ellos la utilización que se pretende hacer de las comarcas castellanohablantes recortando su acceso al dominio del valenciano de cuyo léxico compartimos tanto en nuestras hablas comarcales. Luego hablan de quien siembra la división mientras nos empujan a los castellanohablantes a una posición subordinada dificultando nuestro acceso al dominio de las dos lenguas. Su defensa del valenciano acaba siendo, como estamos viendo, una persecución salpicada de prohibiciones, vetos, persecuciones, listas negras… de grupos, poetas, escritores, asociaciones, etc. 

El País Valenciano celebra la fecha del 9 d’octubre desde el siglo XIV y fue perseguida por los borbones, que de eso saben algo, de prohibir. Se ha mantenido pese a todo y se determinó el día en relación con la entrada de Jaime I (“Jaqme el Barsaluní” como le llaman las crónicas árabes) en la madina Balànsya  –nombre árabe de València– en 1238 extendiendo la Corona de Aragón hacia el sur y el litoral Mediterráneo y masacrando y destruyendo a la población autóctona.

Curiosamente Buñol ha mantenido muy vivo su sentimiento de valencianía aunque algo decaído estas últimas décadas. Diversos programas de fiestas antiguos recogen la celebración de cabalgatas en las que se representaba al fundador del viejo reino valenciano, Jaime I y su séquito. Muchos escritores e intelectuales de la renaixença visitaban y veraneaban en nuestra comarca. 

Además, el habla comarcal e importantes rasgos toponímicos, están preñados de valencianismos, testimonio, tal vez, de un probable pasado de convivencia del catalán-valenciano y castellano en estas tierras. Si estudiamos estos y otros muchos fenómenos culturales tendremos que desechar definitivamente el falso mito aragonesista basado en una inexistente repoblación aragonesa apenas representada por el simple uso del diminutivo en –ico o cuatro vocablos. 

El castellano del habla comarcal, efectivamente, incluye léxico de origen aragonés y un gran número del catalán (boira, gola, bleda, cambra, pésol, lluç, escullar, esporgar, ensofrar…). Podéis consultar por ejemplo: http://lahistoriadechesteenimagenes.blogspot.com.es/p/vocabulario-para-andar-por-la-comarca.html

Como recoge nuestro admirado Federico Verdet en su libro sobre el Movimiento Obrero en la comarca, en los años 30 un grupo de Buñol acudió a un acto organizado en Chiva portando una pancarta que decía en valencià «Buñol per l’Estatut». Hace ahora cuatro décadas de la celebración de una gran manifestación en València reclamando un Estatut d’Autonomia tras la caída de la dictadura. Fue una masa ingente de personas venidas de todo el País Valenciano expresando el deseo de recuperar nuestras instituciones propias arrebatadas “por justo derecho de conquista” en 1707 por el primer borbón, otro Felipe, cuyo retrato permanece boca abajo en la ciudad de Xàtiva, una de las que mandó incendiar. Decenas de personas de nuestra comarca asistían aquellos años a la manifestación. 

Eran otros tiempos. ¿Qué ha quedado de ello? La desidia, al abandono, el olvido de nuestros ayuntamientos. La renuncia a rotular en valenciano o versionar las páginas web que son nuestra imagen pública. O la ridícula exigencia ¿prohibición? del uso de la versión valenciana de nuestro topónimo que hizo hace pocos años el municipio. Molesta ¿Bunyol? Vamos…

Manel Pastor i Madalena
Doctor en Historia Medieval

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