Libre libros, libros liebres

«Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos.» 

Esto dice en su plática sobre una peña la pastora Marcela, que alguna de ustedes conocerá al menos de oídas porque escuchándola, además de nosotras mismas ahora, se hallaba Alonso Quijano en persona.

Hay quien dice que este discurso o, mejor, palabras a los pastores, es el primer alegato «feminista» en la literatura hispánica: podrá ser o podrá no ser, pero la verdad es que brilla Marcela y no sólo por su belleza, que dejaba en suspenso a quien la viere, sino por su intrepidez y donaire…

Y todo esto viene a cuento de nuestro propio cuento: el universo literario del cual la lectura nos permite formar parte, pudiendo atravesar tiempos, lugares y espacios… Conocerán también ustedes al Licenciado Vidriera, que se creía de cristal y tenía que viajar entre pajas para no quebrarse, o el relato del curioso impertinente, que terminó como el truque Turís, o la fantástica historia en clave teatral de Lisístrata, en la cual las mujeres ponen fin con una «huelga de sexo» a… ¡una guerra!

Comenzamos un año 2023 y algunas lectoras y algunos lectores nos regocijamos pensando en lo leído, pensando en lo por leer, pensando, quizás, en lo por re-leer… Y somos multitud. En España el 53% de personas leemos cotidianamente y el11% lo hacen con cierta frecuencia, es decir, que somos un 64% de lectoras/es. Más, muchísimas más, de las que habitualmente, por ejemplo, van al fútbol (o lo ven en televisión). 

En Europa, en España los lugares vinculados al ocio y la cultura más visitados, y con gran ventaja, son las bibliotecas, y casi un 20% de ciudadanos /as son usuarios de ellas. Es cierto que podríamos tener índices superiores de lectura pero, aún así, somos una multitud… silenciosa, claro. A la puerta de las bibliotecas no va la policía a caballo como a los estadios deportivos, ni hay guardias de seguridad en las librerías como en las discotecas y ni unas ni otras contaminan física, lumínica o sonoramente, ni ocupan espacios en las noticias, pero una silenciosa inmensa minoría comienza el año 23 con Shakespeare, Calderón, Cervantes, Vargas Llosa, Orwell, Sófocles, Schopenhauer, Epicuro o las innumerables novedades editoriales del 22, o las que recién salen en estos primeros días. 

Por fortuna tenemos libros de todo corte. Por ejemplo y a vuela pluma, este último año se publicaron sin ir más lejos y en nuestra comarca: «Plantas silvestres de la Hoya de Buñol», de Emilio Laguna y Joaquin Pallás, o la segunda edición de «La Villa de Buñol en el tiempo», de Juan Simón, o una «Historia del movimiento obrero en la Hoya de Buñol-Chiva», de Federico Verdet, o «Lo que el tiempo se llevó», de Miguel Sierra, o el último y quinceavo monográfico del Instituto de Estudios Comarcales, o el goteo mensual de este propio magazine que ahora lees… Aparecieron dos libros de creación literaria (ambos encomiables) donde Buñol, en su paisaje urbano y humano, es pieza esencial de la narración: «El Martín pescador», de José Ferrús y «Adiós, pequeño», de Máximo Huerta. 

En fin, cosas menores, silenciosas, como es la propia lectura, pero que sin duda vertebran lo mejor de la condición humana. Los libros, el precioso y espectacular proceso de la lectura, el extraordinario y virtuoso río de la escritura nos hacen vivir de manera tan rica que sólo quien lo probó lo sabe, y más ahora que vivimos en una Jamaica perpetua, en un 1984 cotidiano, en un cuento de Hamelín diario donde niños y niñas, muchachas y muchachos, adultos y adultas son llevados por los nuevos flautistas del valle del silicio a la caverna del nunca jamás.

Dice el mismo Séneca: «Es muy corta y desasosegada la vida de aquellos que olvidan las cosas pasadas, descuidan las presentes, abrigan temores del porvenir: cuando llegan al final, comprenden tarde cuánto tiempo han estado ocupados en no hacer nada… y verdaderamente no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va»

En fin, quieran los dioses del Olimpo que tengamos un precioso año lector lleno de libros, bibliotecas, lecturas, librerías… más allá de la estulticia, más allá de la zoquetez, más allá de la pobreza lectora, más allá incluso de los ayuntamientos y de los telefónicos «inteligentes». Amén. 

Biblioteca Pública Municipal
bibliotecaspublicas.es/bunol

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